miércoles, 29 de septiembre de 2010

La punta de lanza

- El Polaco siempre anduvo bien con las minas. Nunca le faltó ninguna, sino todo lo contrario. Siempre, y remarco, siempre, se llevó una minita del boliche - dijo el Leche con gesto gracioso pero con el convencimiento de haber dicho una verdad irrefutable. Mínimo, setenta y cinco por ciento de efectividad – agregó, haciendo un sube y baja entre los dedos meñique y pulgar de su mano derecha.

El Polaco se reía mientras pinchaba la última aceituna que quedaba en una de las cajas de la pizza que habían pedido. Le decían el Polaco por su pelo rubio, pero era de apellido italiano. Era un muy buen tipo, algo tímido y callado en ciertas circunstancias. Pisando los treinta años, todavía estudiaba diseño industríal en la UBA, ya que los primeros años había hecho un intento frustrado por estudiar letras.

El living de su casa era el punto de reunión generalmente, como esa noche. El ambiente se mostraba viciado por el humo de los cigarrillos. A esa altura, la mesa ya lucía la desprolijidad propia de una reunión de amigos que se juntan como previa de una salida nocturna: bollitos de papel de cocina, algunas cajas de pizza arrugadas en el piso, varios envases de cerveza vacíos (los “cadáveres”), y un par de ceniceros con diversas colillas apagadas.

El Gordo Tetorelli, con la boca llena de fugazza, espetó una serie de incoherencias, arrojando un pedazo de cebolla sobre el centro de la mesa.

- Gordo culeado, no podes ser tan hediondo - le gritó el Chavo para la carcajada del grupo. Aflojale un poco, querido. Limpiate la boca, queres?.

El Gordo era amigo de la infancia del Leche, quien había conocido al resto de los chicos por los años convividos en la pensión de Congreso. Sin embargo, si bien todos eran de algún lugar del interior, se habían quedado a vivir en la ciudad. El Gordo era el único que nunca había estudiado una carrera universitaria (seis meses frustrados en el CBC de ingeniería mecánica no calificaban para tildarlo como “universitario”). Trabajaba en una empresa de transporte público donde se encargaba de hacer el mantenimiento a los colectivos. El Gordo era de Trevelín como el Leche.

- ¡¡No, pará, pará, que también se ha comido algún travesaño, eh!! - volvió a la carga, envidioso, el Gordo.

El Leche se agarró del hombro del Gordo, mientras se reía. Tuvo que dejar el vaso de cerveza en la mesa, para poder apoyar la cabeza contra su muñeca.

- ¡Nooooo, dejenme de joder! - dijo el Polaco. Eso fue una joda de ustedes. ¡¡Jamás estuve con un “trapecio”, hermano, no sean hijos de puta!! – mientras negaba con la cabeza se prendió un cigarrillo con el encendedor de siempre.

- Polaco, querido - terció el Chavo -, vos no te acordás porque tenías el pedo de tres irlandeses encima pero el muy hijo de putas tenía la quijada de Rocky Balboa.

- ¡¡¡Adriaaaaaaaaaan!!!, grito el Gordo eufórico, con la boca llena de grasa.

- No, para, para, pelotudo, que no puedo mas – pedía el Leche mientras se agarraba la panza con las dos manos.

- Seguro que se te borró pero el pibe tenía puesta una polera negra adentro del boliche, y hacían como treinta y cinco grados ahí adentro - confió el Chavo.

- ¿Y eso que tiene que ver? - enojado espetó el Polaco.

- ¡¡La nuecita de Adán, querido!! - le gritó el Chavo.

- Posta, Pola - intercedió el Conejo más calmo mientras volvía de la cocina con la última botella de cerveza que quedaba. Si incluso le preguntamos al grupito de minas que nos estábamos encarando y fueron ellas las que nos marcaron el tema de la polera.

El Conejo era un tipo intelectual y algo petulante. Era un buen pibe pero solía ser algo pedante cuando hablaba. Eso le valió alguna vez el mote de “El opinólogo”. No había tema sobre el cual el Conejo no tenía algo que decir, y generalmente lo hacía con algo de suficiencia y vanidad. Siempre vestía muy bien, camisas de vestir y sacos. Era licenciado en ciencias políticas y profesor en una universidad privada. Nacido en Pergamino, vivía en Recoleta en el departamento que había comprado en su momento con su ex, historia que terminó muy mal, sobre todo por los tres días que tuvo que estar en el Italiano, curándose las quemaduras de aceite.

El Polaco seguía negando con la cabeza, mientras cambiaba el canal del televisor, donde recién terminaba el último partido del viernes, en el cual Racing había perdido con San Martín de Tucumán por 2 a 1.

- “¡¡Tu amigo esta con un travesti!! ¡¡Que asco!!!” me decían las minas - acotó maliciosamente el Gordo, mientras agarraba los bordes de pizza que había dejado el Chavo en su plato.

- Mirá, que yo recuerde, esa noche no se me apagó la cámara y, la verdad, me acuerdo que estuve con una mina pero no era ningún “travuco” – insistió el Polaco, mientras dejaba el control del televisor arriba de la mesa. Había puesto de “Film Zone”.

