Por un segundo de aquella suerte,
Desvelan la espera sus margaritas.
Prosperan en suspiros, más de mil sueños.
Anhelos tan bajos como escondidos,
Se juntan, en el rincón, los corrompidos.
Se fuerzan las negativas y se callan las ansiedades,
Se muestran las impaciencias, se tientan atrocidades.
Efervecente espuma derramada, se muere por su caída,
eterno recogimiento, silencio asesino y doliente.
La naturaleza es responsable, el entorno y su tentativa.
No hay culpa en el tormento, si lejos se ven glaciares.
Feliz el tiempo de espera, si ella es reposada.
Mejor no soplen vientos, si cerca no hay reparo.
Y si el fuego duda y teme, mejor alejar maderos.
La llama viva de sus alturas, ojala se apague pronto.
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