“Uno en la vida aspira a estar tranquilo”, me decía. “La valentía en estos casos esta en darse cuenta cuando las cosas precisan de una decisión y se actúa en consecuencia…soportando las consecuencias”. Asentí. Como si yo no estuviera, prosiguió: “Uno puede hacer concesiones, tener paciencia…también uno puede armar estrategias, jugar con la mente del otro y anticiparse”. Intenté tomar un sorbo de café pero todavía estaba muy caliente. “Pero uno en la vida quiere estar tranquilo”, reiteró, contestándose a si mismo. “La vida no es un poker donde uno tenga que andar descuajeringándose el cerebro todo el día. En definitiva, si las condiciones no se presentan agradables, es un problema de cambiar las condiciones y no que nos empiecen a agradar las condiciones, no?”. Como supe que era una pregunta retórica o que nuevamente la autoproclamaba, ni me molesté en sacar la vista del pocillo de café. “Lo importante es poder probar, animarse y, en definitiva, decidir. Nadie esta acorralado hasta que se da por vencido y si algo hemos aprendido de nuestros errores, es que la puerta se cierra cuando uno acepta” dijo, sin darse cuenta que me había quemado la lengua como un boludo.
Quedamos en silencio unos minutos hasta que pasó por la calle una morocha bastante buena que generó el comentario grosero de mi compañero.
Quedamos en silencio unos minutos hasta que pasó por la calle una morocha bastante buena que generó el comentario grosero de mi compañero.
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