- Uh, ese canal es bueno, che. Ahora arrancan las picantes. Pasan una serie de una tetona que es extraterreste y viene a la tierra a experimentar – dijo el Chavo mientras con los dedos índice y mayor de cada mano hacía el signo de comillas sobre la palabra “experimentar”. El Chavo, oriundo de Cipoletti era un tipo querido por todos, extrafalario y divertido. Siempre desprolijo y atento al comentario picante que provoque la carcajada del grupo. Era licenciado en letras, pero no le gustaba lo que hacía.

- Emannuele – dijo el Conejo con la suficiencia de un sabio.

- ¡Esssa!, Conejo, viejo y pajero nomás - gritó el Gordo.

- Dejalo ahí si queres, pero bajale el volumen que quiero poner música – dijo el Chavo desde la computadora, mientras cargaba el “Win up ” con Red Hot Chilli Peppers, Iggy Pop y otros.

El Chavo era el encargado de musicalizar todas las reuniones. Lo hacía bien y le gustaba que el resto se lo reconozca. Generalmente, ponía el tema indicado en el momento oportuno. En cada loa, mordía los labios, levantaba su mano derecha con los dedos en cuernos y agitaba su melena rubia por los aires, en una mueca rockanrolera y divertida.

- Bueno, no importa. Volviendo al tema. El Polaco jamás nos va a reconocer lo de “Mancuso” - volvió a la carga el Leche retomando su línea inicial, mientras trataba de destapar la botella de cerveza con un encendedor de plástico verde manzana. Más allá de eso, que de hecho no hace más que agrandar su mítica figura, el Polaco tiene el mejor promedio de gol de la Argentina – dijo dejando el encendedor en la mesa y mostrando en alto ambas palmas de sus manos y bajando levemente la cabeza, como si lo dicho no tuviera refutación posible. Nadie lo negó. Incluso el Gordo suspendió por unos momentos el atraco de masa para asentir con la cabeza. El Polaco es un tipo hermoso - continuó el Leche. No es de maricón decirlo. Es algo que sabemos todos. ¿Por qué te crees que siempre encabeza las hileras cuando queremos ir a levantarnos un grupo de minas? Para romper el circulito boludo que hacen las minas cuando salen a bailar. “No, estoy bailando con mis amigas”, te dicen las yeguas.

- ¡Que se vayan a lavar el ojete! – gritó el Gordo indignado. ¿Para que carajo van entonces? Para bailar que bailen en la casa.

- Obvio, Gordo, van a buscar tipos pero jamás te lo van a decir – explicó lo obvio el Conejo. Es la naturaleza humana.

- Por eso – siguió el Leche. El Polaco adelante es una suerte de emboscada. Lo mandas al centro del grupo y las minas se copan. Se copan con él. Es terrible, una suerte de encantamiento. Abre los ojitos claros esos de putito que tiene y muestra bien la sonrisa, con esos dientes blancos que parece un anuncio de Odol.

- Uh, como me tienen los huevos llenos las propagandas de pasta de dientes y boludeces para la boca – dijo el Gordo, algo disperso y desconcentrado sobre el tema que se estaba abordando.

- Y si esta un poquito “picado”, chau, olvidate – continuó el Leche, dejando algo solo en su reflexión al Gordo. Se pone a bailar con la mas linda del grupo y las amigas le hacen señas a la mina para que le de para adelante.

- La vieja y querida punta de lanza – dijo el Chavo levantando las cejas y cerrando los ojos, como quien recuerda el nombre de un viejo amigo que no se ve hace tiempo.

- Las que me tienen también los huevos rotos son las que ayudan a las minas para que vayan al baño – absorto el Gordo en su reflexión. Bah, me hacen reír. Se las digo a la petisa y se muere de odio. “Desde que tomo el yogur Activas, garco como un rinoceronte” – dijo y se rió con ganas.

- Y ahí entra la manada enfurecida – el Leche seguía hablando con el vaso de cerveza en la mano. La jauría hambrienta rompe con el maldito redondel, la fortaleza femenina. El Gordo, el Chavo, el Conejo, todos, entramos a manotear a la primera que encontramos del grupete.

- “Me como la barra de ciruelas y torleo todo el día” – agregaba el Gordo.

- ¡Pará Gordo! – dijo el Chavo quien no podía evitar la risa.

- ¿¡Que!? ¿Qué hice? – preguntaba el Gordo como desentendido de la molestia que significaba su interrupción, convencido que no había hecho nada malo. Decime sino es gracioso: “Como el chicle laxaflex y te rompo la cerámica” – las risas del Gordo eran prácticamente gritos eufóricos.

- Eso si – el Leche seguía explicando algo que ya todos sabían, levantando la voz para tapar las risas del Gordo -, siempre con una buena frase inicial que despierte curiosidad. Un par de comentarios y ya está, algún meneo de caderas y, a partir de ahí, la vas remando un poco. Alguno siempre roba, además del Polaco, obvio. Eso, muchachos…es la “Punta de Lanza”.

- La vieja y querida – repitió el Chavo, con el mismo tono reverencial, mientras se levantaba para la cocina.

- Bueno, ¿y, Pola? - preguntó el Leche interesado en enterarse del tema de la noche. ¿Que pasó con esta minita?

