jueves, 28 de febrero de 2008

Digan lo que digan (Feliz Cumpleaños)

Estabas contento por que cumpliste años. Seguramente eso fue lo que pasó. Llegaron varios de tus mejores amigos y tu novia desde lejos a festejar con vos ese gran momento. Sentís que el cumpleaños propio es un termómetro de afecto, y te llamó mucha gente, además de esos buenos amigos que te visitaron. Estabas feliz. Yo estoy seguro que eso fue lo que te pasó. La emoción que te provocó, primero, ir a jugar al campeonato de los sábados – y ganar, con una buena tarea tuya – indudablemente afectó en cierto sentido…tus sentidos. Claro está, además, que el gran asado con las mejores carnes que les preparaste – aunque hayan faltado dos o tres de tus amigos por haberse ido de la ciudad – te causó tal agitación que no advertiste el desvío. Es muy posible, también, que haber descorchado esos excelentes vinos y aquellos burbujeantes champagnes – sobre todo aquel Barón B que te regalaron cuando te recibiste allá por el comienzo del 2003 – te haya mareado de felicidad. El haber podido alzar en repetidas ocasiones las copas llenas de saludos y condecoraciones te cargo de gozo. De hecho, estoy convencido que esa emoción fue la que te dificultó hablar con propiedad y encontrar las palabras justas para expresar tu júbilo, contagiando tu habitual locuacidad. Estoy seguro. Si. Estoy seguro que fue todo eso lo que te llevó a tomar prestada la bicicleta de la Checha para dar una vuelta por “Campos de Álvarez” y terminar dentro de una zanga de barro. No tengo dudas que la dicha había cegado tus pupilas. Digan lo que digan…

Banda de Sonido

Estoy trabajando en la oficina. Tengo una gran vista de Puerto Madero. El tema es que estaba muy nublado. Nubladísimo. Me pareció una gran mañana para escuchar Zeppelin: I, II, III y IV. Confirmé la idea cuando empezó a llover a cantaros, allá por el inicio del disco “II” y “Whole Lotta Love” sonando. Gran canción para acompañar una lluvia furiosa.

El tema es que ahora empezó a sonar “Stairway to Heaven” y a la lluvia se le sumaron relámpagos y truenos. Me gusta pensar que puse la banda de sonido perfecta para esta mañana gris, oscura y rabiosa.
(NdA a tres horas de la redacción original: aparentemente este chubasco ha traído más de un dolor de cabeza para mucha gente. Dudo en dejar el texto o no. Lo dejo. Espero que se entienda que expresa sencillamente que una mañana lluviosa puede ser un buen momento si no te trae problemas y tenes una buena banda acompañándote)

