En diciembre de 1996 mi hermano, recién venido de buenos aires, me entregó en mano el nuevo disco de una banda que estaba destinada a durar: Los Piojos y su Tercer Arco. Ese mismo día, quizás descubriendo mi adolescencia, comenzaba mi primer fanatismo por la música.
Algunos meses después, sería yo el que comenzaría mis primeras armas en ciudad capital, y con ella conocer a mis futuros mejores amigos.
Los Piojos y yo vivimos, quizás contemporáneamente, nuestro propio crecimiento personal.
Trece años después, hoy, se despide aquella banda de mi corazón.
Cómodo, sentados a la mesa del Ruso, tomando los vinos de mi próximo casamiento, vemos como no se quieren ir.
No puedo dejar de pensar que algunas cosas, destinadas a la gloria, se terminan. El Ruso, Diega y yo, seguimos brindando por lo que vendrá.
Algunos meses después, sería yo el que comenzaría mis primeras armas en ciudad capital, y con ella conocer a mis futuros mejores amigos.
Los Piojos y yo vivimos, quizás contemporáneamente, nuestro propio crecimiento personal.
Trece años después, hoy, se despide aquella banda de mi corazón.
Cómodo, sentados a la mesa del Ruso, tomando los vinos de mi próximo casamiento, vemos como no se quieren ir.
No puedo dejar de pensar que algunas cosas, destinadas a la gloria, se terminan. El Ruso, Diega y yo, seguimos brindando por lo que vendrá.