Ese arroyo me supo hablar en el momento justo. Siempre las corrientes de agua me han sabido aconsejar al oído. Después fue toda calma y fluir. Como ese arroyo serrano. Las cosas han cambiado como él mismo, de un momento a otro. Y no encuentra motivo sentir con el corazón de ayer.
Más tarde, el mismo – pero distinto – arroyo, escuchó la mejor charla que he tenido con mi suegro hasta la fecha. Esta vez fue testigo y no consejero. El Brut de vidrio verde en huecos ananaes, fue suavizando una buena charla entre el humo de nuestros cigarros cubanos. Nos contamos algo más que el protocolo y entendimos lo que se esconde detrás de las etiquetas.
De salida, como siempre, salude su corriente revuelta. Sonreí de costado y volví a agradecer su presencia.
La liberación literaria de un sistema de estructuras, para volcar en palabras dislocadas las inspiraciones que quedan afuera de legales rigideces.
lunes, 29 de diciembre de 2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
El Cuervo
El Cuervo tuerce la mano derecha mientras sostiene el vaso largo de plástico semi transparente, con el fernet ya caliente. Los dedos índice y mayor sostienen el LM prendido cinco segundo después del anterior. Pantalón pinzado claro, sweater oscuro y una camisa debajo. Zapatillas de tenis blancas.
Entre las luces del boliche y el humo de su cigarrillo, otea su cara enfrentando al grupo de minitas que baila desentendidas. El Cuervo y su estado deciden que una de ellas le está “histeriqueando”. Se queda parado, mirándola, como escondido entre el antebrazo y hombro derecho, detrás del vaso cada vez mas caliente. Sus ojos risueños le dicen a ella que se esta haciendo la boluda, que él ya se dio cuenta, que la tiene muerta y que está dispuesto a comerla ahí mismo.
Alguna otra noche hubiese optado por hacerle su paso rock registrado. Pero ya es algo tarde para transpirar. Impaciente, la toma de la mano y le clava los dientes en la mejilla derecha. El vaso vuela a la mierda ante el manotazo asustado de la rubia.
Entre las luces del boliche y el humo de su cigarrillo, otea su cara enfrentando al grupo de minitas que baila desentendidas. El Cuervo y su estado deciden que una de ellas le está “histeriqueando”. Se queda parado, mirándola, como escondido entre el antebrazo y hombro derecho, detrás del vaso cada vez mas caliente. Sus ojos risueños le dicen a ella que se esta haciendo la boluda, que él ya se dio cuenta, que la tiene muerta y que está dispuesto a comerla ahí mismo.
Alguna otra noche hubiese optado por hacerle su paso rock registrado. Pero ya es algo tarde para transpirar. Impaciente, la toma de la mano y le clava los dientes en la mejilla derecha. El vaso vuela a la mierda ante el manotazo asustado de la rubia.
Una vez más, calmamos a los que quieren cagarlo a trompadas, quien se va riendo, siguiendo con la mirada a su rubia histérica.
viernes, 5 de diciembre de 2008
La venganza será terrible
La noche del casamiento confirmé que era un verdadero pelotudo. Confirmé otra cosa también: que la mala onda era recíproca. Un serio apretón de manos a la entrada de la Iglesia y ningún diálogo cuando la fiesta recién empezaba y la barra nos encontró acodados uno al otro.
En pleno carnaval carioca, el Enano Sádico – si bien se escondía tras el anonimato de una máscara de plástico, lo revelaba su estatura de elfo- hizo su movida: descargó un chorro de espuma de nieve sobre mi cara.
Recordé – sin esfuerzo alguno – los acontecimientos de la despedida de soltero, y la ira no tardó en invadir mis venas germanas. Lo tomé de la cara con mi mano izquierda – toda extendida sobre la parte frontal de su cráneo de hobbit -, bajando y rompiendo su careta sonriente. Mi mano izquierda lo tomó luego del lado opuesto de su cráneo, poniendo al Enano Sádico de frente a mis rodillas. Mi espuma de nieve se fue acumulando sobre su rostro desnudo. Las fosas nasales, los ojos, la boca. No arriesgo demasiado, incluso, apostando una mínima ingesta.
Cuando lo solté, volvió en si con el rostro inyectado en sangre – lo advertimos, claro, cuando retiro algo del producto festivo -. Se colgó la careta nuevamente – lo que quedaba de ella -, y se perdió en la multitud. El Ruso no paraba de reírse.
