Como en un flash, nadie lo mira alrededor. Ese tipo de oscuridad no podía ser notado por nadie más. Dejándose arrastrar por ruidos internos, locuras y demonios, que despejaban su mente hasta que el mundo lo volvía a golpear con sus puños. Un esclavo dándole un baño de luz a sus retinas, esperando que el ruido lo venga a buscar. “Yo te quiero conocer igual”, al limite de sus ojos y su conciencia. Solo él y nadie más.
En algún pliego secreto, allí debajo de su corazón, todo escrito estaba. Las huellas pequeñas llegaban hasta la esquina y desaparecían. Rindiendo exámenes de conciencia, nunca supo de que estaban hablando. Lucía tan atractiva hoy. Pero se paro y se fue, por aquella esquina. “No solo era acostarme con vos“. “No juegues así conmigo, soy así de simple“.
Su casa era un abrazo con aromas, con adoquines en los pisos y chapas en los techos. Lo asustó un instante de sinceridad, tosiendo la verdad. Una guerra entre dos buscando su lugar. La soledad, sombría, perdió su naturaleza divina. Por las noches, desespera. Camina por el cuarto, el baño, la casa. Baja las escaleras y mira para la esquina. Se hace de día y ya no cree ver las huellas. Lo importante es olvidar. Sentado sobre el escalón de ladrillos viejos, mojados por la lluvia reciente, no le interesaba la humedad en su pantalón. Sus manos estaban hace rato sobre su rostro, presionando hacia abajo. Los parpados arrastrados dejaban ver la parte interior de sus ojos, entre amarillentas y moradas.
“No se que son aquellas luces“, otra vez, que buscan la imitación arrogante del silencio y la oscuridad. Las luces van y vienen, golpean los parpados ahora cerrados. Oye un cometa gritar. “Arrogante yo“. “Cagon, te vas de bruces“.
Su cabeza esta llena de grietas, cubierta de farsas, el presente repite el pasado y el tiempo no para. “Vos me estas mirando y yo voy a caer, colgado en tu sien, desaparecer una vez mas. No me ves pero ahí voy, detrás de tus pasos y huellas, ahí voy, en busca de mi prisión con llaves que solo cierran“. La lluvia de nuevo le pega de frente con sus piernas que tropiezan sus rodillas. Cada vez que llega a la esquina es otra cuadra que debe recorrer, detrás de una esperanza eterna. Un pacto para vivir, le propuso. En los restos del amor que quedaba en aquella conversación. Un camino recto y simple para sobrevivir. Ella no acepto. Se paro y se fue. No solo quería acostarse. Se lo dijo. Desenlace en un cuento de terror, que ahora lo trae caminando. Buscando ya casi otro cuerpo, otra voz, consumiendo inviernos, para salir de ella, intoxicado, loco y sin humor.
“No me hubieras besado esa noche, porque esa misma noche encontré el amor. Como te extraño mi amor porque será, me falta todo en la vida si no estas. Te extraño tanto que voy a enloquecer“. Confía en el paso del tiempo como otra solución para encontrar la calma, se arrodilla en su pecho para encontrar la ternura perdida, en los brazos ajenos, esporádicos y tarifados. Nadie espera por el. “A ver si alzando las copas forajidas vienen un cielo de enfermeras para lamer sus heridas de amor. Una enfermera del amor. Por las noches la soledad desespera”.
Si hiciera una lista de sus errores. De los menores hasta los peores. Expusiera sus heridas, los fracasos y mentiras. Arriba estaría ella, sus huellas y esa esquina. Con la paciencia del mar esperará y, de sus olas, la confianza y la fuerza. Si hiciera un viaje a sus adentros y sobreviviera a los lamentos. “Necesitaría fuerzas para decir cuanto lo siento”. Si volviera a comenzar, no tendría tiempo de reparar esas huellas y sus esquinas.
En algún pliego secreto, allí debajo de su corazón, todo escrito estaba. Las huellas pequeñas llegaban hasta la esquina y desaparecían. Rindiendo exámenes de conciencia, nunca supo de que estaban hablando. Lucía tan atractiva hoy. Pero se paro y se fue, por aquella esquina. “No solo era acostarme con vos“. “No juegues así conmigo, soy así de simple“.
Su casa era un abrazo con aromas, con adoquines en los pisos y chapas en los techos. Lo asustó un instante de sinceridad, tosiendo la verdad. Una guerra entre dos buscando su lugar. La soledad, sombría, perdió su naturaleza divina. Por las noches, desespera. Camina por el cuarto, el baño, la casa. Baja las escaleras y mira para la esquina. Se hace de día y ya no cree ver las huellas. Lo importante es olvidar. Sentado sobre el escalón de ladrillos viejos, mojados por la lluvia reciente, no le interesaba la humedad en su pantalón. Sus manos estaban hace rato sobre su rostro, presionando hacia abajo. Los parpados arrastrados dejaban ver la parte interior de sus ojos, entre amarillentas y moradas.
“No se que son aquellas luces“, otra vez, que buscan la imitación arrogante del silencio y la oscuridad. Las luces van y vienen, golpean los parpados ahora cerrados. Oye un cometa gritar. “Arrogante yo“. “Cagon, te vas de bruces“.
Su cabeza esta llena de grietas, cubierta de farsas, el presente repite el pasado y el tiempo no para. “Vos me estas mirando y yo voy a caer, colgado en tu sien, desaparecer una vez mas. No me ves pero ahí voy, detrás de tus pasos y huellas, ahí voy, en busca de mi prisión con llaves que solo cierran“. La lluvia de nuevo le pega de frente con sus piernas que tropiezan sus rodillas. Cada vez que llega a la esquina es otra cuadra que debe recorrer, detrás de una esperanza eterna. Un pacto para vivir, le propuso. En los restos del amor que quedaba en aquella conversación. Un camino recto y simple para sobrevivir. Ella no acepto. Se paro y se fue. No solo quería acostarse. Se lo dijo. Desenlace en un cuento de terror, que ahora lo trae caminando. Buscando ya casi otro cuerpo, otra voz, consumiendo inviernos, para salir de ella, intoxicado, loco y sin humor.
“No me hubieras besado esa noche, porque esa misma noche encontré el amor. Como te extraño mi amor porque será, me falta todo en la vida si no estas. Te extraño tanto que voy a enloquecer“. Confía en el paso del tiempo como otra solución para encontrar la calma, se arrodilla en su pecho para encontrar la ternura perdida, en los brazos ajenos, esporádicos y tarifados. Nadie espera por el. “A ver si alzando las copas forajidas vienen un cielo de enfermeras para lamer sus heridas de amor. Una enfermera del amor. Por las noches la soledad desespera”.
Si hiciera una lista de sus errores. De los menores hasta los peores. Expusiera sus heridas, los fracasos y mentiras. Arriba estaría ella, sus huellas y esa esquina. Con la paciencia del mar esperará y, de sus olas, la confianza y la fuerza. Si hiciera un viaje a sus adentros y sobreviviera a los lamentos. “Necesitaría fuerzas para decir cuanto lo siento”. Si volviera a comenzar, no tendría tiempo de reparar esas huellas y sus esquinas.
2 comentarios:
Cuento escrito mientras escuchaba algunos temas de Babasonicos, Bersuit Vergarabat y Cafe Tacuba. Intencionalmente tomé varias frases de muchas de sus canciones.
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