- Chavo, traete un poco de hielo, por favor – pidió el Conejo.

- No pasó nada, eso es lo que paso - dijo el Polaco resignado.

Después de tantas vueltas y a pesar de los ánimos exaltados por la cerveza, el silencio general lo animaba a hacerles la síntesis de lo ocurrido.

- La cena fue excelente – siguió el Polaco animado por el silencio. Nunca había hecho camarones, lo que te da la pauta del corazón que le puse al tema. Programé la compu con buena música. Cargué algunos jazz de Chet Backer y Dizzy Gillespie, el blues viejo de Ray Charles y una mezcla de Ben Harper, Jamie Cullum y Jack Johnson - dijo con la seguridad de quien repasó esa lista una y mil veces.

Mientras el Polaco mencionaba estos autores, el Gordo lo miraba con ignorancia al Conejo, mientras juntaba las cinco yemas de su mano derecha, moviendo la muñeca arriba y abajo.

- Me hubieras llamado a mi por el tema de la música, papá – recriminó el Chavo.

- La mina estuvo muy bien en la mesa - siguió el Polaco. Contó historias muy divertidas sobre Cuzco, Playa del Carmen, Río y el DF.

- Era modelo ella, no? - preguntó el Chavo.

- ¿No viste las fotos que mandó por mail el Polaco? - lo increpó el Leche. ¡Esta más buena que comer pollo con las manos!.

- Más buena que fumarse un pedo debajo de las sábanas - festejó el Gordo. Solo lo miró el Conejo, poniéndole cara de que no era el momento.

- Si, es modelo - confirmó el Polaco. Pero tranqui. De hecho, se tuvo que ir a laburar a México, porque allá tenía mas salida, viste? Siendo rubia…

- Lafaussi tenía razón - dijo el Chavo.

- Bueno, la cuestión es que mientras la mina hablaba yo pensaba en como iba a hacer el avance – siguió el Polaco.

- Obvio – interrumpió el Conejo. Cuando salís con una mina y la dejas hablar, lo haces para que piense que sos sensible y buen compañero. “Ay, es un divino. Me re-escucha”, le dice después a sus amigas. Uno siempre asiente con la cabeza, tira varios “aha”, pero por dentro estas pensando “bueno, ahora la llevo hasta la cocina y la arrincono contra el lavarropas…”.

- Le entro al medio como charco grande - dijo el Gordo, insistiendo con su humor característico.

- Si, un poco, pero también pensaba en lo linda que era - se sinceró el Polaco. No sabes lo divina que estaba. Rubiecita, llena de pequitas. Algo bronceada. Tenía puesto uno de esos vestidos que no tienen tiras y se agarran de las tetas – “Corsette” acotó el Conejo -, que le terminaba un poquito mas arriba que las rodillas. Y hablaba bien, interesante. Estudia arte y tiene bastante cultura general, así que por ahí me encontraba a mi mismo “empelotudizado” por la mina, escuchando alguna historia de no se quien carajo de los Mayas, que le construyó no se que tótem al aporte de las mujeres a esa cultura.

- ¿Y eso te gustaba? Un embole – dijo el Gordo reconociéndose amante de otro tipo de mujer.

- Te enamoraste ahí nomás - confirmó el Chavo.

- Y, mas o menos - contestó resignado el Polaco. Te digo que por momentos me dejaba de importar el avance y pensaba en llevarla a tomar helado el domingo a la tarde.

- Darle besitos debajo de la oreja - comentó el Leche, entendiendo el sentimiento. Olerle el pelo cuando esta durmiendo.

El silencio general solo fue interrumpido por el grito del Gordo desde la cocina, preguntando donde habían guardado el Fernet.

- ¡¡En el freezer, Gordo, atrás de la bolsa de hielo!!! - le gritó el Polaco. Bueno, la cuestión es que serví el postre. Algo liviano, viste? Unas peras al borgoña que compré en el restaurant de la esquina. No quería estar pesado para la sobremesa, sobre todo después de haber leído “El mundo ha vivido equivocado” del Negro Fontanarrosa.

- ¡Uh, que buen cuento! - dijo el Conejo.

- ¿Porque? ¿Que dice? - preguntó el Gordo mientras agregaba la Coca Cola en el vaso de trago largo.

- Es un cuento excelente de Fontanarrosa – comenzó a explicar el Conejo, aprovechando la ocasión para demostrar que era un tipo leído -, donde un flaco cuenta cual sería su día perfecto, lo que incluye una playa del Caribe y él levantándose a una rubia infernal. El título del cuento va a que el tipo dice que primero hay que encamarse y después comer, porque sino uno esta pesado y con sueño. Que al revés, uno se saca la ansiedad, esta mejor físicamente y disfruta más la comida y la conversación. Como las películas siempre muestran el proceso contrario, “El mundo ha vivido equivocado”, explicó el Conejo.

- Un grosso el Negro - dijo el Chavo, quien probablemente era mucho mas leído que el Conejo pero no lo hacía notar -, me hace recontracagar de risa.

- Seguí Pola - pidió el Leche.

- Bueno, la cosa es que me concentré en la estrategia de juego planteada. Me puse a hacer el café y la invité a sentarse en el living. Me hice el boludo y de pasada a la cocina apagué la luz del comedor. Así quedaron un par de luces del pasillo y alguna que otra velita por ahí.