Durante un rato estuvo revoloteando enredador con el frasco en mano, viendo – calculo – la oportunidad de una revancha limpia. Ambos la esperábamos. No tuvo oportunidad.
Espero que el Palmera esté en su luna de miel, tomando tragos tan dulces como el de la venganza. En su honor ha sido en definitiva.
En pleno carnaval carioca, el Enano Sádico – si bien se escondía tras el anonimato de una máscara de plástico, lo revelaba su estatura de elfo- hizo su movida: descargó un chorro de espuma de nieve sobre mi cara.
Recordé – sin esfuerzo alguno – los acontecimientos de la despedida de soltero, y la ira no tardó en invadir mis venas germanas. Lo tomé de la cara con mi mano izquierda – toda extendida sobre la parte frontal de su cráneo de hobbit -, bajando y rompiendo su careta sonriente. Mi mano izquierda lo tomó luego del lado opuesto de su cráneo, poniendo al Enano Sádico de frente a mis rodillas. Mi espuma de nieve se fue acumulando sobre su rostro desnudo. Las fosas nasales, los ojos, la boca. No arriesgo demasiado, incluso, apostando una mínima ingesta.
Cuando lo solté, volvió en si con el rostro inyectado en sangre – lo advertimos, claro, cuando retiro algo del producto festivo -. Se colgó la careta nuevamente – lo que quedaba de ella -, y se perdió en la multitud. El Ruso no paraba de reírse.
Durante un rato estuvo revoloteando enredador con el frasco en mano, viendo – calculo – la oportunidad de una revancha limpia. Ambos la esperábamos. No tuvo oportunidad.
Espero que el Palmera esté en su luna de miel, tomando tragos tan dulces como el de la venganza. En su honor ha sido en definitiva.
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Piel
De frente caminaste hacía mi. Curvilínea, toda vestida de negro. Como tus ojos. Como tu pelo. Miraste por una fracción de tiempo imperceptible, salvo para mi. Cuando estabas por subir el primer escalón, te detuviste como para prestar atención a una amiga, dejando muy poco espacio para poder descender el mismo escalón. Las yemas del índice, medio y anular de mi mano derecha se apoyaron en la parte superior de tu brazo izquierdo. Mientras te pedía permiso los dejé bajar suavemente hasta tu codo. Sentí tu escalofrío. “Me llevo tu piel”, pensé, “no te puedo dejar mucho mas”.
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lunes, 1 de diciembre de 2008
Amigos
"Si dos grandes amigos se pelean por pequeñas diferencias, no eran amigos...y mucho menos grandes" (Anónimo)
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viernes, 21 de noviembre de 2008
Marmol
Cayó pesadamente sobre el piso blanco de mármol. El personal de seguridad se dividió entre quienes se arrojaban sobre su cuerpo y aquellos que buscaban el origen del disparo. Los empleados, horrorizados, gritaron y se escondieron donde pudieron dentro del claro y elegante local. La empleada que sostenía el vestido blanco engarzado en diamantes había tratado de correrlo cuando las manchas de sangre del mandatario saltaron en su búsqueda. No lo logró. El dueño del local pensaba, entre el apuro por cerrar la cortina del negocio, en la mala publicidad que representaba para su exquisita marca el atentado recién producido.
Uno de los agentes habló por su comunicador y no pasaron muchos segundos hasta que entraron media docena más de agentes. Tomaron diversas telas colgadas del local para sujetar la herida de la cual brotaba el líquido pesado y bordó.
El asesino no pudo dar más de diez pasos en su carrera hasta que la bala lo alcanzó justo en la nuca. Otras dos más se alojaron en su espalda. El segundo agente que lo alcanzó – el primero lo apuntaba de menos de dos metros – lo dio vuelta. Era un hombre de unos cuarenta años, con camisa a cuadros, pantalones claros – abiertos en las bocamangas – y zapatillas con suela de yute. Tenía la cara marcada por los años y la piel curtida por el sol. Sus ojos estaban cerrados y su mano derecha todavía sostenía con firmeza el arma homicida. Indudablemente estaba muerto. La sangre de su cabeza brotó por unos minutos formando un gran charco a su alrededor.
Cuando el cuerpo de ella atravesó la puerta principal del paseo de compras, la unidad de cuidados intensivos ya estaba esperando. Allí confirmaron que también había fallecido.
