Flor fantaseaba con el suicidio (me lo dijo un día en el colectivo).
Le daba vergüenza admitirlo y por eso me exigía silencio. Creo que sabía que solo pedía ayuda o de alguna forma forzar lo que quería.
Se sentía triste (seguro) pero intuyo que no perdía la esperanza de cambiar las cosas. Dijo, poco articuladamente, que se sentía desvalorada pero que también cansada de ser la causa de sus tristezas. Sabía que no podía pretender que la quieran como ella quería, ¡pero que bueno si así lo fuera!.
Supuse (por su llanto) que le dolían más las oposiciones de sus amigas ante sus reclamos que los reclamos en si.
Ya en el bar, con un wiskey de por medio, me volvió a decir que a veces imagina que si ella desaparece sabrán echarla de menos y arrepentirse de no acudir a su pedido de auxilio. En ese momento recuerdo que sus palabras me parecieron infantiles.
Supuse que Flor sabía que, en realidad, jamás iba a cumplir con su promesa (es fácil ver que no podría dejar atrás tantas cosas de su vida), pero le gustaba pensar que si. Sin embargo, de alguna forma quería que cada tanto sus amigas la hagan sentir que estaba viva. Que la querían. Que la valoraban. Dejar de pensar que ella estaba ahí solo porque ella así lo había forzado.
¡Carajo que cuesta reconocer los defectos! En definitiva, creí que sabía que todo se trataba de sus dramas y las vueltas que la hacían sentir así.
De alguna forma me reconoció que, en realidad, sus amigas la querían a su modo y ella no podía pretender cambiarlas. De hecho, aceptaba que nadie la podía cambiar a ella.
Sugerido un psicólogo, me contestó que no creía en eso. En definitiva, ¿Por qué habría de confiarle su vida a una mera opinión?
No se, mientras pagaba la cuenta y la invitaba a cambiar de bar, de alguna forma dejé de sentir desprecio por esta mina emocionalmente inestable, para mirarla finalmente con lástima. Pena por su estado, pena por su contrariedad. Pena por esos propios obstáculos que no la dejaban ser libre. Gozar de lo que tenía y buscar lo que es verdadero.
Llegados a la esquina, le inventé una excusa para volver a casa. La dejé en la parada del bondi y me volví pensando en otras cosas.
De Flor solo volví a saber hace una semana, cuando hojeando el Clarín, vi que algunos amigos citaban su nombre para darle una última despedida.
1 comentario:
Uhhh... tremendo. Doloroso.
Cierto o no el relato, el pensamiento suicida que busca un efecto (aquí o en el mas allá)está bien descripto. Me hizo acordar a un trabajo practico donde analice el suicidio (hay un libro homónimo de Emile Durkeim)y a suicidas famosos como Storni, Lugones, De la Torre, Parravicini, quienes se quitaron la vida para la misma época, casualmente o no. Y recorde muchas cosas que leí entonces.
Saludos
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