viernes, 22 de febrero de 2008

Cámara Apagada

- Fue así, Felix. Como te lo digo. Primero bajó el viejo del sexto. ¿Ese que usa siempre un sombrero, viste? Habrán sido las ocho y pico de la mañana. Más o menos te digo. Justo había sacado el agua del mate, así que calculo que eran las ocho y pico. Ocho y cuarto ponele. Y bueno, vino el viejo este y me lo dijo. Vino con su cara de amargado, igual que cuando me paga las expensas y me jode con que le limpie el “palier”. Me dio un poco de risa verlo, ¿viste? Pantalón corto y remera blanca. Zapatillas de tenis como si el viejo de mierda ese jugara a algo. Y soquetitos también blancos. Hubiese dicho que era un copo de nieve el viejo pero no. Sabes porque no? ¡Porque tenia puesto el sombrero escocés hediondo ese que usa!. Jo jo - se rió fuerte y ampuloso Horacio, con la franela en la mano y la ropa algo sucia -. Venía con el perro ese que me mea todo el árbol que esta en la entrada del garaje del edificio.
- ¿Y que te dijo?
- Je je je. Bueno, ahí viene lo divertido. Me dijo “Hay un hombre drogado en el ascensor”. Je je je. - “¿Como?” le pregunte.
- “Si”, me dijo, “Hay un hombre drogado en el ascensor”. Como me pareció raro le pregunté como sabia que estaba drogado. “Porque esta recostado contra el espejo y lo babea con una saliva blanca y espesa. Además, tiene olor”, remató.
- ¡¡¡¡Nuuuuu!!!!
- Si, como te lo digo. Así me dijo. Y bueno, le dije que iba a revisar y el viejo este se fue. Mientras iba para el ascensor, pispié con el rabillo del ojo y lo vi al perro del orto ese salir derecho para el arbolito. Y, claro, empezó a mear. Ya lo voy a agarrar al turro ese. Algo le voy a poner ahí. ¡Otra que botellita de agua!. Mirá, agarró un pedacito de "Dogui" y ...
- ¿Y fuiste a ver al ascensor?
- Bueno, si. Fui.
- ¿Y?
- ¡¡¡Y ahí estabas vos, papá!!!
- ¡¡¡No!!!
- ¡¡¡Si, querido!!! Duro como un turrón de cancha. Ja ja . Estabas parado, apoyado contra el vidrio y dormido. No vi ninguna baba, pero estabas muerto. Muerto, eh. No me preocupé por que era obvio.
- ¿Que cosa?
- El pedo que tenías. Se te sentía el olor a fernet desde lejos. Y además tenías un lamparón oscuro sobre la camisa blanca, típica mancha de fernet.
- ¡¡¡Que papelón!!!
- Dios sabe desde que hora habrás estado "apoliyando" en el ascensor. La cuestión es que te toque el hombro y te dije “Eh, Felix, despertate”. Medio que reaccionaste pero con una cara de no tener la más puta idea de donde estabas. Me dijiste que si y te marqué el número de tu piso. Bueno ahí cerré la puerta y me fui de vuelta a tomar mate.
- Uy, que papelón. Bueno, Horacio, perdoname. La verdad es que no se que me pasó. La verdad es que…
- Pero no termino ahí, eh.
- ¿Como?
- Si. No termino ahí.
- La puta madre. No me acuerdo de nada.
- Je je. Si. Como el mate ya estaba medio lavado me fui a cambiar la yerba.
- ¿Y que paso?
- Bueno, cuando volví, sale del ascensor la minita del quinto del ascensor y se me viene con cara de espantada.
- No me digas mas nada. ¿La morocha?
- Já já já. Si, esa. La que tiene el novio polista ese. Muy chetita para mi gusto.
- No, Horacio, es un bomboncito. ¡Es un minón! ¿Vos le viste la cola? ¿Redonda y generosa?¿Le viste los ojos? Y ni te hablo de la boca porque es al pedo darse manija...
- Si, bueno, espera.
- ¿Que? Viene y me dice: “Hay un degenerado en el ascensor”. “¿Como?”, le pregunto. Si, me dice. “Me subí al ascensor, me miro y me balbuceo una guarangada. Es el flaco del piso de arriba".
- ¡¡Que papelón!!.
- Ja ja . No me dijo que le dijiste pero bueno, me fui al ascensor de vuelta sabiendo que eras vos y cuando abrí a la puerta, abriste los ojos y pusiste una cara de libidinoso tremennnnda!!! Je Je. Me preguntaste si la morocha había preguntado por vos y algo que no te entendí de la “Pichulita”. No se cuanto de la pichulita, alargando las ies. La pichuliiiiiiiita esto y la pichuliiiiiiiiiiiita lo otro.
- Me quiero morir.
- Si, un pedo para cuatro. Bueno, como habías abierto los ojos y me habías hablado, te expliqué que estabas borracho y que te tenías que ir a tu casa. Me miraste, me abrasaste, me diste un beso en el cachete y me dijiste “Horazzzzito, te quiero mucho. No te hagas problemassss que sha me voy”. Y bueno, te cerré la puerta y te mandé a tu piso.
- Horacio, no se como pedirte disculpas. La puta madre.
- Y si, yo se que vos tenes una buena imagen en el edificio. Un pibe del interior, estudiante de abogacía, siempre prolijo, bien peinado, educado, pero bueno. Te agarraste un pedo bárbaro. ¿Quién no se lo ha agarrado, no? Que va´a ser…
- La puta madre, tendré que pedirle disculpas a esta gente. Al del sexto y a la morocha. A ella sobre todo...
- Y al dueño de la imprenta que vive en el décimo.
- ¿Como?
- Si, el de la imprenta de acá la vuelta. Flaquito con cara de nada. Lo ayudo siempre con las bolsas del super y no me tira ni una moneda. Canuto. Si, ese.
- No te lo puedo creer.
- Si, al ratito que subiste, vino este y me dijo que el ascensor estaba todo meado.
- Me estas jodiendo...
- ¡No!
- No te lo creo.
- Quedate tranquilo que no lo measte al tipo en si, pero me dijo que entró al ascensor y había un charco en el piso. Y que había olor.
- …
- Bueno, ahí si, me metí al ascensor con vos y te lleve a la puerta de tu casa. Te mire y me dijiste que toque timbre. Y bueno, estuvimos como cinco minutos tocando timbre. Vos me hacías caras como que estaba bien e incluso me dijiste “ya abren”. En eso te miré la camisa y me dijiste “El ferné no mancha, Horassssssito, decora”. Bueno, cuando me hinché las bolas de tocar el timbre te pregunte “¿Pero vos no vivías solo?”. “Si, obvio”, me dijiste. Casi te mato. “¿y dónde tenes las llaves de tu casa, la puta que te parió?”. “En el auto”, me dijiste. Te putie, si, te putie.
- Perdoname Horacio.
- Y bueno, fuimos hasta el auto, subimos y te tiré en la cama. Caíste como bolsa de papa, hermano. Ya era de día.
- No se como pedirte disculpas o como devolverte el favor.
- No pasa nada Felix. Comprame unas medialunas un día de estos y chau.
- No se que decirte. Se me apagó la cámara.


