La noche del casamiento confirmé que era un verdadero pelotudo. Confirmé otra cosa también: que la mala onda era recíproca. Un serio apretón de manos a la entrada de la Iglesia y ningún diálogo cuando la fiesta recién empezaba y la barra nos encontró acodados uno al otro.
En pleno carnaval carioca, el Enano Sádico – si bien se escondía tras el anonimato de una máscara de plástico, lo revelaba su estatura de elfo- hizo su movida: descargó un chorro de espuma de nieve sobre mi cara.
Recordé – sin esfuerzo alguno – los acontecimientos de la despedida de soltero, y la ira no tardó en invadir mis venas germanas. Lo tomé de la cara con mi mano izquierda – toda extendida sobre la parte frontal de su cráneo de hobbit -, bajando y rompiendo su careta sonriente. Mi mano izquierda lo tomó luego del lado opuesto de su cráneo, poniendo al Enano Sádico de frente a mis rodillas. Mi espuma de nieve se fue acumulando sobre su rostro desnudo. Las fosas nasales, los ojos, la boca. No arriesgo demasiado, incluso, apostando una mínima ingesta.
Cuando lo solté, volvió en si con el rostro inyectado en sangre – lo advertimos, claro, cuando retiro algo del producto festivo -. Se colgó la careta nuevamente – lo que quedaba de ella -, y se perdió en la multitud. El Ruso no paraba de reírse.
Durante un rato estuvo revoloteando enredador con el frasco en mano, viendo – calculo – la oportunidad de una revancha limpia. Ambos la esperábamos. No tuvo oportunidad.
Espero que el Palmera esté en su luna de miel, tomando tragos tan dulces como el de la venganza. En su honor ha sido en definitiva.
En pleno carnaval carioca, el Enano Sádico – si bien se escondía tras el anonimato de una máscara de plástico, lo revelaba su estatura de elfo- hizo su movida: descargó un chorro de espuma de nieve sobre mi cara.
Recordé – sin esfuerzo alguno – los acontecimientos de la despedida de soltero, y la ira no tardó en invadir mis venas germanas. Lo tomé de la cara con mi mano izquierda – toda extendida sobre la parte frontal de su cráneo de hobbit -, bajando y rompiendo su careta sonriente. Mi mano izquierda lo tomó luego del lado opuesto de su cráneo, poniendo al Enano Sádico de frente a mis rodillas. Mi espuma de nieve se fue acumulando sobre su rostro desnudo. Las fosas nasales, los ojos, la boca. No arriesgo demasiado, incluso, apostando una mínima ingesta.
Cuando lo solté, volvió en si con el rostro inyectado en sangre – lo advertimos, claro, cuando retiro algo del producto festivo -. Se colgó la careta nuevamente – lo que quedaba de ella -, y se perdió en la multitud. El Ruso no paraba de reírse.
Durante un rato estuvo revoloteando enredador con el frasco en mano, viendo – calculo – la oportunidad de una revancha limpia. Ambos la esperábamos. No tuvo oportunidad.
Espero que el Palmera esté en su luna de miel, tomando tragos tan dulces como el de la venganza. En su honor ha sido en definitiva.
4 comentarios:
Doctor: es posible que no sepa a quien te referis?! Noto bronca!
Muy divertido! Siga asi!
jajaaj....juro que leo esto, recuerdo el momento y no puedo evitar reirme como un pelotudo ante la mirada de mis compañeros de oficina que, obviamente no entienden nada. Muy divertido.
Ruso
Alemán no te conozco, soy ex residente...jajajaj
porqué lo invitaste si no lo bancabas?
Mi amigo anónimo, no lo invité. Ambos lo eramos en el casorio de un amigo.
Sds.
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