viernes, 18 de septiembre de 2009

Pantuflas

Roció el alcohol sobre los colchones y harapos, y encendió decidida el fósforo con el que incineró el precario asentamiento armado en la vereda. Apuró sus pantuflas hasta la puerta del edificio e ingresó sin mirar hacia atrás.
Bajó a la media hora cuando las sirenas dejaron de sonar. El fuego parecía controlado.
Con la gente que se había reunido detrás de la cinta de seguridad puesta por los bomberos, comentó “Si, pobre muchacho. Pero era un maleducado. Insultaba a la gente que pasaba y hasta las escupía. Gente sin oficio ni beneficio”. Se dió vuelta y, despacio, dirigió sus pantuflas y ruleros hasta el sillón de su casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Heavy la vieja...