(Relato tomado en base a una historia verídica de nuestro gran amigo Mendocino, a quien extrañamos como se lo hace con los hermanos del alma: a tu salud, Petiso).

miércoles, 20 de febrero de 2008

La noche y los vientos

Supongo que hoy es una de esas noches en que no puedo dormir. No se porque pasa a veces. Hoy el insomnio me castiga por segunda vez consecutiva. Desde ayer el aire me parece molesto cuando otras noches su vejez arrulla mi mejor momento. Las sábanas me resultan pesadas y rugosas. No encuentro la posición. No me hago caso. No se. Encima Buenos Aires insiste con regarme de humedad.
Me recuerdo a mi mismo los momentos del día en los que desee estar en la cama. Ahora me revuelvo incomodo en ella, tratando de encontrar el camino al sueño.
Juro que soy mejor escritor cuando no tengo un teclado a mano. Pienso los mejores textos, las mejores poesías. Y me engaño pensando que luego las recordaré. Haberme levantado a escribir esto es una prueba de que ya no confío en mi memoria.
En cuatro días cumplo años. Veintiocho. Escuche por ahí que es el comienzo de mi vida adulta. Puede ser. No se. Por de pronto, no hay nada que quiera más que ella este conmigo.
Duermo solo en una cama para dos. Supongo que no hay otra cosa que te haga sentir más solo que eso. Sobre todo cuando el costado izquierdo ya tiene nombre y apellido, pero no el comienzo de la estadía. Quizás sea eso lo que no me deja dormir. Quizás no sea nada.
Los vientos del sur me siguen llamando y yo los sigo escuchando con la vista en otro lado. Pero los escucho. A veces me gustaría ver el futuro para dejar de planear las cosas o por lo menos dejar de preocuparme por ellas. Saber como será la vida de uno y dejar de preocuparse. Dejarse llevar. Eso. Dejarse llevar.
Espero que todo nos salga bien. Ahora y cuando nos encuentres. Espero que nos esperes y nos recibas con lo necesario. No en exceso. De última, ya sabes lo que estoy buscando y ya sabes lo que te estoy pidiendo. Atrás deje a los amigos. A los que valen. A los que tengo. Por eso, recibime con tus vientos. Los que me saludan cuando vuelvo. Los que me esperan detrás del Puerto. El sol en las mesetas y la visita de los que quiero”.
Lo visto. Nada bueno resulta cuando tengo un teclado cerca. Vuelvo a la cama para ver si te encuentro.

viernes, 15 de febrero de 2008

Fiesta Loca

Mamadera...las "nochecitas" del Infinity.
Es como subirse a un barco uno solo con 1449 minas, no?