- Bien - dijo el Chavo mientras se corría hacia el borde delantero de la silla.

- ¡No!, ¿¡que bien!? – exclamó el Gordo .¿Cómo le vas a dar café? Le tenes que seguir dando vinito, así se desinhibe y revolea la chancleta.

- Adelanté un par de temas de la computadora - siguió el Polaco, confirmando el poco interés intelectual que despertaba el Gordo con cada una de sus intervenciones. Jack Johnson te dan ganas de hacerte amigo, pero nunca de atracar. Bueno, la cosa es que noté que la mina se puso un poco incomoda. Se sentó erguida en el respaldo del sofá y se tocó un par de veces el pelo.

- Y si, boludo, ¿¡como no se va a poner nerviosa si te venía venir haciendo luces desde la otra cuadra!!! – explicó el Chavo.

- Por eso, tampoco hay que ser tan adivino, no? - se justificó el Polaco. Si un tipo te invita a su casa, te hace de comer y toda la bola…¿¡para que carajo va a ser!?.

- No es tan sencillo Pola - terció contemporáneo el Conejo. Las minas son más complicadas. Por ahí te salen con que quieren ser amigos y demás, con que te confundís, etc. etc.

- Bueno, por eso, por eso. Espera – reclamó paciencia el Polaco. Me senté en el sofá y serví el café. Cuando termine, la mire a los ojos un par de segundos y le sonreí.

- Cagó - dijo el Gordo.

- Ella también se rió y buscó en la cartera un cigarrillo que nunca encendió - siguió el Polaco. En ese revoleo de cartera, el vestido se le subió bastante. Me volví loco, obviamente, y ella se dio cuenta. Se sonrojó y lo bajó hasta donde pudo. Ambos sonreímos. Ahí ya estaba. Le dije de una…

- ¡Que par de “pechios” que tenes! – gritó el Gordo, exaltado, mientras agitaba boca abajo la botella de Branca en dirección a su vaso.

- ¡Para Gordo boludo! - dijo el Leche mientras el Chavo se reía con ganas. Y aflojale un poco al ritmo del fernet que después no hay quien te cargue.

- No, no, no – contestó el Polaco. Le dije que me encantaba, que me gustaba, que me volvía loco, y no se cuantas pelotudeces mas.

- ¡¡¡Nooooo!!! Ahí cagaste - se lamentó el Chavo.

- ¿Y que te dijo? - preguntó el Conejo.

- Perdiste porque le diste la posibilidad de responder, de agarrar la manija, de tomar el poder - insistió el Chavo. Las minas son muy hijas de puta, donde te ven servido se hacen las estrellas y te cagan. ¿Sabés que tenías que hacer en ese caso? Boca. De una. Buscarle la boca, papá.

- Tal cual, a lo macho - dijo el Gordo, apoyando la idea, con el labio superior lleno de espuma de fernet.

- No, no es así - dijo el Conejo. Bah, a veces es así, si estas en el boliche y, bailando, te da para comerle la boca, pero así como estaba el Polaco, no se si daba… Bueno, y ¿entonces?

- No, nada, se quedó callada – respondió el Polaco. Se acomodó el pelo detrás de la oreja y bajó la vista. Y bueno, ahí si, le acerqué la boca un poco.

- ¿Viste? – dijo el Chavo mirándolo al Conejo. ¡Vamos Polaco viejo y peludo nomás! - gritó exaltado.

- Pará Chavo, que la vieja de arriba es tremenda con los ruidos - rogó el Polaco. Bueno, el tema es que cuando fui por el beso, la mina se apartó y se volvió loca.

- ¿Viste que, Chavo cabeza de termo? – le replicó el Conejo como venganza.

- No, Conejo, ¡¡¡viste vos!!! Era de una, a lo macho – se metió el Gordo dando por sentado que los otros se complicaban la vida en cuestiones muy básicas. El boludo tiró la frase y le dio tiempo a la mina para pensar y rearmarse. Si le metía el “jetazo”, a la mierda, no hay vuelta atrás.

- No, bueno, me empezó a decir que me confundía, que ella había ido hasta ahí por la buena onda que habíamos pegado en el cumpleaños de María, que ella no era una cualquiera...

Era evidente que el Polaco todavía no comprendía bien todo lo que había pasado, buscando una explicación lógica para la conducta de ella. Los muchachos, por su parte, vivían el relato como una historia propia. Como si el Polaco los hubiera representado en esa cruzada contra el sexo puesto, contra uno de los mejores exponentes de esa raza. El éxito del Polaco era la victoria de todos ellos. El fracaso también. Después de todo, él era el mejor exponente del grupo, falange fundamental de la “Punta de Lanza”. La vieja y querida.

- Anda a la mierda - dijo el Leche.

- …y que tenía novio, cerró el Polaco.
-
- ¿¡Cómo!? - preguntaron al unísono el Conejo y el Chavo.

- ¡Puta de mierrrrrda! – gritó el Gordo mirando hacia arriba.

- Si, que tenía novio – confirmó el Polaco. Que su novio vivía en México y que ella no lo quería cagar, que era un buen pibe y no se cuantas cosas mas.

