El baño era pequeño, oscuro, sucio y mojado. Sus azulejos eran de un azul ocre del cual chorreaba la humedad condensada. La única luz estaba oculta tras el durloc de la deficiente separación de cubículos. El piso, regado de un dudoso líquido, también mostraba el deterioro de una construcción golpeada en su revoque. La música retumbaba las paredes, y el grito de los ocasionales ebrios lo incomodaban en su encierro. El humo propio del cigarro y la noche se mezclaban con el calor de aquel recinto enclaustrado.
Salió. Disimuló un poco su transpiración. Saludo a lo lejos un par de conocidos. Se sintió observado al principio, aunque logró pensar lo contrario una vez mimetizado en la muchedumbre. Buscó a su amigo. Lo encontró un poco más allá de la primera columna. Estaba charlando con un par de pichones - como le gusta decir -, siempre con la cerveza en la mano. Se le paró adelante haciéndolo retroceder unos centímetros. Le acercó la boca al oído y le dijo:
“Haber cagado en ese baño y no haberme ido a casa demuestra, sin lugar a dudas, lo mucho que te quiero. Feliz cumpleaños, Pajero”. El otro se rió primero, y lo abrazó después.
La liberación literaria de un sistema de estructuras, para volcar en palabras dislocadas las inspiraciones que quedan afuera de legales rigideces.
lunes, 28 de abril de 2008
viernes, 18 de abril de 2008
Monada
(Foto de los integrantes de la barra brava de River prohibidos de acceso al Monumental).
Deberíamos rever ese concepto que dice que los hinchas riverplatenses son todos rubiecitos y los xeneises morenitos, no?
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Balompié,
Pensamientos y misceláneas
jueves, 17 de abril de 2008
El fútbol es un resultado
A raíz de las muchas opiniones vertidas últimamente respecto del desempeño del Club Atlético River Plate desde la asunción a la dirección técnica del Sr. Simeone, he de decir – a pesar de mi conocido fanatismo por el conjunto xeneise – que no puedo dejar de resaltar su andanada triunfadora.
Puede optar por criticar a quienes del mismo cuadro riverplatense ahora resaltan la punta del campeonato cuando se hacen llamar a si mismos defensores del fútbol vistoso o paladar negro. No sería la primera vez que critique la hipocresía, en cualquiera de sus formas.
Prefiero defender lo hecho hasta aquí por el otrora aguerrido mediocampista de la selección nacional toda vez que comparto con su dirección técnica la idea principal – a mi modo de ver – detrás del querido deporte del balompié: el fútbol es un resultado.
“¡No!” exclamaran muchos defensores de las letras y el idilio futbolístico, quienes comenzaran a esgrimir por su locuaz y verborrágico estilo las palabras aprendidas de sus maestros falsarios. Evocaran a Holanda del 74, parafrasearan al flaco Menotti, e intentaran citar a Cappa, Córdoba o tantos otros.
Simplemente a ellos podré decirles que desde el fondo de mi corazón desearía que las cosas fueran como ellos dicen. Un mundo maravilloso donde la belleza es mejor que la eficacia y lo hermoso es el ideal a seguir. Pero no. Y creo que ni para ellos eso es posible. Y verán porque…
No se como vive todo el mundo la pasión del fútbol, pero me arriesgo a decir que aquel que lo vive con el interés propio de la actividad, experimenta los partidos con la emoción conveniente al que arriesga algo. Así como no se le puede pedir una sonrisa a al salir el nueve a quien apostó al doble cero en la ruleta, no puede pretenderse de quien alienta a su equipo que piense líricamente en la belleza del juego antes que en la consecución de los objetivos de su conjunto.
Durante los noventa minutos, el hincha vive el partido con sufrimiento. No dispone de uñas prolijas en virtud de la compulsión nerviosa. Tiene inconvenientes con su vecino porque no puede evitar gritar un gol sobre la hora, jugándose el partido en horario de siesta dominical. Termina abrazado a cualquier desconocido de dudosa suerte en la tribuna eufórica de gol. Hay muchos ejemplos.
