Van a tirar abajo un pedazo de mi adolescencia. De la de mis hermanos. De los padres de mis amigos. De sus tíos. De gente grande y más reciente también.
“El Alamo” cierra sus puertas para nunca mas darle la bienvenida en temporada estival a una nueva generación de precoces jaraneros.
Atrás quedarán aquellas noches de licencia en el boliche de la playa. Salir de su oscuridad y chocarse con el sol de frente, sobre el cielo azul y el mar celeste. Atrás quedará el recuerdo del rebusque en la arena fría junto a la compañera de turno.
Atrás quedaran sus rincones oscuros. Su barra repleta. Sus baños húmedos y los reservados duros. Atrás queda su techo de paja y su pista guerrera. La boca baldeada con cerveza de botella. Amigos, historias, memorias. Todas se caen con sus paredes de cemento.
Atrás quedo yo, abrazándome al recuerdo de aquellos años y sus buenos momentos.
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