- Y vos que hiciste? - preguntó el Conejo.

- ¿Que querés que haga? Al principio le pregunté si me estaba jodiendo. La verdad es que me recontra calenté. “Nena, me parece que era bastante obvia mi intención esta noche, no?” - le dije.

- ¿Y que te dijo? – preguntó el Leche.

- No, nada, discutimos un poco y después me reconoció que yo también le gustaba, pero que estaba confundida, que no quería cagarlo al novio y demás. Me dijo que había dudado muchísimo en ir hasta casa, incluso hasta el momento de tocar el timbre.

El Polaco, de alguna manera, buscaba justificar a su invitada, dejando traslucir el efecto que le había provocado.

- Perra - insistió el Gordo alargando la letra “r”.

- O sea – siguió justificándola el Polaco -, que le gustaba pero que sabía que después la culpa la iba a perseguir.

- ¿Y el novio en México? ¡¡¡¡Pero querida, avivate!!!! La gorra que debe tener puesta esa chica y no se da cuenta - exclamó el Chavo. Obviamente le hiciste la psicológica por ese lado, me imagino…

- No, che, la verdad es que no - se sinceró el Polaco.

- El Polaco es buen pibe, Chavo, no hace las guarradas que hacen uds – les recriminó el Conejo al grupo, desligándose de la responsabilidad que le cabía también a él.

- ¿Y yo porque la ligo? - se quejó el Gordo.

- Bueno – desentendiéndose de la defensa del Conejo -, la cuestión es que, hablando, la mina me daba cabida y cuando yo iba para adelante – “Como una tromba”, agregó el Gordo – me volvía a bajar la cabeza y a negarme el beso.

- Uy, ¡la puta madre! - insultó el Leche.

- Y, si… - acompañó el Conejo.

- Así que bueno – retomó el Polaco. La cosa fue que habían silencios muy largos. Yo porque no sabía que hacer entre la calentura y las ganas que le tenía y esta que tenía el tema de la culpa.

- Y que hiciste? – preguntó el Chavo.

- No, bueno, le dije que lo mejor era que se vaya, que sino estaba decidida no era bueno que esté ahí, por ella y por mi - dijo el Polaco.

- Un caballero - reconoció el Conejo.

- ¿Y? - ansioso preguntó el Chavo.

- No dijo nada.

- ¡Pero la puta madre! – puteo el Chavo, golpeando las palmas de sus manos contra cada lado de sus caderas.

- Agarró su saquito, y se fue con la cabeza gacha hacia el ascensor. Cuando llegó, le dije que lo mejor era no vernos más.

- Polaco – interrumpió el Gordo -, no sigas contando esta historia si es que no va a finalizar con que los dos terminaron cruzados en el parquet del living. No sigas sino es así…me hace mal.

- Callate, Gordo, dejalo seguir - pidió el Conejo.

- Bueno – hizo caso el Polaco -, cuando le digo eso, la mina se queda callada, no me dice nada y me da un beso entre el cachete y el labio.

- En la comisura - acotó el Conejo.

- Eso, ahí – confirmó el Polaco. Me volví loco. Y le volví a reclamar. Le pregunté si quería que nos veamos de nuevo y tampoco me contestó.

- Ah, era pelotuda - dijo el Gordo.

- La verdad es que se fue sin decirme nada y me dejó hecho percha – se sinceró el Polaco. Todavía no entiendo que carajo pasó acá adentro ese día. Le mandé varios mensajes en los días siguientes pero no me contestó. Hasta que me cansé y no le escribí mas.

- ¿Y nunca te contesto? - preguntó el Conejo a lo que el Polaco contestó negativamente con su cabeza.

- Puta - dijo el Chavo.

El resto también expresó una serie de improperios hacia la muchacha, un tanto desilusionados por la derrota del compañero, que asumían como propia.

- Bueno. No te hagas drama Polaquito, que esta noche la rompemos en el “bolique” - animó el Gordo. Tomá. Tomate un fernecito.

- Y bueno, Pola, ¿que le vas a hacer? - consoló el Conejo dispuesto a dar una de sus conocidas disertaciones. Las minas son así. Son bichos raros. Nosotros somos lineales, simples. ¿Entendés? Vos le tenías ganas y fuiste al grano. Le metiste vela, música, boludeces, pero eras mas obvio que no se que. La mina te gustó y chau Pinola. Fuiste al frente y esta bien que sea así. Las minas, no. Las minas se enroscan, piensan, dan vuelta y, cuando se deciden, dan dos o tres vueltas más. Que si, que no. Son así. Y también esta bien que así lo sea.

- Sería un cogedero sino - acotó el Gordo quien se sorprendió a si mismo de hacer una lectura tan veloz de lo que había dicho el Conejo, a quien generalmente no seguía en sus razonamientos.

- Tal cual - dijo entre risas el Conejo, feliz de haber causado una aceptación de su discurso. Algo así. O todo lo contrario. No cogería nadie con las vueltas que daría todo el mundo.

- Si, igual hay minas que van al frente, eh – retrucó el Chavo. Acordate de la mina esa que atendía en el café de la esquina de tu casa. ¡Mamadera!

