“Cuando lo vi, un odio me invadió el pecho como un calor creciente. El Petiso canchero compartía conmigo el colectivo que nos llevaba hacia el avión, con rumbo al sur. “Siempre fui un cobarde”, pensé y supe que jamás haría algo para vengar mi bronca. Recordé las imágenes y el odio se transformó en un escalofrío que recorrió mi espalda.
El balón quedó corto en el tiro de mi marca. Dio con fuerza en la parte de adelante del aro. El rebote fue a dar a la altura de la marca para lanzar tiros libres. Un poco hacia la izquierda. Ganado el rebote, el balón cruzó los aires hacia mi, quien ya corría la contra. La recibí, solo, a la altura de la mitad de la cancha. Un doble fácil. Entrando a la zona del equipo rival, quise asegurar mi soledad. Lo vi al Petiso persiguiéndome, recién a la altura de la mitad de la cancha. Un par de piques, paso derecho, paso izquierdo, una bandeja tranquila…
Cuando voy a dejar el balón cerca del rectángulo que hace las veces de marco para el aro, un golpe seco, pero que a la vez retumbó en el viejo gimnasio de chapas, me sorprendió al punto que casi doblo mi tobillo al caer. El Petiso, no se como, no solo logró alcanzarme, sino que me metió una “tapa” descomunal. Violenta. Soberbia como él mismo. El árbitro tuvo que ir a buscar la pelota dentro de los baños femeninos.
Los aullidos, el “gaste” y las cargadas fueron sostenidas durante varios segundos, mientras yo trataba de meterme dentro de la tierra por un buen rato.
No recuerdo como termino ese partido. Calculo que habremos perdido. Yo, seguramente, no pude levantar mi nivel de juego.
El Petiso ahora va subiendo la escalera del avión. Me parece que sigue midiendo como en aquel momento, a nuestros 15 años, un metro sesenta centímetros aproximadamente. Si bien le saco unos treinta, sigo pensando que jamás voy a tener mi revancha.
Espero que tenga aerofobia…”
5 comentarios:
Me encanta eso de que la bola haya ido a parar a los baños. No hay nada que haga más gráfica esta (humillante) escena.
No te preocupes, Guille. Humillación fue "calentar" haciendo flexiones de brazos y que el banco del mismo equipo se cagara de risa.
Rato después, en medio del partido, una soberbia tapa de Opi me dejó el ánimo por el piso.
Ja ja ja ja.
Gran aneda. Estabamos en Carmen de Patagones o en Viedma?
No, era ahí nomás, en el Gimnasio Municipal de Trelew.
Hice un mix de recuerdos. En el verano pasé con el auto por la puerta del gimnasio y me agarró una melancolía tremenda. Tendría que haber entrado para ver como esta. Creo que la última vez que entré fue hace once años para nuestra fiesta de graduación.
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