jueves, 23 de abril de 2009

Desaciertos

- Como era tu nombre?
- Verónica.
- Vos estas en Recursos Humanos, no?
- No, en técnica.
- Ah, vos estas cerca de la oficina del Ingeniero Miranda.
- No, de la de Gandía.
- Ah…Me pareció otra cosa. Pensé que hoy te había mandado un mail a vos.
- No, a mi no. ¿De que era?
- No, de algo aburrido. Algo de ingenieros. Je je. Vos no sos ingeniera, no?
- Si, civil.
- Ah. Mira vos. ¿Bajas acá?
- Si. Nos vemos.
- Nos vemos.


Incluso ese diálogo hubiese sido más cómodo que el aturdidor silencio de ese ascensor. Meditó varias cuadras sobre la situación. Jamás tendría el valor. Ella lo merecía.

2 comentarios:

Natalio Ruiz dijo...

Ese tipo de diálogos suelen ser un buen comienzo. Muestran una sana inpercepción que lastima y exaspera el orgullo femenino.

Es algo así como el perfume y las abejas.

Respetos.

Natalio

El Alemán dijo...

Los silencios largos son incómodos, salvo para la gente del campo (si habré estado sentado con mis abuelos en la cocina de su casa, tomando mate o algo, sin articular palabra...). Más en un ascensor.
Sds.