lunes, 11 de febrero de 2008

De cuerpo entero

"En Chacabuco era de Boca y un día, con 15 años, un amigo del pueblo me llevó a probar y viví un mes y medio o dos en La Candela. Una tarde, Roberto Mouzo me regaló un tapón que le faltaba a uno de mis botines. Hasta que me echaron y volví a los 20, de la mano del Tucumano Hernández.Era enero del 74, y me llevaron otra vez. Pero el Tucumano fue adentro a hablar con no sé quién y sale al rato, diciéndome que directamente no me querían probar porque defensores tenían muchos y les faltaban delanteros. El dirigente Luis Bortnik nos dijo que lo lamentaba mucho. Y el Tucumano le anotó ni nombre en un papel: "Los que se van a lamentar son ustedes por el jugador que se están perdiendo", le dijo.Esa noche, deprimidos, estábamos cenando y el Tucumano me preguntó a qué otro club quería ir a probarme. Le dije "A River, para romperle el culo a esos putos de Boca". Esa noche me hice hincha de River". Daniel Passarella, enero 2006.

Podes cambiar de religión...
No hay inconveniente en que cambies la marca del auto...
Te podes casar, juntar y rejuntar cuantas veces quieras...
Podes incluso hacerte una operación para mutar tu sexo...
Incluso se ven a diario políticos que cambian de partido y no sucede nada.

Pero hacerte hincha de otro club a los 20 años...te pinta de cuerpo entero, hermano. De cuerpo entero.

jueves, 7 de febrero de 2008

Habrá que inventar algo

No se como decirte esto que siento y me estalla en el pecho cada vez que pienso en vos. Es amor. Completamente. Pero decir “Te Amo” a diario, repetitivo y mecánico, no se ajusta a ese sentimiento. Habrá que inventar algo nuevo. Una palabra, un término, un ruido. Algo. Y solo usarla cuando los “te amo” no sean suficientes.

Cuando cada minuto lejos sea la muerte. Y cada minuto juntos, la vida misma.
Cuando después de varios años de estar juntos, la boca todavía se seque ante tu desnudez y los nervios se aprieten previos a tu llegada.
Cuando uno sepa que la vida es posible sin vos, pero que no sea vida.
Cuando, a pesar que para éste mundo seas parca, para mi seas la persona mas graciosa del mundo. Cuando sigas siendo mi mejor amiga sin siquiera querer serlo.
Cuando pasen los años y siga descubriendo lugares de cuerpo. Y que esos olores me sigan drogando hasta la estupidez.
Cuando sumes otras risas (la nerviosa, la que hace mostrando los dientes, o con la boca abierta, la que agregas un “uh”, la infantil, la dulce), y que cada una de ellas calce en el momento justo.
Si verte dormir es todavía mejor que hacerlo uno. O cuando piense que recién levantada sos más bella que arreglada.
O cuando en mis brazos sienta que me gustaría llevarte en el bolsillo de la camisa todo el día. O si das saltitos cuando caminas.

Hay que inventar algo para esa clase de momentos. Algo que no me haga sentir que me estoy quedando corto, como los gastados “Te amo”. Algo que me llene y te demuestre que seguís siendo mi elección, como hace cinco años. Como todos los días. A pesar de la distancia. A pesar de los errores. Algo que se sienta establece, seguro, confiable. Nuestro.

Como digo, habrá que inventar algo.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Triste mirada

Ella caminaba despacio. Como siempre. O por lo menos desde hace algunos años. El andador no le permitía hacer más que pasos de diez centímetros cada uno. La cabellera mustia, apretada con un rodete y el vestido a flores que en alguna ocasión fueron coloridas, terminaban de pintar la triste imagen. A su alrededor, Buenos Aires se debatía entre el ruido y el apuro. La señora no alcanzó llamar la atención con esa sonrisa maternal a la rubia en ciclistas y walkman puestos. Pensó la anciana que la fresca señorita iba a comprender que le hacía acordar a sus años en los cuales el viento era su motor, y los límites solo imaginables. No le prestó tampoco demasiada atención el hombre de traje oscuro, de robusto porte y andar seguro cuando la señora lo miró recordando los pretendientes que podrían emularlo. Si reparó en ella el muchacho de casi veinteaños que de un resoplido la espetó para que libere la calzada. “A ver señora…”. Al pasar, no tuvo ningún problema en manotearle del bolso un paquete de papel madera conteniendo la compra que había salido a hacer a la mercería de la esquina. Media hora después llegó a su casa. Se sentó en el living y, como todas las noches, se quedó esperando que la vengan a buscar desde aquel lugar donde habitan quienes la recuerdan.

