viernes, 20 de agosto de 2010

La mirada del portero

Entró. Estaba solo en la habitación, minúscula, sucia, oscura. Daba pasos hacia los costados, hacia delante y atrás, en el poco espacio disponible. La cama estaba recién tendida y el cubrecama raído le daba asco. No sabía si sacarse la campera o no. Ensayó sentarse displicentemente en el borde derecho. Cuando apoyó su mano izquierda en el cubrecama, sintió un escalofrío por la espalda. Confirmó inmediatamente que era una mala idea. “Acá es donde lo roban al boludo”. Pasaban los minutos y le parecía que en cualquier momento caía el móvil de Crónica. Se abrió la puerta y entró, le preguntó si estaba bien, escuchó, trató de responder a su queja, le propuso un cambio, insistió, le abrió la puerta. El ascensor bajaba, el aire entraba mejor por sus pulmones, y ya no le importó tanto la mirada del portero.

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