San Luis fue la gran sorpresa del viaje. San Luis, es otra cosa. Por lo menos, existe una imagen de la familia al poder y, prejuzga, que su crecimiento y desarrollo es una mas de las fantasías acostumbradas de la fauna política.
Sin embargo, en lo que hace a este viaje, San Luis mostró una cara completamente distinta. Desde el ingreso mismo a la Provincia hasta su último metro, se abrió ante mi una majestuosa autopista. El excelente asfalto le dio visa de velocidad al Meriva, quien consumió kilómetros y combustible en forma acelerada. Lejos de ser este un mensaje político, creo con justicia resaltar lo que la provincia puntana me mostró.
El punto alto musical en medio de esa bonanza vial lo dio Chakay Manta, acompañados por mis alaridos y excitación. Por su parte, El Mareao me hizo acordar al Escocés. Quizás por eso me mandó un mensaje a las cuatro de la mañana desde Museum, algo sentimental.
Como comentario simpático – quizás uno mas de los que acompañan a la mencionada familia puntana, recordando aquel casamiento que me encontró compartiendo pista de baile con el ex presidente, quien abrazando una copia de Ingrid Grudke, me comentó eufórico: “¡Trabajando es la única forma que este país sale adelante!” -, toda la autovía se encuentra iluminada por postes de luz ubicados cada cien metros – lo que no es un dato menor -, pintados con colores vivos como el rosado, fucsia, amarillo, azul, colorado, etc. Ninguno blanco o negro. Pintoresco.
A 25 kilómetros de San Luis, sonaron los acordes de los 60 Granaderos. Como es sabido, esta canción comienza diciendo “Bajo el Cristo Redentor”. Me volví a acordar de mi vieja, quien sintió los efectos de la altura en tal excursión, lo que motivo su inconveniente cardíaco y pulmonar, causa de mi viaje a tierras cuyanas. El tema no deja de ser hermoso. De hecho, a pesar de todo, justamente genera la emoción de los aventureros cuando el guía de la excursión lo reproduce al llegar al sitio. Pensé en San Martin, nuevamente.
Como último comentario, a cuento de la amenaza del cambio climático, me llamó la atención encontrar en San Luis un paisaje similar al pampeano, con sus cuadros multicolores, en variaciones emparentadas con el amarillo y el verde. Según me comentarían después, ello se debe a que la provincia puntana estaría gozando de mayores índices de precipitaciones que las provincias de la pampa húmeda.
En el peaje entre San Luis y Villa Mercedes, felicité al puntano del peaje por la autopista recorrida y me dispuse a alcanzar la segunda de dichas ciudades, ávido de combustible y descanso para mis piernas. Ya en la YPF, me pareció apropiado darle un descanso a Los Chalchas e ingresar a la gran Córdoba escuchando los chistes del Negro Álvarez. Jamás pensé que iba a pagar $28 por un disco de chistes. En fin. El viaje seguía siendo una gran experiencia.
Sin embargo, en lo que hace a este viaje, San Luis mostró una cara completamente distinta. Desde el ingreso mismo a la Provincia hasta su último metro, se abrió ante mi una majestuosa autopista. El excelente asfalto le dio visa de velocidad al Meriva, quien consumió kilómetros y combustible en forma acelerada. Lejos de ser este un mensaje político, creo con justicia resaltar lo que la provincia puntana me mostró.
El punto alto musical en medio de esa bonanza vial lo dio Chakay Manta, acompañados por mis alaridos y excitación. Por su parte, El Mareao me hizo acordar al Escocés. Quizás por eso me mandó un mensaje a las cuatro de la mañana desde Museum, algo sentimental.
Como comentario simpático – quizás uno mas de los que acompañan a la mencionada familia puntana, recordando aquel casamiento que me encontró compartiendo pista de baile con el ex presidente, quien abrazando una copia de Ingrid Grudke, me comentó eufórico: “¡Trabajando es la única forma que este país sale adelante!” -, toda la autovía se encuentra iluminada por postes de luz ubicados cada cien metros – lo que no es un dato menor -, pintados con colores vivos como el rosado, fucsia, amarillo, azul, colorado, etc. Ninguno blanco o negro. Pintoresco.
A 25 kilómetros de San Luis, sonaron los acordes de los 60 Granaderos. Como es sabido, esta canción comienza diciendo “Bajo el Cristo Redentor”. Me volví a acordar de mi vieja, quien sintió los efectos de la altura en tal excursión, lo que motivo su inconveniente cardíaco y pulmonar, causa de mi viaje a tierras cuyanas. El tema no deja de ser hermoso. De hecho, a pesar de todo, justamente genera la emoción de los aventureros cuando el guía de la excursión lo reproduce al llegar al sitio. Pensé en San Martin, nuevamente.
Como último comentario, a cuento de la amenaza del cambio climático, me llamó la atención encontrar en San Luis un paisaje similar al pampeano, con sus cuadros multicolores, en variaciones emparentadas con el amarillo y el verde. Según me comentarían después, ello se debe a que la provincia puntana estaría gozando de mayores índices de precipitaciones que las provincias de la pampa húmeda.
En el peaje entre San Luis y Villa Mercedes, felicité al puntano del peaje por la autopista recorrida y me dispuse a alcanzar la segunda de dichas ciudades, ávido de combustible y descanso para mis piernas. Ya en la YPF, me pareció apropiado darle un descanso a Los Chalchas e ingresar a la gran Córdoba escuchando los chistes del Negro Álvarez. Jamás pensé que iba a pagar $28 por un disco de chistes. En fin. El viaje seguía siendo una gran experiencia.
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