Estuve leyendo algunas cosas sobre los tatuajes. En primer lugar, me llamó la atención la definición psicológica del mismo: “una manifestación masoquista de pertenecencia a un grupo”. Aparentemente, este propósito de inclusión sectorial se da incluso cuando el sujeto tatuado desconoce a que grupo quiere pertenecer.
En segundo lugar, pude dar cuenta de ciertas figuras históricas que decidieron adornar su piel con algún motivo. Por ejemplo, Jorge V, Rey de Inglaterra, Nicolás II, zar de Rusia o John F. Kennedy, Presidente de EUA, lo hicieron en su momento.
¿Quién hubiese imaginado que Thomas Alva Edison (si, si, el que inventó la bombilla de luz y el fonógrafo) tenía tatuado en su antebrazo izquierdo cinco puntos – como en los dados? Sabido es que, actualmente, ese es el tatuaje que comúnmente se hacen los presidiarios.
El mismísimo Winston Churchill, primer ministro británico y gran protagonista de la Segunda Guerra Mundial, tenía un ancla en uno de sus brazos, al mejor estilo Popeye.
Por último, me enteré que hoy en día no es tan difícil remover un diseño: para suprimir totalmente un tatuaje se utiliza un laser (los más adecuados son de Alejandrita, de Rubí o el ND-YAG, que actúan directamente sobre el pigmento sin producir lesiones en la piel). Aparentemente, basta con 3 o 4 sesiones para la desaparición total del dibujo. La sesión de tratamiento dura unos pocos minutos, siendo sus impactos algo molestos aunque no dolorosos.
La verdad es que se me han caído algunos mitos. ¿Alguien sabe donde puedo conseguir un buen diseño de la Cruz del Sur?
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