miércoles, 22 de abril de 2009

Miedo

Es común escuchar algún comentario o gracia al pasar sobre mi parquedad. En otras ocasiones directamente tengo que soportar reclamos sobre mi mala educación y mi falta de caballerosidad. No hay una sola enfermera en el Sanatorio que trabaje con entusiasmo a mi lado. También por eso es que terminé por aclarar que prefiero el trabajo de enfermeros en mis salas de operación. Son más difíciles de conseguir, eso es seguro, pero el ambiente es distintos a pesar de haber agregado un par de motes más a mi prontuario en la sala de café.
La secretaría que tengo compartida con otros profesionales del consultorio me trata con respeto y, ocasionalmente, me sonríe falsamente por compromiso. Es esperable: en parte pago su sueldo. Pero a veces me gustaría no sentir sus puñales críticos en los ojos. Como todo, sigue siendo parte del mismo juego.
Mi hija mayor ha dejado de organizar reuniones en casa, cansada que sus amigas la burlen sobre la “amargura” y sequedad de su viejo. Me lo ha confesado alguna vez, ante mi pregunta.
Es mi voluntad, fue mi elección. No tengo miedo a las críticas arteras por la espalda. No me importa la falta de consideración de todas ellas. Nadie me ha pedido que explique el porque. En definitiva todo se ajusta a la decisión que tomé hace mucho tiempo. En algún momento traté ser solo formal, pero no funcionó. Incluso, interpuse una gentil distancia. Eso fue aún peor.
Así es mi suerte, la que yo elegí. Todo lo que cargo, lo hago por consideración. Todo lo que hago, lo hago por ella…Todo porque tengo miedo. Tengo miedo de mí.

No hay comentarios.: