El año pasado gané una pelota de fútbol en un casamiento. La novia había arrojado el ramo, de espaldas a sus amigas, para que alguna de esas chicas solteras tenga la esperanza de imitarla algún día. Luego, el novio, para darle un toque original al momento, hizo lo propio con un balón de "fobal". Nike. Blanco. Brillante. Con la famosa pipeta en negro. Hermoso. En aquella oportunidad, tuve un momento de gran lucidez para mi condición en esos momentos. "Mido 1,92 mts", pensé. "no hay chance que no sea mío". Los jóvenes asistentes al evento, se agruparon como monos, a unos tres o cuatro metros de la espalda del novio. Se empujaban, sudados, apretados. Sonrientes pero codiciosos. Parecía que la única forma de ganar el esférico balón era meterse en el medio, dar algunos codazos, poner el culo duro y tratar de saltar mas que los demás.
Contrariamente al ideal para vencer, me alejé un poco de la manada hormonal. En verdad, no parecía tener mayores chances, parado un poco al costado, ligeramente adelantado de todos ellos y con las manos en el bolsillo. Incluso creo haber puesto cara de superación del tipo "no vale la pena el esfuerzo". Alguna sonrisa de costado, como para "acompañar" el momento.
Marianito miró para atrás, preguntó si estaban listos y comenzó a arrojar el balón...
Las manos salieron de ms bolsillos. Un paso (con la derecha), otro paso (con la izquierda), salto vertical con la mano extendida en alto. Basquétbolisticamente, calculo que la imagen pudo haberse comparado con un alley-up ...
Cuando caí al piso, asegurando la pelota con ambas manos, miré a los atónitos festejantes. Asombro. Bronca. Alguna puteada. Me di vuelta, sonriente, y me fui hasta mi mesa, escuchando alguno que pedía que se anule mi recepción y se repitiera el juego.
Cuando vino Marianito a comentarme del enojo de sus amigos, me reí un poco aunque comprendí que mi maniobra no había sido del todo justa para con ellos: nunca les di la chance de competir. "Mala leche", me justifique ante ellos. "Calculo que no volveré a hacerlo de nuevo", traté de mediar.
Ayer se casó el Poli. La novia tiró el ramo, como siempre, y él trató de ser original como Marianito. Nada mas que esta vez era un Johnny Walker, etiqueta roja (la caja vacía obvio)...
Calculo que cuando empiece el frío de otoño, lo sacaré de su preciosa envoltura para convidarle unos hielos, tanto al gran Juancito Caminador, como a esa idea de haber estado otra vez un segundo adelante de toda la monada transpirada.
1 comentario:
Espero verlo en Canals, en noviembre.
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