miércoles, 18 de febrero de 2009

Ricardo

Ricardo siempre fue un atorrante. Un típico atorrante. Siempre tuvo su barra de amigos. Salió de joda. Disfrutó su juventud mientras la tuvo en la mano. De tantas minas que tuvo, a la vuelta del camino, fue una la que sacó la llave del contacto. Adentrado a la familia, también se puso el traje debido. Hasta la estructura familiar era lo que mandaba el manual: el nene y la nena.

Ricardito hoy es ya adulto. Se fue del país para poder vivir su vida sin sentencias. Se encuentra en la otra orilla de su padre, flameando banderas multicolores, gritando lo orgulloso que está de serlo. Ricardo lo ama como un padre a un hijo, y comprende su camino.

Hoy en el café, con un pucho en la mano, me confesó que también entiende a los que no lo aceptan.

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