viernes, 22 de febrero de 2008

Cámara Apagada

- Fue así, Felix. Como te lo digo. Primero bajó el viejo del sexto. ¿Ese que usa siempre un sombrero, viste? Habrán sido las ocho y pico de la mañana. Más o menos te digo. Justo había sacado el agua del mate, así que calculo que eran las ocho y pico. Ocho y cuarto ponele. Y bueno, vino el viejo este y me lo dijo. Vino con su cara de amargado, igual que cuando me paga las expensas y me jode con que le limpie el “palier”. Me dio un poco de risa verlo, ¿viste? Pantalón corto y remera blanca. Zapatillas de tenis como si el viejo de mierda ese jugara a algo. Y soquetitos también blancos. Hubiese dicho que era un copo de nieve el viejo pero no. Sabes porque no? ¡Porque tenia puesto el sombrero escocés hediondo ese que usa!. Jo jo - se rió fuerte y ampuloso Horacio, con la franela en la mano y la ropa algo sucia -. Venía con el perro ese que me mea todo el árbol que esta en la entrada del garaje del edificio.
- ¿Y que te dijo?
- Je je je. Bueno, ahí viene lo divertido. Me dijo “Hay un hombre drogado en el ascensor”. Je je je. - “¿Como?” le pregunte.
- “Si”, me dijo, “Hay un hombre drogado en el ascensor”. Como me pareció raro le pregunté como sabia que estaba drogado. “Porque esta recostado contra el espejo y lo babea con una saliva blanca y espesa. Además, tiene olor”, remató.
- ¡¡¡¡Nuuuuu!!!!
- Si, como te lo digo. Así me dijo. Y bueno, le dije que iba a revisar y el viejo este se fue. Mientras iba para el ascensor, pispié con el rabillo del ojo y lo vi al perro del orto ese salir derecho para el arbolito. Y, claro, empezó a mear. Ya lo voy a agarrar al turro ese. Algo le voy a poner ahí. ¡Otra que botellita de agua!. Mirá, agarró un pedacito de "Dogui" y ...
- ¿Y fuiste a ver al ascensor?
- Bueno, si. Fui.
- ¿Y?
- ¡¡¡Y ahí estabas vos, papá!!!
- ¡¡¡No!!!
- ¡¡¡Si, querido!!! Duro como un turrón de cancha. Ja ja . Estabas parado, apoyado contra el vidrio y dormido. No vi ninguna baba, pero estabas muerto. Muerto, eh. No me preocupé por que era obvio.
- ¿Que cosa?
- El pedo que tenías. Se te sentía el olor a fernet desde lejos. Y además tenías un lamparón oscuro sobre la camisa blanca, típica mancha de fernet.
- ¡¡¡Que papelón!!!
- Dios sabe desde que hora habrás estado "apoliyando" en el ascensor. La cuestión es que te toque el hombro y te dije “Eh, Felix, despertate”. Medio que reaccionaste pero con una cara de no tener la más puta idea de donde estabas. Me dijiste que si y te marqué el número de tu piso. Bueno ahí cerré la puerta y me fui de vuelta a tomar mate.
- Uy, que papelón. Bueno, Horacio, perdoname. La verdad es que no se que me pasó. La verdad es que…
- Pero no termino ahí, eh.
- ¿Como?
- Si. No termino ahí.
- La puta madre. No me acuerdo de nada.
- Je je. Si. Como el mate ya estaba medio lavado me fui a cambiar la yerba.
- ¿Y que paso?
- Bueno, cuando volví, sale del ascensor la minita del quinto del ascensor y se me viene con cara de espantada.
- No me digas mas nada. ¿La morocha?
- Já já já. Si, esa. La que tiene el novio polista ese. Muy chetita para mi gusto.
- No, Horacio, es un bomboncito. ¡Es un minón! ¿Vos le viste la cola? ¿Redonda y generosa?¿Le viste los ojos? Y ni te hablo de la boca porque es al pedo darse manija...
- Si, bueno, espera.
- ¿Que? Viene y me dice: “Hay un degenerado en el ascensor”. “¿Como?”, le pregunto. Si, me dice. “Me subí al ascensor, me miro y me balbuceo una guarangada. Es el flaco del piso de arriba".
- ¡¡Que papelón!!.
- Ja ja . No me dijo que le dijiste pero bueno, me fui al ascensor de vuelta sabiendo que eras vos y cuando abrí a la puerta, abriste los ojos y pusiste una cara de libidinoso tremennnnda!!! Je Je. Me preguntaste si la morocha había preguntado por vos y algo que no te entendí de la “Pichulita”. No se cuanto de la pichulita, alargando las ies. La pichuliiiiiiiita esto y la pichuliiiiiiiiiiiita lo otro.
- Me quiero morir.
- Si, un pedo para cuatro. Bueno, como habías abierto los ojos y me habías hablado, te expliqué que estabas borracho y que te tenías que ir a tu casa. Me miraste, me abrasaste, me diste un beso en el cachete y me dijiste “Horazzzzito, te quiero mucho. No te hagas problemassss que sha me voy”. Y bueno, te cerré la puerta y te mandé a tu piso.
- Horacio, no se como pedirte disculpas. La puta madre.
- Y si, yo se que vos tenes una buena imagen en el edificio. Un pibe del interior, estudiante de abogacía, siempre prolijo, bien peinado, educado, pero bueno. Te agarraste un pedo bárbaro. ¿Quién no se lo ha agarrado, no? Que va´a ser…
- La puta madre, tendré que pedirle disculpas a esta gente. Al del sexto y a la morocha. A ella sobre todo...
- Y al dueño de la imprenta que vive en el décimo.
- ¿Como?
- Si, el de la imprenta de acá la vuelta. Flaquito con cara de nada. Lo ayudo siempre con las bolsas del super y no me tira ni una moneda. Canuto. Si, ese.
- No te lo puedo creer.
- Si, al ratito que subiste, vino este y me dijo que el ascensor estaba todo meado.
- Me estas jodiendo...
- ¡No!
- No te lo creo.
- Quedate tranquilo que no lo measte al tipo en si, pero me dijo que entró al ascensor y había un charco en el piso. Y que había olor.
- …
- Bueno, ahí si, me metí al ascensor con vos y te lleve a la puerta de tu casa. Te mire y me dijiste que toque timbre. Y bueno, estuvimos como cinco minutos tocando timbre. Vos me hacías caras como que estaba bien e incluso me dijiste “ya abren”. En eso te miré la camisa y me dijiste “El ferné no mancha, Horassssssito, decora”. Bueno, cuando me hinché las bolas de tocar el timbre te pregunte “¿Pero vos no vivías solo?”. “Si, obvio”, me dijiste. Casi te mato. “¿y dónde tenes las llaves de tu casa, la puta que te parió?”. “En el auto”, me dijiste. Te putie, si, te putie.
- Perdoname Horacio.
- Y bueno, fuimos hasta el auto, subimos y te tiré en la cama. Caíste como bolsa de papa, hermano. Ya era de día.
- No se como pedirte disculpas o como devolverte el favor.
- No pasa nada Felix. Comprame unas medialunas un día de estos y chau.
- No se que decirte. Se me apagó la cámara.


(Relato tomado en base a una historia verídica de nuestro gran amigo Mendocino, a quien extrañamos como se lo hace con los hermanos del alma: a tu salud, Petiso).

1 comentario:

Anónimo dijo...

es una de esas historias que erizan la piel, pletorica de anecdotas, constitutivas del alma del personaje principal. Saber que fue verdad me parece un privilegio.