Por todo esto, el fútbol es un resultado. Se debe ganar. Si o si. Esa necesidad se debe como correlato a lo sufrido y pendiente del hincha tras el alambre. Como justificativo para su inversión pasional. Como aliciente a las pérdidas físicas experimentadas a lo largo de la hora y media de emoción futbolera. Como retribución si se quiere.
Obviamente que jugando lindo hay mas oportunidades en la conquista, pero eso no siempre es así. El mencionado Menotti se ha cansado de fracasar en los últimos treinta años al no revisar su programa de objetivos.
No se pretende justificar a ciertas prácticas antideportivas como se ha visto en alguna ocasión detrás de un alfiler de gancho o un bidón de laxante, pero si se quiere resaltar como con la filosofía vista se puede hacer feliz a mucha gente. Y eso es lo que vale.
Lo ha hecho el Sr. Bianchi conmigo. Lo hace el Sr. Simeone para otros.
Puede optar por criticar a quienes del mismo cuadro riverplatense ahora resaltan la punta del campeonato cuando se hacen llamar a si mismos defensores del fútbol vistoso o paladar negro. No sería la primera vez que critique la hipocresía, en cualquiera de sus formas.
Prefiero defender lo hecho hasta aquí por el otrora aguerrido mediocampista de la selección nacional toda vez que comparto con su dirección técnica la idea principal – a mi modo de ver – detrás del querido deporte del balompié: el fútbol es un resultado.
“¡No!” exclamaran muchos defensores de las letras y el idilio futbolístico, quienes comenzaran a esgrimir por su locuaz y verborrágico estilo las palabras aprendidas de sus maestros falsarios. Evocaran a Holanda del 74, parafrasearan al flaco Menotti, e intentaran citar a Cappa, Córdoba o tantos otros.
Simplemente a ellos podré decirles que desde el fondo de mi corazón desearía que las cosas fueran como ellos dicen. Un mundo maravilloso donde la belleza es mejor que la eficacia y lo hermoso es el ideal a seguir. Pero no. Y creo que ni para ellos eso es posible. Y verán porque…
No se como vive todo el mundo la pasión del fútbol, pero me arriesgo a decir que aquel que lo vive con el interés propio de la actividad, experimenta los partidos con la emoción conveniente al que arriesga algo. Así como no se le puede pedir una sonrisa a al salir el nueve a quien apostó al doble cero en la ruleta, no puede pretenderse de quien alienta a su equipo que piense líricamente en la belleza del juego antes que en la consecución de los objetivos de su conjunto.
Durante los noventa minutos, el hincha vive el partido con sufrimiento. No dispone de uñas prolijas en virtud de la compulsión nerviosa. Tiene inconvenientes con su vecino porque no puede evitar gritar un gol sobre la hora, jugándose el partido en horario de siesta dominical. Termina abrazado a cualquier desconocido de dudosa suerte en la tribuna eufórica de gol. Hay muchos ejemplos.
Por todo esto, el fútbol es un resultado. Se debe ganar. Si o si. Esa necesidad se debe como correlato a lo sufrido y pendiente del hincha tras el alambre. Como justificativo para su inversión pasional. Como aliciente a las pérdidas físicas experimentadas a lo largo de la hora y media de emoción futbolera. Como retribución si se quiere.
Obviamente que jugando lindo hay mas oportunidades en la conquista, pero eso no siempre es así. El mencionado Menotti se ha cansado de fracasar en los últimos treinta años al no revisar su programa de objetivos.
No se pretende justificar a ciertas prácticas antideportivas como se ha visto en alguna ocasión detrás de un alfiler de gancho o un bidón de laxante, pero si se quiere resaltar como con la filosofía vista se puede hacer feliz a mucha gente. Y eso es lo que vale.
Lo ha hecho el Sr. Bianchi conmigo. Lo hace el Sr. Simeone para otros.
Anestesiado
Según apareció publicado en Infobae digital, un vecino de la localidad rusa de Vólogda ingresó en el hospital de dicha ciudad con un cuchillo de cocina clavado en la espalda. El instrumento tenía aproximadamente 15 centímetros de longitud, habiendo transpasado tejidos blandos, rozando incluso levemente la pared pulmonar.
