- Como era tu nombre?
- Verónica.
- Vos estas en Recursos Humanos, no?
- No, en técnica.
- Ah, vos estas cerca de la oficina del Ingeniero Miranda.
- No, de la de Gandía.
- Ah…Me pareció otra cosa. Pensé que hoy te había mandado un mail a vos.
- No, a mi no. ¿De que era?
- No, de algo aburrido. Algo de ingenieros. Je je. Vos no sos ingeniera, no?
- Si, civil.
- Ah. Mira vos. ¿Bajas acá?
- Si. Nos vemos.
- Nos vemos.
Incluso ese diálogo hubiese sido más cómodo que el aturdidor silencio de ese ascensor. Meditó varias cuadras sobre la situación. Jamás tendría el valor. Ella lo merecía.
- Verónica.
- Vos estas en Recursos Humanos, no?
- No, en técnica.
- Ah, vos estas cerca de la oficina del Ingeniero Miranda.
- No, de la de Gandía.
- Ah…Me pareció otra cosa. Pensé que hoy te había mandado un mail a vos.
- No, a mi no. ¿De que era?
- No, de algo aburrido. Algo de ingenieros. Je je. Vos no sos ingeniera, no?
- Si, civil.
- Ah. Mira vos. ¿Bajas acá?
- Si. Nos vemos.
- Nos vemos.
Incluso ese diálogo hubiese sido más cómodo que el aturdidor silencio de ese ascensor. Meditó varias cuadras sobre la situación. Jamás tendría el valor. Ella lo merecía.
2 comentarios:
Ese tipo de diálogos suelen ser un buen comienzo. Muestran una sana inpercepción que lastima y exaspera el orgullo femenino.
Es algo así como el perfume y las abejas.
Respetos.
Natalio
Los silencios largos son incómodos, salvo para la gente del campo (si habré estado sentado con mis abuelos en la cocina de su casa, tomando mate o algo, sin articular palabra...). Más en un ascensor.
Sds.
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