domingo, 4 de mayo de 2008

Cada domingo (Superclásico)

Hay que tener ganas de complicarse la vida de esta manera, eh? De por si, ya tiene sus bemoles y luchas como para, encima, andar agregándole motivos de preocupación. Es como si uno, de una forma masoquista, disfrute del nervio y la tensión. Estar preocupándose por motivos – unos lo sabe, concientemente – vanos (Este Palacio no le hace un gol ni al arco iris).
Crisis cardíacas, taquicardias, uñas masacradas, caída del cabello, etc., se dan lugar como consecuencia del balompié. ¿Y que necesidad hay? Ninguna (Pero fue full Bassi, fue full...¡¡¡la reputa que te parió!!!).
Esta crispación nerviosa tiene su pico periódicamente en partidos importantes: desenlaces de campeonato, instancias finales de copas y clásicos rivales. Y para un hincha xeneise – como el suscriptor – ¿qué partido más importante que el “Superclásico” frente a River Plate? Ninguno (Ay que dormidito que esta Román hoy, che. ¡Vamos carajo que hay que ganar!)
Allí es cuando este sufrimiento asciende a su cumbre. Uno podría recostarse en la acostumbrada paternidad para sentirse un poco más tranquilo que el rival, pero no. No es así. Uno termina sufriendo como un condenado. Faltando una semana para el match, uno ya empieza a sumar temperatura (Y encima yo me vengo a sentar en este bar lleno de gallinas. ¿Quién carajo me mando?) y llega al partido pretendiendo sentarse tranquilo y relajado a disfrutar del espectáculo, esperando que "sus" muchachos hagan un buen papel. Trantando de convencerse que esto no es la muerte de nadie y que se puede ganar y perder, con iguales posibilidades. Pero no, empieza el partido y ya, con el primer lateral cedido, las piernas se empiezan a mover, la mesa empieza a sentir los golpes de puño y "Gerlo, muerto, ¡¡¡¡sos horrible!!!!!".
Pasan los minutos y uno se putea a uno mismo por ser tan fanático y hacer depender a sus emociones de un juego, eso, simplemente un juego. Y por si fuera poco, ese juego no depende de uno, de su destreza, talento y pericia. Depende de once tipos que ni saben de mi sufrimiento, mis uñas y mis nervios (Ahi "ta", Battaglia...¡¡¡¡goooooooooooooooooollllll!!!!!! Vamos carajo ahora, vamos que los matamos. Termino abrazado con el viejo de la mesa de al lago, con el mozo que largo la bandeja a la mierda. "Ole ole, ole ole ola, que las gallinas no nos ganan nunca mas").
Y es así siempre. Cada domingo...y es una linda forma de complicarse la vida.

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