Miro y miro entre los pliegues de esta cama gigante, tu pelo que desespera entre mis ojos y me deja ciego con tu olor. Me enrollo entre tus piernas suaves y mágicas para esta noche de invierno. Te abrazo por detrás y vuelvo a embestir ante tu acomodamiento a mis brazos. Pienso en lo que nos estamos perdiendo solo por dormir. Imagino un despertar cargado de emociones y sorpresas, como las que te pedí. Te vuelvo a abrazar un poco más, te beso el hombro dos o tres veces e insisto con oler la suavidad de tu piel. El cuarto oscuro solo vive por el sonido de nuestras respiraciones y los roces del plumón. Te envuelvo con una pierna y ya puedo sentir que te estoy dando el calor que necesito. Feliz, te escucho decir: “Tshtch, ¡déjame dormir!”, mientras de un ligero codazo en el pecho me mandas al otro wing del sommiere.
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