Los gritos me despertaron bruscamente. Levanté la cabeza y mi litera estaba ahí, frente al kiosco sobre Avenida Corrientes. Con los ojos entrecerrados alcancé a ver el humo que salía de un edificio, en frente en diagonal. Detrás del humo, las olas del fuego iluminaban el techo y las paredes de una habitación del tercer piso. Confuso, no le di mayor importancia y hasta pensé que era hermoso.
Cuando me reincorporé segundos después, la calle ya había sido ocupada por decenas de curiosos y el fuego, violento, ya había tomado ese piso, otros y el edificio continúo. Los gritos y la desesperación de la gente sonaban angustiantes. La velocidad en que se propagaba el fuego era sorprendente. Ojala tuviera esa voluntad en mi vida, pensé.
Había gente que saltaba directamente desde las ventanas para escapar del infierno. Algunos conseguían caer parados. Otros no.
Un policía, algo gordo, salió del edificio y con movimientos laterales de sus piernas, enfrentándo al público, exigía con sus brazos y a los gritos que colaboren en el socorro de las víctimas. Solo unos pocos le hicieron caso.
Tomé en dirección hacía la esquina, corriendo, dejando atrás los pocos harapos que hacían mi cama. Sentí vergüenza de mi cobardía, pero no creo que alguien se haya dado cuenta.
Cuando me reincorporé segundos después, la calle ya había sido ocupada por decenas de curiosos y el fuego, violento, ya había tomado ese piso, otros y el edificio continúo. Los gritos y la desesperación de la gente sonaban angustiantes. La velocidad en que se propagaba el fuego era sorprendente. Ojala tuviera esa voluntad en mi vida, pensé.
Había gente que saltaba directamente desde las ventanas para escapar del infierno. Algunos conseguían caer parados. Otros no.
Un policía, algo gordo, salió del edificio y con movimientos laterales de sus piernas, enfrentándo al público, exigía con sus brazos y a los gritos que colaboren en el socorro de las víctimas. Solo unos pocos le hicieron caso.
Tomé en dirección hacía la esquina, corriendo, dejando atrás los pocos harapos que hacían mi cama. Sentí vergüenza de mi cobardía, pero no creo que alguien se haya dado cuenta.
2 comentarios:
Yo creo que deberías prender un fazzinggi.
Yo creo que deberías prender un fazzinggi.
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