El dueño del local tomó el vestido blanco con diamantes y terminó de arruinarlo tratando de limpiar la sangre sobre el mármol blanco.
Uno de los agentes habló por su comunicador y no pasaron muchos segundos hasta que entraron media docena más de agentes. Tomaron diversas telas colgadas del local para sujetar la herida de la cual brotaba el líquido pesado y bordó.
El asesino no pudo dar más de diez pasos en su carrera hasta que la bala lo alcanzó justo en la nuca. Otras dos más se alojaron en su espalda. El segundo agente que lo alcanzó – el primero lo apuntaba de menos de dos metros – lo dio vuelta. Era un hombre de unos cuarenta años, con camisa a cuadros, pantalones claros – abiertos en las bocamangas – y zapatillas con suela de yute. Tenía la cara marcada por los años y la piel curtida por el sol. Sus ojos estaban cerrados y su mano derecha todavía sostenía con firmeza el arma homicida. Indudablemente estaba muerto. La sangre de su cabeza brotó por unos minutos formando un gran charco a su alrededor.
Cuando el cuerpo de ella atravesó la puerta principal del paseo de compras, la unidad de cuidados intensivos ya estaba esperando. Allí confirmaron que también había fallecido.
El dueño del local tomó el vestido blanco con diamantes y terminó de arruinarlo tratando de limpiar la sangre sobre el mármol blanco.
jueves, 20 de noviembre de 2008
De eso si me acuerdo bien...
Mi viejo siempre me dijo: “En la vida, uno tiene dos preguntas importantes para contestar: ¿a que la voy a dedicar? y ¿con quien la voy a compartir?”. Hace seis años contesté una de ellas.
Lo fui a visitar a él en realidad. Una vez por año, viajaba a Córdoba para visitar a mi mejor amigo. Esas cosas que tiene vivir en el interior hacen que uno termine perdiendo y ganando amistades de acuerdo a la ciudad que se elige para estudiar.
Aquel lunes era feriado – 17 de Agosto – por lo que era buena ocasión para viajar. Llegué el sábado a la mañana temprano. No recuerdo mucho de la llegada y diversas partes del fin de semana. Si recuerdo que al mediodía llegó ella de rendir un examen en la facultad.
Cruzamos dos palabras – había aprobado y se iba a Alta Gracia un par de días con una amiga – y decidimos que lo mejor era ir a buscar comida a la rotisería de la vuelta. Te digo que no me acuerdo que hacía él a todo esto: tenía que estudiar, trabajar, no se, no importa.
Hecho el pedido en la Rotisería – milanesas o pollo con algo, creo, no se, no importa –, salimos a la vereda para esperar y escapar a la fritanga del cuestionable lugar. Me acuerdo – eso si me acuerdo – que se paró en el escalón de la entrada del negocio para quedar más a mi altura. Le pregunté como andaba de novios y demás (Siempre lo hacía. Si bien generalmente jodía al hermano con ella, jamás existieron segundas intenciones: de hecho, la llevaba a la casa de los novios, tenía buena relación con los pibes, etc). Me comentó que había alguien que le gustaba pero no le daba bola. Que estaba de novio y no se podía hacer mucho por ello. Me acuerdo – eso si me acuerdo – que defendí de palabra al pibe (una defensa corporativa: yo también estaba de novio), mientras pensaba lo imbécil que era al perderse alguien como ella. Fue la primera vez que pensé algo así. También de eso me acuerdo bien.
El fin de semana pasó muy tranquilo. Creo. No me acuerdo mucho. Habremos salido los dos días, calculo. El lunes al mediodía él se fue a trabajar y ella volvió de Alta Gracia. Se fue a bañar, mientras yo miraba una película. No me acuerdo que película era.
Ahí fue cuando las cosas cambiaron decididamente. Salió de su cuarto con un pantalón corto, una remera que le quedaba grande….y el pelo mojado. Su pelo rubio mojado. Terminó sentada a mi derecha en el sillón, mirando la película con sus ojos verdes (entenderán por que no recuerdo el nombre). Entre una cosa y otra, tuve el coraje de tomarle la mano. Solo lo hice, sin pensar demasiado en el siguiente paso. Es una realidad que jamás volví a estar tan nervioso como en ese momento. No sabía si decirle algo, intentar un beso, soltarle la mano (Comprenderán que era la hermana de mi mejor amigo y lo mío era una empresa arriesgada, por lo menos. Años después ella me confesaría que también atravesó el mismo camino pero claro, el movimiento tenía que ser mío).
