En una semana muy difícil, hacer el milenio de kilómetros entre Mendoza y Buenos Aires, parecía un remate acorde. Naturalmente, un viaje en soledad genera dudas sobre su tedio. A priori, puede ser entendido mas como una carga que como una ventaja. Asimismo, amén de ser mi debut “rutero” solitario, también era un trayecto desconocido.
Sin embargo, debo aclarar que la Ruta tiene un contenido atractivo: genera las mejores conversaciones, es un espacio para la reflexión, se puede escuchar buena música. La Ruta, en cierto sentido, dispara los mismos sentidos que el mar y su tranquilidad.
Mendoza es una ciudad maravillosa, recomendable. Es prueba viva respecto de los logros que se pueden tener con planificación e inteligencia. Siendo una zona de escasa humedad, no hay calle que no esté cerrada por un frondoso techo arbóreo. No hay en el país veredas más anchas y cómodas que las mendocinas. En cada esquina puede verse el respeto, casi religioso, por las normas de tránsito.
Con este antecedente, la excelente autovía que despide la ciudad es una muestra más de aquella recomendación. Pasado el mediodía, el bólido prestado enfiló hacia el Este, en busca del destino marcado. Repetí varias veces, como lo escuché a lo largo de la semana con esa dulce entonación cuyana, “Que t´vaia bonito”.
Debo confesar que a lo largo de varios kilómetros, estuve tentado a dejarme subyugar por alguno de esos carteles que prometían los mejores vinos artesanales y pateros, sin mencionar las tentadoras bodegas turísticas. Resolví seguir, seguro de no poder contenerme ante una gentil degustación.
La autopista mendocina corta su veloz paso un poco después de la localidad de San Martín. Según el experto sanmartiniano R.P. Walter, esta localidad lleva el nombre del mayor prócer argentino (Maradona no sabe un cuerno de nada, y menos si propone otras figuras para tal honor; mucho menos lo sabe Hamilton, a quien también el excusado lo debe haber encontrado mas de una vez agitando su adolescencia) en virtud que allí se encontraba el campo del General. Éste, terminada la – heroica - campaña de los Andes, devolvió dichas hectáreas en virtud que estas le habían sido entregadas por el Gobierno de la Provincia como colaboración en su labor, el cual él ya entendía concluida. Si bien ello es lo debido, en el país de la dádiva y el cohecho, es extraño ver este tipo de acciones y, al menos, es justo mencionarlo.
Aquel General argentino – uno de los pocos ejemplos en la historia sobre los que pueden decirse que el personaje dejó al poder y no al revés - también ha motivado en la provincia cuyana que diversas calles, pasajes, parques, cerros, comercios, y básicamente todo aquello que puede ser bautizado, lleve su nombre.
Volviendo al periplo, como dijimos, la ruta mostró por primera vez su lado agreste, con un asfalto emparchado y de simple vía. En un escenario así, tuve que sacar mi mano derecha del “apoya-cabezas” del asiento lateral y prestar más atención a sobrepasos y velocidades.
Pensando en mi gran amigo Filip (de meteórica y felizmente envidiable carrera profesional), recordé que me había prestado como acompañante de viaje los 50 Años de Los Chalchaleros. “Ruta, folclore y mate, siempre es una buena idea” pensé.
Acomodado el reproductor, entre Colonia Sur y las Chacritas, los desechos diseminados en el camino daban cuenta de la grave imprudencia vivida entre una camioneta y un camión con transporte de cervezas. No viendo ninguno de los participantes del siniestro, pensé macabramente que el alcohol no es recomendable para conducir.
Salido de la larga fila de autos que el control policial ordenó, sonaron los acoples de Zamba de Vargas, los cuales siempre conmueven el corazón nacionalista del historiador arriba mencionado. Como dije, la ruta es buen espacio para escuchar música y, subido el volumen, me enteré de aquella batalla, quizás, génesis de la rivalidad entre Riojanos y Santiagueños.
"Bravos santiagueños
-dijo Taboada-
vencer o la muerte
vuelvan su cara.
Por la tierra querida,
demos la vida para triunfar"
Y ahí no más a la banda
la vieja zamba mandó a tocar".
Confieso que esta estrofa me dio la piel de pollo las cuatro veces seguidas que reproduje la canción.
Varios kilómetros antes del Desaguadero (límite entre Mendoza y San Luis) me llevé la primera sorpresa de esta repetida viveza criolla. En una ruta carcomida y de carriles individuales, en un páramo de la pre cordillera argentina, displicente y risueña, se erige una cabina de peaje. Por dos pesos y pico…te dejan seguir transitando por una ruta que no muestra mejora visible. Consultado el indiferente muchacho sobre cual era el concepto que se estaba pagando, me dijo fríamente “San Martin - Desaguadero”…¡el trayecto que no es autopista! Creo que este incidente, de alguna manera, prueba que los mendocinos son argentinos, a pesar de todo.
Los Chalchas siguieron el viaje hasta el mismo Desaguadero. Metros antes, nublaron mi vista con Mama Vieja. Quien repase su letra entenderá su prosa sensible, sobre todo si el viaje de turno fue por un amague cardíaco de la mía.
