Miro por la ventana del estudio hacia la playa. Un niño de unos doce años, con boina roja, arroja piedras al mar. No tiene preocupaciones, salvo tirarlas cada vez más lejos. No piensa en préstamos ni hipotecas. No piensa en su trabajo ni en su jefe déspota. No piensa en cambiar el auto ni en comprar otro para su esposa. No tiene futuro de hijo alguno que planear, ni bienestar que calcular. No hay listas de supermercados ni servicios que pagar. No tiene que soportar compromisos sociales para el fin de semana. No tiene que llevar ni buscar a nadie. No le importa más que el alcance de su piedra. Probablemente no hay ni un peso en sus bolsillos y eso es lo que menos le interesa. El viento juega con los bordes de su remera y él solo con sus piedras el mar golpea...
Ya te va a tocar, la c… de tu madre…
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