En ese diálogo interno entre conciencia y exaltación – no me olvido más -, escuché el ruido del ascensor. Era el hermano, naturalmente. En pocos segundos tuve que decidir si soltarle la mano – y mostrar mi cobardía – o mantenerme en mi osadía – bajo riesgo que mi amigo, su hermano, se moleste-. No solté su mano, lógicamente.
Después no pasó mucho más. No me acuerdo mucho. Volví a Buenos Aires y manejé la mentira que allí vivía de la mejor forma posible para todos. Comencé a escribirle más mail y llamar a mi amigo mas seguido.
El 16 de Noviembre, ella bajó en Retiro y nos dimos nuestro primer beso. Pasamos el fin de semana juntos. De eso si me acuerdo bien.
martes, 18 de noviembre de 2008
jueves, 6 de noviembre de 2008
(NdeR: Agradecimiento)
El agradecimiento expreso desde estas líneas a la única persona que asiduamente se toma unos minutos de su vida para comentar en alguno de los textos ingresados: Dieguito, amigo mío, esta noche el vino es todo para vos.
Al resto, a los que pasan por aquí sin dejar su recuerdo, sepan que el "0" en "opinólogos" es lo más desmotivante de este pasatiempo.
Si fuera un flogger, me tendría que pegar un tiro.
Atte.
El Alemán.
Al resto, a los que pasan por aquí sin dejar su recuerdo, sepan que el "0" en "opinólogos" es lo más desmotivante de este pasatiempo.
Si fuera un flogger, me tendría que pegar un tiro.
Atte.
El Alemán.
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miércoles, 5 de noviembre de 2008
Sufrimiento
"Tiene que sufrir un poquito, ¿sino para que vino a su despedida de solteros?" (Enano sádico dixit).
Dignidad
"Muchachos, ¡es un travesti pero tiene dignidad!" (RS dixit).
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martes, 4 de noviembre de 2008
Despedida de Soltero
El enano sádico tironeaba la larga cadena de metal provocando el seguimiento del “homenajeado”. El cuello morado de este daba señales de una larga noche, lo que se confirmaba con el arrastre de sus pies, provocado por el reguero vertido a la fuerza en su garganta. El hombre estaba “muerto” y la turba violenta, capitaneada por el enano sádico, no le daba respiro: golpes, torturas, vejámenes y afrentas se venían sucediendo desde temprano en la tarde. Si bien por un momento el homenajeado había disfrutado del comienzo del día, claramente sus ideas habían cambiado con el correr de la noche.
Apenas promediaba el “festejo”, el objeto (tal cual fue tratado) de la reunión no articulaba palabra ni reaccionaba ante los continuos golpes de la manada salvaje. Gracias a Dios, un par de asistentes se reservó la mesura necesaria como para disponer el retiro del agasajado y redireccionar la furia del grupo hacia otras actividades. Así fue como fueron “liberados” como una jauría desbocada hacia un local nocturno de la zona de Núñez. Contentos, se dispusieron a contratar los servicios temporales del tugurio, los cuales no incluían el género que minutos antes forzaban para su “amigo”.
Releyendo las notas de aquella noche, confío esperar que mis amigos se diferencien de esta locura, entendiendo que la finalidad de una despedida de soltero es el agasajo y regocijo de éste y no la crueldad de quienes lo despiden.
Apenas promediaba el “festejo”, el objeto (tal cual fue tratado) de la reunión no articulaba palabra ni reaccionaba ante los continuos golpes de la manada salvaje. Gracias a Dios, un par de asistentes se reservó la mesura necesaria como para disponer el retiro del agasajado y redireccionar la furia del grupo hacia otras actividades. Así fue como fueron “liberados” como una jauría desbocada hacia un local nocturno de la zona de Núñez. Contentos, se dispusieron a contratar los servicios temporales del tugurio, los cuales no incluían el género que minutos antes forzaban para su “amigo”.
Releyendo las notas de aquella noche, confío esperar que mis amigos se diferencien de esta locura, entendiendo que la finalidad de una despedida de soltero es el agasajo y regocijo de éste y no la crueldad de quienes lo despiden.