Sin embargo, debo aclarar que la Ruta tiene un contenido atractivo: genera las mejores conversaciones, es un espacio para la reflexión, se puede escuchar buena música. La Ruta, en cierto sentido, dispara los mismos sentidos que el mar y su tranquilidad.
Mendoza es una ciudad maravillosa, recomendable. Es prueba viva respecto de los logros que se pueden tener con planificación e inteligencia. Siendo una zona de escasa humedad, no hay calle que no esté cerrada por un frondoso techo arbóreo. No hay en el país veredas más anchas y cómodas que las mendocinas. En cada esquina puede verse el respeto, casi religioso, por las normas de tránsito.
Con este antecedente, la excelente autovía que despide la ciudad es una muestra más de aquella recomendación. Pasado el mediodía, el bólido prestado enfiló hacia el Este, en busca del destino marcado. Repetí varias veces, como lo escuché a lo largo de la semana con esa dulce entonación cuyana, “Que t´vaia bonito”.
Debo confesar que a lo largo de varios kilómetros, estuve tentado a dejarme subyugar por alguno de esos carteles que prometían los mejores vinos artesanales y pateros, sin mencionar las tentadoras bodegas turísticas. Resolví seguir, seguro de no poder contenerme ante una gentil degustación.
La autopista mendocina corta su veloz paso un poco después de la localidad de San Martín. Según el experto sanmartiniano R.P. Walter, esta localidad lleva el nombre del mayor prócer argentino (Maradona no sabe un cuerno de nada, y menos si propone otras figuras para tal honor; mucho menos lo sabe Hamilton, a quien también el excusado lo debe haber encontrado mas de una vez agitando su adolescencia) en virtud que allí se encontraba el campo del General. Éste, terminada la – heroica - campaña de los Andes, devolvió dichas hectáreas en virtud que estas le habían sido entregadas por el Gobierno de la Provincia como colaboración en su labor, el cual él ya entendía concluida. Si bien ello es lo debido, en el país de la dádiva y el cohecho, es extraño ver este tipo de acciones y, al menos, es justo mencionarlo.
Aquel General argentino – uno de los pocos ejemplos en la historia sobre los que pueden decirse que el personaje dejó al poder y no al revés - también ha motivado en la provincia cuyana que diversas calles, pasajes, parques, cerros, comercios, y básicamente todo aquello que puede ser bautizado, lleve su nombre.
Volviendo al periplo, como dijimos, la ruta mostró por primera vez su lado agreste, con un asfalto emparchado y de simple vía. En un escenario así, tuve que sacar mi mano derecha del “apoya-cabezas” del asiento lateral y prestar más atención a sobrepasos y velocidades.
Pensando en mi gran amigo Filip (de meteórica y felizmente envidiable carrera profesional), recordé que me había prestado como acompañante de viaje los 50 Años de Los Chalchaleros. “Ruta, folclore y mate, siempre es una buena idea” pensé.
Acomodado el reproductor, entre Colonia Sur y las Chacritas, los desechos diseminados en el camino daban cuenta de la grave imprudencia vivida entre una camioneta y un camión con transporte de cervezas. No viendo ninguno de los participantes del siniestro, pensé macabramente que el alcohol no es recomendable para conducir.
Salido de la larga fila de autos que el control policial ordenó, sonaron los acoples de Zamba de Vargas, los cuales siempre conmueven el corazón nacionalista del historiador arriba mencionado. Como dije, la ruta es buen espacio para escuchar música y, subido el volumen, me enteré de aquella batalla, quizás, génesis de la rivalidad entre Riojanos y Santiagueños.
"Bravos santiagueños
-dijo Taboada-
vencer o la muerte
vuelvan su cara.
Por la tierra querida,
demos la vida para triunfar"
Y ahí no más a la banda
la vieja zamba mandó a tocar".
Confieso que esta estrofa me dio la piel de pollo las cuatro veces seguidas que reproduje la canción.
Varios kilómetros antes del Desaguadero (límite entre Mendoza y San Luis) me llevé la primera sorpresa de esta repetida viveza criolla. En una ruta carcomida y de carriles individuales, en un páramo de la pre cordillera argentina, displicente y risueña, se erige una cabina de peaje. Por dos pesos y pico…te dejan seguir transitando por una ruta que no muestra mejora visible. Consultado el indiferente muchacho sobre cual era el concepto que se estaba pagando, me dijo fríamente “San Martin - Desaguadero”…¡el trayecto que no es autopista! Creo que este incidente, de alguna manera, prueba que los mendocinos son argentinos, a pesar de todo.
Los Chalchas siguieron el viaje hasta el mismo Desaguadero. Metros antes, nublaron mi vista con Mama Vieja. Quien repase su letra entenderá su prosa sensible, sobre todo si el viaje de turno fue por un amague cardíaco de la mía.
Adelante se abría San Luis, sorprendente, en una segunda estapa del viaje.