- Uf, tremenda - recordó el Polaco. Cone, esa mina estaba loca.

- No hablen de eso que me hace mal - volvió a advertir el Gordo. Me agarra una cosa acá - dijo apoyándose las cinco yemas de su mano derecha sobre el esternón. No puede haber minas así. Las cosas que te hacía…

- Bueno, pero también hay pibes que son histéricos, o no? - contempló el Conejo, cambiándo de tema, no sintiéndose a gusto cuando el centro de las historias sexuales era él mismo.

- Si, es verdad – reconoció el Leche. Se mezcló un poco la cosita con esto de los metrosexuales.

- ¡¡¡Uh!!! Lo cagaría a trompadas al Cristiano Ronaldo ese, por ejemplo – exclamó el Gordo mordiéndose el labio inferior. ¿Sabes lo que haría? En el saludo inicial ese que se dan al comienzo del partido, ¿viste donde hacen dos líneas y se van saludando? Bueno, cuando el nabo ese me viene a dar la mano, lo saludo con una y con la otra le despeino toda esa cresta de homosexual reprimido que se pone con tres kilos de fijador. Ahí no juega mas el pelotudo ese, se desconcentra. Se la va a pasar buscando las pantallas para peinarse - sostuvo el Gordo, lo que concluyó con un “Puto de mierda”, separando con violencia fonética cada una de las sílabas.

- Igual no estoy tan mal - avisó el Polaco. Solamente que me había encarnizado con esta mina. Estaba buenísima y pensé que venía todo viento en popa. La cuestión es que cuando me salió con lo del novio, no sabía si creerle o no. Me costó un poco el golpe pero bueno, cosas que pasan.

- No te me habrás enamorado, no, Polaco trolo? - preguntó el Gordo.

- No, pelotudo, si la vi dos veces en mi vida nada más. No, ahora ya esta. Ya pasó. Tampoco me voy a volver loco. Ayer salí con la morocha del gimnasio y el martes me quedé después del laburo tomando una cerveza con la atorrantona que hace el delivery de tartas.

- ¿Y, que pasó ahí? - preguntó interesado el Chavo, quien exultaba cada vez que le contaban alguna proeza sexual.

- No, nada, lo de siempre. Con la “tartera” lo de siempre. Unos besos y listo. Y con la morocha, también. Lo que pasa es que no tiene sangre esa mina. Es puro cuerpo pero es un fiambre.

- Entonces no me cuentes nada - dijo desilusionado el Chavo, haciéndo una seña despectiva con la mano derecha.

- Bueno, ¿donde vamos hoy? - pregunto interesado el Leche, pretendiendo darle a la noche un carril mas alegre.

- Tengo un dato de un barcito en Colegiales que se llena de gatos - dijo el Gordo tratando de ser convincente.

- No, Gordo, vos siempre nos llevas a unos antros infestos - recriminó categórico el Conejo. Lo de la salsera de Microcentro fue impresentable. Además, siempre decís “barcito” y son terribles bailantas.

- ¿Te acordas de Cindy? - preguntó a los gritos el Chavo. Que hijas de puta, “Cindy-entes” todas.

- ¡¡¡Que estaba la mina que labura en la casa del Julio!!! - recordó el Conejo. Y encima el Gordo este desagradable le tiró unos tiros…

- Siempre me miró cuando íbamos a comer a lo del Julio esa - se defendió el Gordo.

- Si. El “Grone” del novio también te miraba cuando te hiciste el pelotudo - le recordó el Chavo.

- ¿Que sabía yo? Igual no pasó nada – retrucó el Gordo.

- Si, porque nosotros te sacamos de ahí cagando – le recordó el Leche.

- Naaa, sino estaba haciendo nada – se justificó el Gordo.

- ¡¡¡Gordo!!! ¡¡¡Te la estabas apoyando contra la barra!!! – lo acusó el Chavo.

- No recuerdo, no recuerdo – dijo el Gordo, cerrando los ojos, mientras se reía.

- No, bueno, volviendo al tema – como siempre pretendía el Conejo -. Las amigas de Vicky van a ir a un bar en Palermo. Ojo ahí, eh…

- No, no, no - exclamó el Gordo apurado. Ta´ bien que mis lugares no sean los mas lindos del mundo pero se gana. Los tuyos Conejo están siempre llenos de minas chetas que estan haciendo rostro y no te dan ni la hora.

- Bueno, eso depende. Si viene el Pola, por ahí… – dijo el Conejo.

- Si, bueno, pero tampoco la pavada, porque el Pola se gana a una y las deja a todas calientes con él, todo rubiecito. Pero después salgo del montón yo y las cago de miedo...

- Bueno, Gordo, por ahí a alguna le gusta tu tono “morochon” de barba raída – comentó risueño el Leche.

- No, no, yo la barba siempre la tengo algo “crecidita”, de un par de días. Es mas facherito, y me disimula el “papadello” - dijo el Gordo, frotándose con la mano abierta la parte superior del cuello.

- Por eso - contestó el Conejo.

- Por eso que? – preguntó el Gordo.

- Que “raída” quiere decir eso – explicó el Conejo.

- Ah – dijo el Gordo.

