Flavia tiene los labios rojos. Carnosos. De esos que te provocan mirarlos sin prestar demasiada atención a lo que lo rodea. Ella esta juntada, pero hace poco, y hay algo en su mirada pícara que le permite a Esteban seguir insistiendo.
Juntos pasan algunos momentos todos los días en el “refreshment” del banco donde trabajan. Él siempre se pemite alguno piropo que ella no se preocupa en rechazar. Todo lo contrario. El "Ay, Esteeeeeeebaaannnnn" que le esboza con aquella mirada, lo hace imaginar que algún día, por fin, la podrá rematar en aquella sala de cuatro por cuatro con postres de gente de traje y sonrisa armada.
Un día Esteban se animó y le dijo "No puedo dejar de pensar en probar tus labios y dejar de imaginar que deben ser parecidos al fuego". Ella lo miró extrañada, como sorprendida de sus palabras. Le contesto con un escandalizado "¡¡Esteban, tengo novio!!". Él, aturdido, solo atinó a decir "Perdón, es que...me confundí".
Las semanas siguientes Esteban dejo de intentar cualquier diálogo. Ni siquiera eso, cualquier encuentro. Calculaba que no iba a soportar aquellos labios color carmín sin volver a sentir la contrariedad del rechazo.
Una tarde estaba en el "refresh" tomándose uno de esos café-barro de máquina. Estaba pensando en cualquier cosa, menos de trabajo. A sus espaldas escucha "Hola Esteban, ¿como estas?". Ella toco algunos temas intrascendentes que él ni se esforzó en continuar. Cuando hubo de sentirse un poco cómoda, Flavia le contó del final de su relación de pareja, con algún comentario acompañado de aquella mirada atrevida.
Esteban se paró, liquidó el fondo del horrible café y le dijo tranquilo: "¿Pero quien te crees que sos, negra jetona? No, te confundiste…". Dio la vuelta y se fue, sintiendo que había largado, por fin, aquella frase colgada de su lengua.
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