miércoles, 25 de agosto de 2010

Pensamientos negros sobre oscuro.

Pienso que soy finito y perenne. Pienso que no soy especial. Tyler tenía razón cuando me taladraba la cabeza con su megáfono en la huerta. A todos le debe haber pasado algo parecido. Nadie es especial en definitiva, no? Tampoco esto. Todo lo contrario. Es ordinario y regular. Si su éxito depende del marketing, no termina diferenciándose de un paquete de galletitas nuevo. O la cerveza aguada de la tele. Hasta ahora, nada interesante. Nada para comentar. Nada que motive. Todo lo contrario. Todo lo contrario. Escuchar el viento en contra que exige explicaciones, no es atractivo, sobre todo cuando estas con la campera abierta. Desmotivado no es la palabra. Ella es seguramente un término que incluya la frase "hinchado las pelotas". No voy a explayarme sobre esto. Yo me entiendo. Esto no le interesa a nadie. En fin, esto, nada de especial. Igual que los domingos. Igual que este domingo. Tantas veces me esforcé por conmoverte y los sandwiches de miga se me terminaron secando. Esto va a morir. Con seguridad. Va a morir porque no tengo nada interesante que comentarte, sino es tras el manto del misterio, el olvido y el anonimato. El futuro esta allí mismo. Donde nadie espera nada, porque a nadie se le hicieron promesas. El riesgo es breve y la ganancia amplia. Allí estaré entonces, tras la cortina. Los ojos estarán cerrados. Las yemas estarán calientes y yo mas solo que nunca, ¿feliz?.

lunes, 23 de agosto de 2010

La felicidad es toda Mía.

Las perlas tan castañas,

muestran tu necesidad,

mezcladas con cariño.

Te entrego mi corazón.

Espero que nunca me dejes.

Espero vivamos por siempre,

rodeados con tus cabellos

y juegos de distracción.

Sos la alegría de mi casa,

la felicidad es toda Mía.

De mi podes hacer un nudo,

decidir sobre mi futuro,

si con esa cara me buscás.

Te amo con todo el alma.

Jamás semejante he sentido.

Nunca más tendremos frío,

si ya es familia este trío.

Las dueñas de mi corazón.

Aquí conmigo (dame fuerza, coraje y serenidad).

La inmensa gloria es toda propia,

si la espera tuvo lucha y sacrificio.

“Reflejos, paciencia y velocidad”.

La esfera que busca el resquicio,

Hermosas marcas en su rebotar.

Una y otra vez vamos juntos,

“dame fuerza, coraje y serenidad”.

La espera en el viejo pensamiento,

anhelos guardados en el corazón,

el orgullo propio es miel del alma.

Las herramientas aquí conmigo,

“Reflejos, paciencia y velocidad”.

El dorado de los bellos sueños,

y el azul del amigo mar del sur.

Comentarios lejanos y frescos,

Tímido, galardones merecidos.

“Dame fuerza, coraje y serenidad”.

Escúchame, otra vez, te lo pido.

Aunque esto no merezca sentido.

Toda mi devoción te he prometido.

Aquí conmigo, San Expedito.

Lindo Pacto

La constancia y lealtad de aquel lindo pacto,

Se mantienen a fuerza de sangre y soledad.

Si en cada curva abierta, el nuevo destino,

Al que busca ahora, rechazado en sacrificio.

Mirando el frío y brillante oro que reluce.

el mar azul planchado sobre su cabeza,

La música en la espalda se oye pendular.

Es cuestión de esperar y dejarlo pasar, pasar.

Salir a pedir un cambio por minutos, algunos.

En un encaje, vestirse de extraños para actuar.

Afuera juegan esas gordas, todo tranquilidad.

viernes, 20 de agosto de 2010

Encuentro (en los ruidos de la noche)

Marcio miró hacia su costado derecho y vio la sombra pasar tras de si. Estaba descalzo en la cocina, eran las cuatro de la mañana. Se dio vuelta y la luz de la heladera abierta marcaba un camino que se iba de la cocina (“¿Otra vez lo mismo?”). El miedo y las manos sudadas. Las historias de espíritus siempre fueron pelotudeces, pensó. Caminó hacía el living, prendió la luz y revisó detrás de la puerta para ver si había alguien.

Estaba cansado de escuchar voces y sonidos en el teléfono, encontrar humedad en el espejo del baño o el sillón, templado y rugoso. Volvió a la cocina, nada. Fue hasta el living nuevamente y vio la puerta que daba a la sala, entreabierta. No recordaba como la había dejado antes de salir, pero en general siempre estaba abierta (“¿Y que carajo le voy a hacer con un tramontana en la mano? ¿Una picada?”). Entró en la sala y recorrió de un golpe la habitación. Nada. Pero la cortina bamboleaba en un movimiento envolvente, hacia delante y hacia atrás. Fue a cerrar la hoja del gran ventanal. Estaba cerrada. “La puta madre”. Sintió un crujir en las escaleras y salió corriendo hacía allí, tomando a la pasada la linterna sobre la mesa de llaves (“Quién carajo dejó la linterna ahí?”, pensó). Cuando llegó al piso de arriba se arrepintió de su apuro. No quería más que confirmar que no pasaba nada y tampoco tenía intenciones de hacerse el héroe. Prendió la luz del pasillo y dio lentos pasos mirando hacia el interior de las dos habitaciones. La pieza con la computadora no parecía dar señal alguna. Pensó que la única posibilidad estaba en la habitación de él. Ingresó con prisa mientras prendía la luz. Miró la cama y allí estaba durmiendo, como siempre. “¿Puede ser que ronque tanto?”. Se acostó y dejó de soñar.

La mirada del portero

Entró. Estaba solo en la habitación, minúscula, sucia, oscura. Daba pasos hacia los costados, hacia delante y atrás, en el poco espacio disponible. La cama estaba recién tendida y el cubrecama raído le daba asco. No sabía si sacarse la campera o no. Ensayó sentarse displicentemente en el borde derecho. Cuando apoyó su mano izquierda en el cubrecama, sintió un escalofrío por la espalda. Confirmó inmediatamente que era una mala idea. “Acá es donde lo roban al boludo”. Pasaban los minutos y le parecía que en cualquier momento caía el móvil de Crónica. Se abrió la puerta y entró, le preguntó si estaba bien, escuchó, trató de responder a su queja, le propuso un cambio, insistió, le abrió la puerta. El ascensor bajaba, el aire entraba mejor por sus pulmones, y ya no le importó tanto la mirada del portero.

Aquella suerte

Por un segundo de aquella suerte,

Desvelan la espera sus margaritas.

Prosperan en suspiros, más de mil sueños.

Anhelos tan bajos como escondidos,

Se juntan, en el rincón, los corrompidos.

Se fuerzan las negativas y se callan las ansiedades,

Se muestran las impaciencias, se tientan atrocidades.

Efervecente espuma derramada, se muere por su caída,

eterno recogimiento, silencio asesino y doliente.

La naturaleza es responsable, el entorno y su tentativa.

No hay culpa en el tormento, si lejos se ven glaciares.

Feliz el tiempo de espera, si ella es reposada.

Mejor no soplen vientos, si cerca no hay reparo.

Y si el fuego duda y teme, mejor alejar maderos.

La llama viva de sus alturas, ojala se apague pronto.