- Es verdad – retomó risueño el Leche, quien disfrutaba gastarlo al Gordo. Si el lugar esta medio oscuro, parece que el Gordo te va a afanar.

- No, pero hoy está bien con esa remera blanca, va a andar bien – dijo el Polaco, advirtiendo que la estima del Gordo era difícil de levantar si todos se ensañaban con él.

- No, no, no, Conejo, dejame de joder - cortó el Chavo. Hoy la flaca salía con sus amigas y seguro que se va a algún lado bueno. Necesito ir a un lugar copado para no sentir que la yegua esta la está pasando mejor que yo.

- Bueno, pero tampoco terminemos siempre en “El Grito”, pidió el Polaco. Entre todos negaron la posibilidad.

- Abrite la otra botellita de fernet, ¿querés Chavo? - pidió el Conejo.

- ¿Ya nos clavamos la primer “tabolle”? – preguntó el Leche.

- Aha – respondió el Chavo desde la cocina, mientras desenroscaba la tapa del aperitivo.

- Uy, ¿ves? – interrumpió el Chavo – ahí está la mina esta, la “Emannuelle”. ¡¡Que terrible pedazo de yegua, por Dios!!.

- Ah, bueno, unos senos importantes – exclamó el Conejo, tratando de ser algo recatado.

- ¿¡Que senos, Conejo culo roto!?. ¡¡Terribles pedazos de tetas!! – gritó el Gordo, mientras se agarraba la cabeza con las dos manos.

- Que lindas que son las minas, por favor – reconoció el Chavo, a lo que todos asintieron con la cabeza y aprobaron con breves dicciones. Con razón insistimos después de cada rebote…

Durante dos o tres minutos, nadie habló sobre ningún tema, concentrándose todos en las “aventuras” que este personaje de la televisión experimentaba en la tierra. Mas de uno aprovechó para recargar su vaso de fernet con cola.

Cuando terminó la escena, el Conejo advirtió:

- Ahí me contesta la minita ésta que está en el bar de Palermo. Dice que hay bastante gente, que vayamos.

- Yo opino el que dije yo – dijo el Gordo.

- No, Gordo, vamos a un lugar mejor. Probemos con el del Conejo y vemos – pidió el Leche. ¿Cuanto sale?

- Creo que $25 pero las chicas estas conocen a los de la entrada así que por ahí pasamos – contestó el Conejo.

- Ojo que yo salí con treinta mangos nomás, eh – advirtió el Chavo.

- Yo te presto cualquier cosa – le ofreció el Leche.

- Bueno, vamos entonces? – preguntó el Conejo. Miren que son las tres, eh.

- Dale, apuren el vaso y vamos – pidió el Polaco.

Apagaron la tele y bajaron en dos ascensores. En la puerta del edificio, alguno saludo a la pasada al portero, aunque otros lo ignoraron y hasta lo insultaron por lo bajo. “Este viejo de mierda no te abre la puerta nunca, no te saluda y encima te pone cara de orto”, dijo el Gordo.

- ¡¡¡Boludo!!! ¿¿¡¡Miren quien me mandó un mensaje!!?? ¡¡¡La rubia!!! – gritó el Polaco.

- ¡¡¡Naaaaa!!! – exclamaron un par.

- ¿Que te dice? – preguntó el Chavo, entusiasmado.

- “Estas despierto? ;)” – leyó el Polaco.

- Quiere guerra, la puta madre – advirtió el Chavo.

- “Queijadepu” - dijo el Gordo.

- ¿Que hago? – preguntó el Polaco.

- ¿Que vas a hacer, pelotudo? Contestale… - le recriminó el Chavo.

- Para, para, para – interrumpió el Leche. Mirá si te hace lo mismo de la vez pasada. Llegas ahí y te está esperando para tomar unos mates con factura.

- ¿A las tres de la matina? Quiere guerra… – reafirmó el Chavo.

- Se arrepintió – dijo el Gordo.

- ¿Quien te lo asegura? – preguntó el Conejo. Por ahí la boluda esta se quedó mal porque no te dio nada y piensa que invitándote a tomar algo y charlar te compensa por la terrible moto que te hizo pasar de largo.

- No creo – dijo el Polaco.

- Por que no? – insistió el Conejo. ¿Estas seguro que es para ir al frente? ¿No estabas seguro que eso iba a hacer en tu casa? Te va a empezar a delirar con el novio. A lo sumo le robas un beso y empieza a hinchar las pelotas. “Que mi novio esto, que mi novio lo otro” y no pasas a mayores. Haceme caso, Polaquito, vamos al bar este que están mis amigas. Ahí tenemos que llevarnos algo, y de última, esta el antro del Gordo, donde no podemos perder.

- Tal cual, Pola – trató de sonar convincente el Leche.

- No se, che – dudó el Polaco.

- Hacé una cosa – intercedió el Chavo-: mandale un mensaje saludándola y preguntándole que va hacer o algo.

- “Ahítá” – dijo el Polaco y comenzó a escribir con el teclado del celular mientras decía en voz alta lo que iba tecleando: “HO – LA QUE HA CES? ES TOY DES PIER TO. VOS? POR QUE PRE GUN TAS?”. Ahí fue – confirmó el Polaco.

- ¿Para que va a ser Polaco? Es obvio – insistió el Chavo.