Al parecer, el responsable del hecho fue un vigilante de seguridad y compañero de trabajo de la víctima quien le había clavado el cuchillo. El herido contó que habían pasado la tarde bebiendo en la garita de vigilancia y en algún momento llegaron "a las manos".
Lo curioso del hecho fue que, al día siguiente y amanecido con resaca, la víctima volvió a su hogar y se acostó a dormir la siesta, reparando su mujer varias horas después que un objeto extraño sobresalía de la espalda de su marido.
El hombre en cuestión, Yuri Lialin, manifestó que había sentido algo incomodo al acostarse, pero que no había reparado que era un cuchillo.
A partir de esto, no creo que ninguna historia de borrachos pueda sorprenderme.
Al parecer, el responsable del hecho fue un vigilante de seguridad y compañero de trabajo de la víctima quien le había clavado el cuchillo. El herido contó que habían pasado la tarde bebiendo en la garita de vigilancia y en algún momento llegaron "a las manos".
Lo curioso del hecho fue que, al día siguiente y amanecido con resaca, la víctima volvió a su hogar y se acostó a dormir la siesta, reparando su mujer varias horas después que un objeto extraño sobresalía de la espalda de su marido.
El hombre en cuestión, Yuri Lialin, manifestó que había sentido algo incomodo al acostarse, pero que no había reparado que era un cuchillo.
A partir de esto, no creo que ninguna historia de borrachos pueda sorprenderme.
jueves, 10 de abril de 2008
El Alamo: adiós a un mito
Van a tirar abajo un pedazo de mi adolescencia. De la de mis hermanos. De los padres de mis amigos. De sus tíos. De gente grande y más reciente también.
“El Alamo” cierra sus puertas para nunca mas darle la bienvenida en temporada estival a una nueva generación de precoces jaraneros.
Atrás quedarán aquellas noches de licencia en el boliche de la playa. Salir de su oscuridad y chocarse con el sol de frente, sobre el cielo azul y el mar celeste. Atrás quedará el recuerdo del rebusque en la arena fría junto a la compañera de turno.
Atrás quedaran sus rincones oscuros. Su barra repleta. Sus baños húmedos y los reservados duros. Atrás queda su techo de paja y su pista guerrera. La boca baldeada con cerveza de botella. Amigos, historias, memorias. Todas se caen con sus paredes de cemento.
Atrás quedo yo, abrazándome al recuerdo de aquellos años y sus buenos momentos.
“El Alamo” cierra sus puertas para nunca mas darle la bienvenida en temporada estival a una nueva generación de precoces jaraneros.
Atrás quedarán aquellas noches de licencia en el boliche de la playa. Salir de su oscuridad y chocarse con el sol de frente, sobre el cielo azul y el mar celeste. Atrás quedará el recuerdo del rebusque en la arena fría junto a la compañera de turno.
Atrás quedaran sus rincones oscuros. Su barra repleta. Sus baños húmedos y los reservados duros. Atrás queda su techo de paja y su pista guerrera. La boca baldeada con cerveza de botella. Amigos, historias, memorias. Todas se caen con sus paredes de cemento.
Atrás quedo yo, abrazándome al recuerdo de aquellos años y sus buenos momentos.
jueves, 3 de abril de 2008
El Ruso: mujeres desnudas por él
Las chicas lo miran a él. Siempre lo miran a él. El grupo es grande y con variedad, pero ellas insisten con él.
Rubio, estatura normal, ojos claros, cara angulosa y barba de un par de días. Todo dicho para ellas. Cada vez que alguien un paneo por la pista, alguna lo esta mirando. Y él hace como que no le importa (está acostumbrado).
Pero al resto si. La banda se pone loca, y hasta alguno hace un chiste con tajearle la cara. Tienen que salir con pico y pala a la periferia para rescatar un empate sobre la hora.
Él ahora baila con la rubiecita del grupo. Gran cuello, hermosa espalda y mejor final. La da vuelta, la hace girar. Ella se marea un poco pero se ríe. Y él controla la situación. Alguno del grupo quiere sacar a bailar a alguna amiga de la blonda pero no…están las cuatro, contra la barra, mirando a la pareja como baila. En realidad lo miran a él. Y en las caras se le puede leer un “¿no es divino?”. Están contentas por su amiga, pero también deseosas que la largue de una vez y saque a alguna de ellas.