4 comentarios:
Gran historia la de la Zamba de Vargas que se dice que nació en plena batalla (aunque algunos afirmen que la zamba como género es posterior la realidad es que Chazarreta recopiló montones de zambas de ese tiempo).
En todo caso, estimado amigo, sepa que hay varias letras para la misma zamba (en su versión original tengo entendido que era sólo instrumental), no todas tan favorables a Taboada (y, por ende, más de mi agrado).
Por último, me congratulo también de los éxitos profesionales (de los que no estaba al tanto aunque no sorprenden) del gran (sin ironías) Filip.
Respetos.
Natalio
Pobre Don José: primero Mitre, después Jose Ignacio. Lo cierto es que el hombre fue la patria. Mas allá de onanismo y opiomanismo -si es que existieron (me tienen sin cuidado)-.
Se dio a la revolución. Todo el respeto, la admiración, la gratitud.
Amigo Natalio, siempre su culturoso aporte es bien recibido. Sin lugar a dudas, para no quedarme unicamente en el sensible gusto musical, me gustaría conocer las otras letras de la zamba, y sobre todo, saber un poco mas de sus protagonistas.
No estaba al tanto de su conocimiento del letrado mendocino. Gran amigo, estará de visita en breve.
Estimado Alemán:
Esto se va a hacer largo pero como ud. pido yo cumplo.
La historia de la batalla del pozo de Vargas es apasionante y merece ser leída en profundidad por la cantidad de detalles que la hicieron única.
No obstante, le cuento que fue una de las últimas grandes batallas entre unitarios y federales. Felipe Varela era un caudillo federal que, en especial después de ver la guerra fraticida del Paraguay, comenzó a recorrer el noroeste armando la revolución federal (La Rioja, Catamarca, San Juan, San Luis, etc). Mitre (en el gobierno) manda al General Taboada a combatir y exterminar la rebelión federal. Camino a Catamarca Varela se entera que Taboada ha entrado en La Rioja y decide volver (su gran error). El camino se hace largo y Varela tiene apuro, sus tropas llegan sedientas y muertas de hambre al pozo de Vargas donde Taboada (conociendo el estado de las tropas de Varela, en especial su sed) forma su ejército frente al pozo. La batalla la gana Taboada y el resto de la historia es conocida.
La que se dice que es la letra original (porque se dice, además, que sólo el ejército riojano de Varela tenía orquesta propia) es bien Varelista y dice:
Los “nacionales” vienen
¡Pozo de Vargas!
tienen cañones y tienen
las uñas largas.
¡A la carga muchachos,
tengamos fama!
¡Lanzas contra fusiles!
Pobre Varela,
que bien pelean sus tropas
en la humareda.
¡Otra cosa sería
armas iguales!
Hay muchas otras versiones, le paso tres que encontré en internet:
Otra:
Batallón Cazadores,
Batallón Cazadores, dijo Paunero,
por derecha e izquierda,
por derecha e izquierda,
rompan el fuego, rompan el fuego.
Batallón Granaderos,
Batallón Granaderos, dijo Navarro,
por derecha e izquierda,
por derecha e izquierda,
formen el cuadro, formen el cuadro.
Batallón Cazadores,
Batallón Cazadores, pozo de Vargas,
la despedida es corta,
formen el cuadro, formen el cuadro.
Batallón de Varela,
pozo de Vargas, pozo de Vargas,
formó sus escuadrones,
formó sus escuadrones,
Manuel Taboada, Manuel Taboada.
Desenvainó su sable
Manuel Taboada, Manuel Taboada,
si esta guerra la pierdo
no cargo espada, no cargo espada.
Al primer tiro que hizo
le dio en la boca, le dio en la boca,
"Juyéndose" Varela, "Juyéndose" Varela,
valientes tropas, valientes tropas.
Otra:
Forman los riojanos en pozo 'e Vargas
los manda Varela formen batalla
contra los santiagueños
con gran denuedo van a pelear.
Ya don Manuel Taboada
alta su espada se ve brillar.
Atacó Varela con gran pujanza
tocando a deguello a sable y lanza
se oyen los alaridos
en el estruendo de la carga
y ya pierden terreno
los santiagueños de Taboada.
Bravos santiagueños dijo Taboada,
vencer o la muerte vuelvan sus caras.
Por la tierra querida
demos la vida para triunfar,
y ahi nomás a la banda
la vieja zamba mando a tocar.
En el entrevero se alzó esta zamba
llevando en sus notas bríos al alma.
Y el triunfo consiguieron
los santiagueños y este cantar,
para eterna memoria
zamba de Vargas siempre será.
Otra:
Esta zamba se llama
zamba de Vargas.
Esta zamba se llama
zamba de Vargas.
Sí, ay, ay, ay,
zamba de Vargas,
zamba que los santiagueños
la cantan con toda el alma.
A esta zamba le dicen
la triunfadora,
a esta zamba le dicen
la triunfadora.
Sí, ay, ay, ay,
la triunfadora.
Como triunfa con la espada,
guitarra y Manuel Taboada.
Respetos.
Natalio
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