- No, pará, pará. Pará que conteste – dijo el Polaco no pudiendo evitar que se le refleje el entusiasmo en la cara.

- Me parece igual que se tiene que venir con nosotros – opinó el Conejo.

- Me parece que si - apoyó el Leche.

Se quedaron sentados en el cantero que esta en la puerta del edificio del Polaco. Esperaron unos cinco minutos. Mientras se pasaban la botella de litro y medio de Coca Cola cortada por la mitad, donde habían armado un “Fernet Comunitario”, con lo que quedaba de esas bebidas.

- Che, no pasa naranja, Polaco – dijo el Leche. Me esta agarrando frío.

- Esta yegua lo hizo de nuevo – se quejó el Conejo. Te calentó la cabeza y ahora esta durmiendo tranquila.

- O peor, esta chateando con el novio – metió cizaña el Leche.

- No, pará, pará, no digan esas cosas que me hace mal - volvió el Gordo a juntar sus yemas contra el esternón. Mirá si tiene web cámara y se dicen cosas... No, de en serio, que me hace mal. Soy muy sensible al amor, dijo el Gordo, actuando sensibilidad, lo que provocó que el grupo se riera bastante.

- Vámonos a la mierda muchachos – arengó el Conejo -, que si se hace muy tarde no se si nos van a poder hacer pasar.

- ¡¡La puta madre!! Otra vez me hace la cama esta yegua – se quejó el Polaco

- “Queijadepu” – exclamó el Gordo.

- Me parece que no fue precisamente la cama lo que te hizo esta mina – dijo el Chavo.

- Bueno, vamos – aceptó el Polaco.

- Tranquilo Pola que hoy la rompemos con la Punta de Lanza – se entusiasmo el Leche.

- Si, pero me bajoneó de nuevo la yegua esta – reconoció el Polaco.

- No te hagas dramas que metemos un par de tequilitas y te invito un fernet en la barra – propuso el Conejo.

- Dale – aceptó el Polaco metiéndose las manos en los bolsillos y encogiéndose de hombros.

- Ahí viene un taxi – dijo el Chavo mientras levantaba un brazo.

- ¡¡¡Ahí esta de nuevo!!! – gritó el Polaco mientras sacaba del bolsillo su celular que sonaba con un “ring tone” de un reggaeton de moda. “Nada. Sola en casa y pensando en vos. Queres venir a tomar una cerveza?” leyó de la pantalla de su celular.

- ¿Entran o no, muchachos? – preguntó a los gritos el Chavo desde el interior del taxi.

- Me voy a la bosta – dijo el Polaco mientras metía el celular en el bolsillo y miraba hacia la parada del colectivo.

- ¿¡Que!? – exclamó desde dentro del taxi el Conejo.

- Si, boludos, ¿que quieren que haga? – gritó el Polaco, ya a diez metros, mientras corría en dirección a la parada del 152, que justo venía a media cuadra. “Me voy para la casa de esta mina” fue lo último que gritó antes de subir su pie derecho al primer escalón del colectivo.

- ¡¡No, Polaco de mierda!! – gritó inútilmente el Leche. ¡Te va a volver a hacer lo mismo!.

- Que básicos que somos los hombres, por Dios – dijo el Conejo desde dentro del taxi.

- Polaco, vení para acá, la puta que te parió, Polaco – gritaba el Leche al 152 mientras pasaba frente de ellos, con el Polaco sonriente poniendo las monedas en la máquina. ¡Me cagas la Punta de Lanza la reputa madre!

- Queijodepu – dijo el Gordo.

- Y, muchachos…¿adonde vamos? – preguntó el tachero.

- ¿Donde quedaba la bailanta tuya, Gordo? – le preguntó el Leche.

viernes, 17 de septiembre de 2010

La flor caída

Caminando por la calle distraído te encontró,

recostada sobre un cantero, asfixiada en dolor,

esperando que aquel otro te viera lamentar en él.

Le extrañó ver la intensa humedad sobre vos,

y, de estructura sedosa, ese color primaveral.

Lamentabas su holganza y su doble conducción.

Un pétalo sobre la calle, triste en amor y rencor.

Pero allí te encontraste con él y su fiel devoción.

Entendiste madurando a poco, que un buen libro

se escribe a diario y usando siempre un corrector.

También despacio te fuiste subiendo convencida,

siempre un tren sobre rieles, es buen prometedor

Aquel pétalo tirado, hoy es dulce y fragante rosal.

Seguro destino por delante, esperando multiplicar.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

PMY

Brillan las olas en la costa de tus caderas.

El reflejo del sol en esos ojos, que vienen

Y van con la salobre de tus labios mojados.

Tu belleza ya es ridícula para mi conciencia

Y mi entender, asombrados en cada pendular.

Calor en esas manos que abrazan de mañana.

Afable, dulce y pasiva, solo atormentada

En tu carácter, por los vientos del florecer.

Como tu arena entre mis dedos, el tiempo pasa

Y esa piel ocre me espera en cada tarde,

Con el sol reposando entre tus piernas, tibio.

Juego con el futuro y me pregunto a menudo,

Porque habré tardado tanto en descubrirte,

Sabiendo que me ha llevado poco enamorarme.