Se escucha de fondo: “¡Ruso, la puta que te parió! ¡Vamos a trajearle la cara al hijo de putas este!”. Alguno se ríe. Otros no.
El Ruso se aburre de la rubia, la suelta y va para la barra a buscar una cerveza. Cinco minutos de sana competencia en la pista. Codazos, empujones, tiros, puteadas. Sudor. Vuelve el Ruso…vuelve la guerra de trincheras en la periferia, piensan todos, buscando las sobras del Ruso.
Él se acerca de nuevo al grupo de chicas. La Rubita deja su vaso en la barra como para poder agarrar la mano que seguramente él le iba a tender. Las otras pusieron cara de “que suerte…”. Pero no…se acerca a la más alta. La mas linda del grupo (si, mas que la rubia), quien le dice que si sin dudarlo, sin darse cuenta que la blonda la miraba con cara de sorpresa.
Momento de cumbias y reggeatones…el Ruso usa las tácticas de siempre, hasta que consigue que sea ella quien lo abrace desde atrás. Todo dicho. De eso al beso quedan escasos segundos.
Ahora si la banda, viendo que la esperanza de ellas se esfumó, gana terreno de juego y empieza a sacar al resto del grupo, menos a la rubia que sigue mirando con odio a su amiga. Algunos ganan. Otros no. Se escucha por ahí un “¡¡¡Buena, Ruso!!!” de alguno.
Mientras se escapa la noche por la salida de emergencia, ellas avisan que se van. Todas juntas obviamente. La Banda se reúne en la barra y esperan que el Ruso vuelva a abrir caminos en la pista.
Rubio, estatura normal, ojos claros, cara angulosa y barba de un par de días. Todo dicho para ellas. Cada vez que alguien un paneo por la pista, alguna lo esta mirando. Y él hace como que no le importa (está acostumbrado).
Pero al resto si. La banda se pone loca, y hasta alguno hace un chiste con tajearle la cara. Tienen que salir con pico y pala a la periferia para rescatar un empate sobre la hora.
Él ahora baila con la rubiecita del grupo. Gran cuello, hermosa espalda y mejor final. La da vuelta, la hace girar. Ella se marea un poco pero se ríe. Y él controla la situación. Alguno del grupo quiere sacar a bailar a alguna amiga de la blonda pero no…están las cuatro, contra la barra, mirando a la pareja como baila. En realidad lo miran a él. Y en las caras se le puede leer un “¿no es divino?”. Están contentas por su amiga, pero también deseosas que la largue de una vez y saque a alguna de ellas.
Se escucha de fondo: “¡Ruso, la puta que te parió! ¡Vamos a trajearle la cara al hijo de putas este!”. Alguno se ríe. Otros no.
El Ruso se aburre de la rubia, la suelta y va para la barra a buscar una cerveza. Cinco minutos de sana competencia en la pista. Codazos, empujones, tiros, puteadas. Sudor. Vuelve el Ruso…vuelve la guerra de trincheras en la periferia, piensan todos, buscando las sobras del Ruso.
Él se acerca de nuevo al grupo de chicas. La Rubita deja su vaso en la barra como para poder agarrar la mano que seguramente él le iba a tender. Las otras pusieron cara de “que suerte…”. Pero no…se acerca a la más alta. La mas linda del grupo (si, mas que la rubia), quien le dice que si sin dudarlo, sin darse cuenta que la blonda la miraba con cara de sorpresa.
Momento de cumbias y reggeatones…el Ruso usa las tácticas de siempre, hasta que consigue que sea ella quien lo abrace desde atrás. Todo dicho. De eso al beso quedan escasos segundos.
Ahora si la banda, viendo que la esperanza de ellas se esfumó, gana terreno de juego y empieza a sacar al resto del grupo, menos a la rubia que sigue mirando con odio a su amiga. Algunos ganan. Otros no. Se escucha por ahí un “¡¡¡Buena, Ruso!!!” de alguno.
Mientras se escapa la noche por la salida de emergencia, ellas avisan que se van. Todas juntas obviamente. La Banda se reúne en la barra y esperan que el Ruso vuelva a abrir caminos en la pista.
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