lunes, 29 de diciembre de 2008

Ese arroyo...

Ese arroyo me supo hablar en el momento justo. Siempre las corrientes de agua me han sabido aconsejar al oído. Después fue toda calma y fluir. Como ese arroyo serrano. Las cosas han cambiado como él mismo, de un momento a otro. Y no encuentra motivo sentir con el corazón de ayer.

Más tarde, el mismo – pero distinto – arroyo, escuchó la mejor charla que he tenido con mi suegro hasta la fecha. Esta vez fue testigo y no consejero. El Brut de vidrio verde en huecos ananaes, fue suavizando una buena charla entre el humo de nuestros cigarros cubanos. Nos contamos algo más que el protocolo y entendimos lo que se esconde detrás de las etiquetas.

De salida, como siempre, salude su corriente revuelta. Sonreí de costado y volví a agradecer su presencia.

lunes, 15 de diciembre de 2008

El Cuervo

El Cuervo tuerce la mano derecha mientras sostiene el vaso largo de plástico semi transparente, con el fernet ya caliente. Los dedos índice y mayor sostienen el LM prendido cinco segundo después del anterior. Pantalón pinzado claro, sweater oscuro y una camisa debajo. Zapatillas de tenis blancas.

Entre las luces del boliche y el humo de su cigarrillo, otea su cara enfrentando al grupo de minitas que baila desentendidas. El Cuervo y su estado deciden que una de ellas le está “histeriqueando”. Se queda parado, mirándola, como escondido entre el antebrazo y hombro derecho, detrás del vaso cada vez mas caliente. Sus ojos risueños le dicen a ella que se esta haciendo la boluda, que él ya se dio cuenta, que la tiene muerta y que está dispuesto a comerla ahí mismo.

Alguna otra noche hubiese optado por hacerle su paso rock registrado. Pero ya es algo tarde para transpirar. Impaciente, la toma de la mano y le clava los dientes en la mejilla derecha. El vaso vuela a la mierda ante el manotazo asustado de la rubia.
Una vez más, calmamos a los que quieren cagarlo a trompadas, quien se va riendo, siguiendo con la mirada a su rubia histérica.

viernes, 5 de diciembre de 2008

La venganza será terrible

La noche del casamiento confirmé que era un verdadero pelotudo. Confirmé otra cosa también: que la mala onda era recíproca. Un serio apretón de manos a la entrada de la Iglesia y ningún diálogo cuando la fiesta recién empezaba y la barra nos encontró acodados uno al otro.

En pleno carnaval carioca, el Enano Sádico – si bien se escondía tras el anonimato de una máscara de plástico, lo revelaba su estatura de elfo- hizo su movida: descargó un chorro de espuma de nieve sobre mi cara.

Recordé – sin esfuerzo alguno –
los acontecimientos de la despedida de soltero, y la ira no tardó en invadir mis venas germanas. Lo tomé de la cara con mi mano izquierda – toda extendida sobre la parte frontal de su cráneo de hobbit -, bajando y rompiendo su careta sonriente. Mi mano izquierda lo tomó luego del lado opuesto de su cráneo, poniendo al Enano Sádico de frente a mis rodillas. Mi espuma de nieve se fue acumulando sobre su rostro desnudo. Las fosas nasales, los ojos, la boca. No arriesgo demasiado, incluso, apostando una mínima ingesta.

Cuando lo solté, volvió en si con el rostro inyectado en sangre – lo advertimos, claro, cuando retiro algo del producto festivo -. Se colgó la careta nuevamente – lo que quedaba de ella -, y se perdió en la multitud. El Ruso no paraba de reírse.

Durante un rato estuvo revoloteando enredador con el frasco en mano, viendo – calculo – la oportunidad de una revancha limpia. Ambos la esperábamos. No tuvo oportunidad.

Espero que el Palmera esté en su luna de miel, tomando tragos tan dulces como el de la venganza. En su honor ha sido en definitiva.

Piel

De frente caminaste hacía mi. Curvilínea, toda vestida de negro. Como tus ojos. Como tu pelo. Miraste por una fracción de tiempo imperceptible, salvo para mi. Cuando estabas por subir el primer escalón, te detuviste como para prestar atención a una amiga, dejando muy poco espacio para poder descender el mismo escalón. Las yemas del índice, medio y anular de mi mano derecha se apoyaron en la parte superior de tu brazo izquierdo. Mientras te pedía permiso los dejé bajar suavemente hasta tu codo. Sentí tu escalofrío. “Me llevo tu piel”, pensé, “no te puedo dejar mucho mas”.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Amigos

"Si dos grandes amigos se pelean por pequeñas diferencias, no eran amigos...y mucho menos grandes" (Anónimo)