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viernes, 24 de octubre de 2008
Salida
El malón hediondo, excitado y sudoroso corrió por los pasillos de la casa buscando la puerta de salida. Corrieron tropezándose entre si, yendo hacia la luz del final del corredor. Una de ellas – la rubia - miró para atrás pero la tapó el cuerpo de otra de las chicas. Un revoleo de brazos, pitos y tetas probaban todas las puertas que encontraban a su paso. Carteles de “ocupado” en todas ellas confirmaron la cerrazón en sus picaportes. La masa amorfa, enquilombada, siguió corriendo por el pasillo con paredes de humedad condensada de colorado. Cuando doblaron en la esquina del pasillo, uno de los flacos resbaló y golpeó en una rodilla a la gorda del grupo, quien golpeó seca contra la pared y cayó finalmente en el rincón mas alejado de la curva.
Cuando llegaron finalmente a la puerta de salida, la abrieron de un golpe, pasando todos casi al mismo tiempo. Una vez en el pasillo del edificio, todos descartaron el ascensor prefiriendo la escalera. De nuevo, otro de los pibes resbaló en un escalón y golpeó a la colorada del grupo. Esta vez no fue la mujer quien sacó el peor partido: el flaco, a pesar que se paró y siguió corriendo, lo hizo cogeando como pudo. Se había roto el culo (el coxis le dirían en el hospital horas después) contra el puto escalón.
El portero del edificio quiso parar al más veloz y equipado de ellos, quien se había adelantado, pero al ver que detrás vería la maroma de cuerpos que lo seguían hacia la calle, optó por correrse y pensar “las cosas que pasan en un telo, por favor”.
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La cena
El tenedor entró por el costado derecho de su cuello, justo debajo de su oreja. Hizo fuerza hasta que sintió el hueso chocar contra la punta del utensilio. La sangre brotaba a borbotones y manchaba los cabellos oscuros de la víctima. Como no había agotado su furia con el primer intento, siguió descargando su ira por toda su cara. Clavó sus ojos (logró sacar uno de ellos), sus pómulos y su boca, destrozando sus labios y dientes delanteros. Mantuvo la frente intacta ya que sabía que se trataba de uno de los huesos más duros del cuerpo. La parte frontal del cuello sufrió la peor parte.
Las visitas llegaron mas temprano de lo planeado. Dijo que ella había tenido que salir a cubrir una guardia en el hospital. Tomaron algunas medidas de ron mientras la carne se cocía. Prendió sahumerios que, explicó, procedían de Vietnam. Convidó habanos cubanos y prendió algunas velas con esencias.
La carne era exquisita, según dijeron los invitados. La mayoría aceptó el consejo del anfitrión de probar la carne bien cocida. Había preparado una salsa pesada a base de cerveza y manteca para que no se sintiera muy seca. Todos repitieron y brindaron la genialidad del cocinero, con un poco mas de vino francés.
No había postre preparado ya que era la especialidad de ella. Lamentaron su urgente salida al hospital. Sin embargo, lo remediaron pidiendo un poco de crema sambayón por teléfono aprovechando el wiskey que quedaba para terminar la botella.
Pasadas las tres de la mañana se despidieron. Algunas de las chicas lamentaron su mala suerte por tener que irse a dormir solo cada tanto debido a la profesión de su mujer. “Espero que alguna vez cambie tu suerte”, le dijeron. “Yo creo que pronto”, respondió él.
Los despidió a todos en la puerta de entrada del edificio. Bajó a la cochera del edificio, sacó el auto y se dirigió hacia los pastizales de la zona sur. Al día siguiente, limpió las manchas que quedaban en el drenaje de la bañadera y se sentó a pensar en el sofá del living.
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Matías
Matías tiene once años y me pide jugar a la pelota en la rambla de la playa. Claro, Tomas no duda en querer sumarse al plan. En definitiva, no escapa a la regla del hermano menor. En el sur del país, una de las peores playas de la Argentina (que nos ha ofrecido – no obstante – los mejores momentos de nuestra juventud), nos regala una tarde de poco viento y marea alta. “Mete gol entra” y “Futbol Tenis” llenan los minutos de esta tarde de Octubre. En ambos juegos, Toto hace las veces de árbitro, alcanza pelotas y agresor de su tío (solo cuando Matías deja de estar frente al marcador).
