Se cuelga el 2007 con su dedo índice del precipicio del tiempo, y se disparan diversos pensamientos que, con la métrica de conclusiones y objetivos, alimentan un poco más ésta época de rituales costumbristas y prácticas familiares.
En la Patagonia lejana me encuentra éste 31, cerrando el año en casa de mis viejos, cuestionándome todavía que carajo hago en Buenos Aires, sufriendo el calor, lejos de toda esta paz.
En fin, no quería que el affaire de “Mazaso” cierre mi año literario, y por eso me propuse escribir este texto de salutación final para un año que en el balance final arrojó un resultado muy positivo.
A mi familia, el amor de siempre. A mis amigos, lo mejor. Y a aquel que reincide en leer los desvaríos de quien suscribe, que la empresa no le deje un sin sabor. Gran 2008.
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