Córdoba fue decepcionante. El disco del Negro Alvarez me pareció una estafa. Me reí algunas veces para no sentirme tan violado por el precio que pagué. La Ruta 8 esta hecha pedazos, con mucho tráfico (Río Cuarto es una desgracia) y en única vía. El mal humor se multiplicaba por las horas de viaje y su incomodidad.
En Villa Reducción el viaje levantó un poco porque (i) el Palmer me llamó para confirmarme que había comprado carne, (ii) faltaba poco y (iii) el grito de Juan Carlos Saravia en “A Doña María Ríos” (volví a Los Chalchas pos fracaso de Alvarez) me hizo aullar de alegría.
Como comentario adicional, un ruido en el motor del Meriva me empezó a preocupar. Pasados los 110 km/h parecía quee el electro ventilador iba a salir volando. Sin embargo, por su intermitencia, dudé si se trataba de algún chiflido que entraba por la puerta lateral chocada. Al final, el auto jamás se detuvo por eso y calculo que no sabré nunca el origen de ese sonido.
Viendo la inmensidad de cuadros con soja, pensé que si la Sra. Presidente no se da cuenta en el país que vivimos, pocas esperanzas tenemos en adelante.
Llegado a Canals, era momento de suspender el viaje hasta la mañana siguiente. Tiramos a las brasas con el Palmera, su mujer y otros amigos, unas carnes hermosas, descorché algunos tubos que traía de Mendoza y nos dimos a la charla con uno de mis hermanos del alma. Igual no fue lo que hubiese querido, porque a la mañana había que salir temprano y, si bien el vino estaba bueno y el reencuentro ameno, no era cuestión de lamentar resacas.
En Villa Reducción el viaje levantó un poco porque (i) el Palmer me llamó para confirmarme que había comprado carne, (ii) faltaba poco y (iii) el grito de Juan Carlos Saravia en “A Doña María Ríos” (volví a Los Chalchas pos fracaso de Alvarez) me hizo aullar de alegría.
Como comentario adicional, un ruido en el motor del Meriva me empezó a preocupar. Pasados los 110 km/h parecía quee el electro ventilador iba a salir volando. Sin embargo, por su intermitencia, dudé si se trataba de algún chiflido que entraba por la puerta lateral chocada. Al final, el auto jamás se detuvo por eso y calculo que no sabré nunca el origen de ese sonido.
Viendo la inmensidad de cuadros con soja, pensé que si la Sra. Presidente no se da cuenta en el país que vivimos, pocas esperanzas tenemos en adelante.
Llegado a Canals, era momento de suspender el viaje hasta la mañana siguiente. Tiramos a las brasas con el Palmera, su mujer y otros amigos, unas carnes hermosas, descorché algunos tubos que traía de Mendoza y nos dimos a la charla con uno de mis hermanos del alma. Igual no fue lo que hubiese querido, porque a la mañana había que salir temprano y, si bien el vino estaba bueno y el reencuentro ameno, no era cuestión de lamentar resacas.
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