"El que se calienta pierde", me dijo alguna vez Danielito. Acababa de mandar al demonio con razón a algún abogado. El acuerdo transaccional en vistas se complicaba, lo cual era un embrollo en definitiva para nuestro cliente y para los honorarios del estudio, en definitiva.
Se mostraba palmaria la sabiduría de aquellas palabras, contrariando el ímpetu de mi insobornable conciencia y pétrea voluntad.
Varias veces más me acorde de aquel momento, siempre después de que mi carácter (definido por mi amigo Spike como "insoportablemente cabrón") haya contrariado el sentido de esas palabras.
El inconveniente viene a plantearse en virtud que la descarga, la puteada, "las cuarenta", "la fresca", o básicamente decirle al otro marmota en la cara lo que se merece, es un acto de Justicia con uno mismo, una manifestación de principios y valores sobre aquello que no se comparte ni se negocia. Hay cuestiones que lo permiten, otras no... Y sobre las últimas, el hacerlo es una necesidad.
Hoy tengo las palabras de Danielito zumbando en mi oído. Tengo a un compañero de laburo, bastante garca, con muchas ganas de darle la serenata con paso adelante incluido. Se lo merece. Habla por atrás, se hace el bueno, pone caras, se hace el sabio. Un imbecil, bah. Pero bueno, es el laburo, hay que seguir. Mañana hay que venir de nuevo. Pasado lo mismo. No es mi estudio. No soy su jefe...
"El que se calienta pierde"...Me cago en Danielito.
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