viernes, 14 de diciembre de 2007

Los de afuera son de palo

“Discúlpame, pero no voy a hablar de fútbol con vos. Te pido por favor que te abstengas de opinar”.

Quizás no haya en el mundo una materia más opinable que el deporte del balompié. No creo que exista temario mas subjetivo que el de la práctica del “deporte más hermoso del mundo”, como diría el relator de los partidos de la Champions League en ESPN.

De hecho, somos testigos diarios de una caterva increíble de programas con seudo eruditos del “fobal” que dictan sus ideas pretendiendo tener la verdad justa sobre aquello que cuenta con innumerable cantidad de matices, al azar por compañero y el resultado por medida.

Pero sin perjuicio de ello, hay algo que no voy a tolerar jamás en la discusión futbolera casual: el que opina sin haber practicado jamás o en grandes medidas ese hermoso deporte.

¿Qué puede saber acaso quien jamás ha regateado un adversario y tirado un centro atrás para que el nueve grandote empuje la pelota al fondo de la red? ¿Quién puede hacerlo sin haberse llenado la boca de gol en un picado con latas vacías por arco y un “globo” raído por balón? ¿Es acaso meritoria la tesis de quien no sufre por un resultado adverso del equipo de sus amores? ¿Puede venir a mofarse de un hincha caído aquel que solo aparece en las victorias? ¿o aquel que no se emociona con el relato de Víctor Hugo en aquella tarde mágica de México? (Nota: sino entiende algunas de las preguntas realizadas aquí, realmente para usted fue escrito este texto).

El fútbol es una pasión y como tal, no puede ser explicada. Sabiendo ello es que, también, no pretendemos entusiasmar a aquellos que no lo sienten de la misma manera que nosotros, y hasta eso es muy justo. Pero no opine si ese deporte no le gusta o lo hace a medias. No discuta. Quédese afuera de esa ronda futbolera de risas y contraataques. Participe como espectador si quiere. Ríase un rato en silencio a costa de aquellos que si se toman a esto en serio. Permítase advertir el romanticismo de alguien que deja en manos – o piernas - de 11 tipos la suerte de su destino en un lunes por la mañana.

Insisto, hombre o mujer, no se atreva a azuzar a una persona que vive el fútbol de la manera explicada. Por que la pelea es injusta. Simplemente. Se trata de una contienda en donde uno no tiene nada por perder y el otro por ganar. Si usted no disfruta el fútbol poco le va a importar verse derrotado en el silogismo futbolero, mientras que el hincha de corazón nada ganará al tratar de convencer a un vacío de alma tribunera.

Y si usted lo hace solo por el placer de molestar a quien se toma este ejercicio de manera vehemente, sepa que la vida es una vuelta y solo el tiempo pondrá en su lugar a aquellos que escarmientan con el sufrimiento ajeno.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tampoco se puede discutir con las siguientes personas:
a) los que no admiten que un jugador de la contra es crack (Ej, los de River que dicen que Riquelme es malo o los de Boca que decían que Francescoli era cagón).
b) los que dicen que Palermo es malo (no lo incluí en el punto anterior porque hasta hay algunos de Boca que dudan de la capacidad de Martin)
c) esto viene largo así que digo... no se puede discutir de futbol con los idiotas en general

Marimonia dijo...

Entonces me voy a dedicar "penaaal" cuando los hombres esten distraidos, solo por el placer de una venganza.
Está bien, no voy a opinar de jutbol

Anónimo dijo...

El comentario de marimonia es un ejemplo exacto de lo que quiere explicar el post.

May dijo...

A ver, a ver si entendí: sé que pertenezco al grupo de gente al que va dedicado este post porque hace rato que no le doy bola al deporte. Pero aquellos que, a pesar de jamas haber pateado una pelota, son fervientes hinchas de un equipo, que lo siguen, que lo entienden, que se prepucupan por conocerlo... cuentan como aptos para discutir el tema?

Pregunto porque en mis epocas de futbolera (entiendase que nunca practiqué) (ni futbol ni nada) me sabía enroscar en discusiones que nadie me ganaba, fui a la cancha, lloré en las derrotas y nunca negué que Palermo o Riquelme fueran buenos.

Y si en esa época me pedías que me abstenga de opniar, te hundía la nariz de un bife por hablar antes de escuchar.