La Ley del Embudo

Ayer estábamos tomando un fernet (desviación yendo para casa) con el Escocés. La noche estaba linda y encontramos una terraza que nos justificó el acostarnos tarde. Entre tema y tema, vimos una morocha de pelo enrulado y nariz perfecta. No operada, pero perfecta. Respingada, chiquitita. La distancia y la poca luz no permiten mayor detalle sobre su fisonomía, aunque desde lejos podía confirmarse su belleza. La señorita en cuestión se encontraba acompañada por un tipo. Morocho, pelos despeinados con gel. Camisa negra, brillante. Cara de nada. Absolutamente cara de nada. Sin embargo, al rato de nuestra llegada, el muchacho “le comió la boca”, acción a la que ella se acopló con singular gusto.“Mira el pelotudo ese la mina que se esta comiendo”, me dijo el Escocés. Asentí con la cabeza. Pude observar otras mesas que también advertían el espectáculo de la fogosa parejita, varias de ellas con ojos de cierta envidia masculina. Es la “Ley del Embudo”, pensé. “La mas linda con el más boludo”.

Pero ahí fue que advertí mi error. Basta. Basta con ello, viejo. Todo es envidia. Para cualquier tipo, el hombre que acompañe a una mina que esta buena va a ser un boludo. Inevitablemente. Porque el único flaco que no será un boludo junto a ella, será él mismo…aunque irremediablemente un boludo para el resto de los mortales masculinos, dejando irresoluto el conflicto en un verdadero círculo vicioso.

En definitiva, la mencionada norma no es más que el justificativo del hombre que cela la suerte de un colega y no puede soportar no ser él quien goce de las beldades de la divinidad femenina que en la ocasión embeleza su mirada.

Cuando salíamos del bar, pasé por al lado de la mesa de los tórtolos, quienes seguían castigándose, ahora más con arrumacos que con pasionales besos. Miré al flaco de camisa negra y pelo hediondo y pensé “Aplauso, medalla y beso para el boludo este”.

lunes, 4 de febrero de 2008

Contradicción

El Viernes fui a comer con dos amigos a un restaurante ubicado en el hipódromo de Palermo. Se podía ver gente de importante nivel adquisitivo: autos deportivos foraneos en el estacionamiento, buenas pilchas, mucho dinero...la "gente linda", como dicen.

Mientras esperaba mi mesa para poder probar las recomendadas costillas de cerdo pude ver en la barra, hablando por celular, al baterista de Ataque 77 tomando algo.

No pude evitar recordar este párrafo de uno de los últimos cortes de difusión de la banda:
“...Entonces veo a esa gente que tiene de sobra y siempre quiere mas
con sus autos se llevan el mundo por delante hablando por celular
y que teniendo asegurado el porvenir no paran de robar
a esos señores les quiero gritar
¿Que es lo que esta pasando por acá?...
”.
Imagino que una persona puede ir a comer adonde se le cante, pero que lo haga en aquellos lugares frecuentados justamente por aquellos a los que tanto critica me suena a hipocresía.

viernes, 1 de febrero de 2008

Buenos Aires

Buenos Aires tiene los ojos ciegos. Oscurecidos por las noches de vigilia y combate. Tiene el rostro arrugado y húmedo de tanto ocultarse entre la niebla de sus callejones. Se esconde de las miradas curiosas que la miran cuando camina, o se mueve en algún recóndito rincón de sus guaridas violentas. La tensión por la muerte la llama y ella culposa sale a buscarla. Entre la niebla. En lo oscuro. En el sudor y en sus escondites. Se escapa de quienes la buscan. La persiguen con sus costumbres, con sus tradiciones, ritos y normas. Se quiere liberar. Lo busca. A veces lo hace. Otras solo se arrepiente. Buenos Aires ahora camina trémula por la mañana. Cansada. Asustada y pensativa. Sus callejones la han lastimado otra vez. Tardará en recuperarse. En caminar erguida nuevamente. Lo hará seguramente. Hasta que la noche y sus oscuros retiros vuelvan a llamarla con la voz infame de los que solo quieren lo prohibido.