Ese arroyo me supo hablar en el momento justo. Siempre las corrientes de agua me han sabido aconsejar al oído. Después fue toda calma y fluir. Como ese arroyo serrano. Las cosas han cambiado como él mismo, de un momento a otro. Y no encuentra motivo sentir con el corazón de ayer.
Más tarde, el mismo – pero distinto – arroyo, escuchó la mejor charla que he tenido con mi suegro hasta la fecha. Esta vez fue testigo y no consejero. El Brut de vidrio verde en huecos ananaes, fue suavizando una buena charla entre el humo de nuestros cigarros cubanos. Nos contamos algo más que el protocolo y entendimos lo que se esconde detrás de las etiquetas.
De salida, como siempre, salude su corriente revuelta. Sonreí de costado y volví a agradecer su presencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario