Entró. Estaba solo en la habitación, minúscula, sucia, oscura. Daba pasos hacia los costados, hacia delante y atrás, en el poco espacio disponible. La cama estaba recién tendida y el cubrecama raído le daba asco. No sabía si sacarse la campera o no. Ensayó sentarse displicentemente en el borde derecho. Cuando apoyó su mano izquierda en el cubrecama, sintió un escalofrío por
La liberación literaria de un sistema de estructuras, para volcar en palabras dislocadas las inspiraciones que quedan afuera de legales rigideces.
viernes, 20 de agosto de 2010
La mirada del portero
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