No dentro de mucho tiempo Matías va a ser adolescente. Cada tanto se acordará que tiene un tío viviendo a pocas cuadras de su casa al cual pedirle que le tire unos mangos para salir o le preste el auto un fin de semana (imagino que eso no puede ser peor a que me pida el quincho para hacer un asado con sus treinta compañeros del club).
No se si en ese momento me pondré contento y orgulloso de ver a mi sobrino mayor creciendo y haciendo las atorreantadas que hacia yo a esa edad o extrañaré sus gritos en aquella tarde de primavera. Seguramente, Toto y yo lo seguiremos esperando en la rambla de la playa.
martes, 21 de octubre de 2008
La casa
Inmediatamente lo supo. Las puertas se entreabieron y una bocanada de aire denso cubrió el ambiente y todos sus pensamientos. Bueno, no todos. Le quedó en las fosas nasales el olor dulzon de la muerte y la putrefacción. Imaginó que había pasado suficiente tiempo en esa habitación pero, enseguida, insistió sobre su permanencia. Alguien ya le había advertido al respecto. Volvió su cabeza hacia las puertas, que para esa altura ya se habían vuelto a entornar. El pesado y álgido humo se cortaba con el as de luz que entraba. Era un reflejo brillante. Como si el mismo sol, estuviese sentado a dos metros de la entrada, a pesar que la medianoche ya había pasado hace unas cuantas horas. Pensó en algún momento que, quizás, algún reflector encendido del patio podía estar en dirección hacia la maldita puerta. Pero se trataba de una sala de la casa que daba al pulmón interno del edificio, continuo al paredón del supermecado. Dejó el vaso de fernet recién probado sobre la mesa – un pensamiento fugaz lo hizo pensar en la combinación del sabor del ambiente con la cola de su bebida – y apoyó su mano derecha sobre el respaldo de la silla de madera. Intentó levantarse pero, nuevamente, sintió el viento helado desde la habitación vecina. Esta vez las puertas no se habían abierto. Sus ojos se nublaron por el humo y la ráfaga gélida. Las puertas ahora grises, recién cerradas, había perdido súbitamente su correcto barniz blanco: mostraban grietas y rajaduras como puertas de casas abandonadas. Debajo de las puertas, se notaba todavía brillar el as de luz intenso, continuo, intrigante. Pensó en levantarse y abrir las malditas puertas de una buena vez pero de nuevo se vio postrado en la silla, sin poder enderezar sus piernas. La luz comenzó y las cortinas del cuarto dejaron de moverse. El olor dulzón se transformó en jazmín y de golpe se encontró parado en el medio de la habitación. Caminó un par de pasos hasta las puertas y tanteó el picaporte. No mostraba temperatura alguna. Solo le dio un poco de corriente. Entre el efecto eléctrico y el miedo hicieron que retirara la mano y diera algunos pasos hacia atrás. Unos segundos después, intrigado, volvió a tomar la manija y la giró de una vez, abriéndose ambas hojas de las puertas. La habitación continua tenía las ventanas cerradas y los postigos de metal oxidado con traba. Dio unos pasos en la oscuridad y tanteó la pared hasta que dio con el interruptor de luz. Lo accionó varias veces sin ningún resultado. Se asustó nuevamente. “¿Papá?”, preguntó. “¿Viejo? ¿Sos vos?”, insistió. Tanteó la cama con la mano izquierda y notó que la misma estaba desordenada. Buscó en la mesa de luz continua y encontró la vieja linterna “Everredi” – como escribía el abuelo en el papel de los mandados lo mandaba a comprar pilas -, la cual encendió. Confirmó el desorden de la cama y cierta condensación en las paredes. Enfocó hacia la mesa de luz y vio un vaso de vidrio, con agua hasta la mitad, algunos rastros de huellas y marca de labios sobre el borde. Giró de golpe llevando la luz de la linterna sobre toda la habitación. Se sintió agitado. Enfocó hacia las puertas que se habían cerrado nuevamente. Él no la había escuchado cerrar. Sentía el flujo exacerbado de su sangre correr y golpear contra las venas de su garganta. “Viejo, la puta madre, no jodas mas”, se quejó. Volvió a recorrer la habitación con la linterna unas cuantas veces mas. Quiso ir hacia la puerta pero tropezó con la cama. Cuando se apoyó con la mano derecha, sintió la bolsa de agua caliente sobre los pies de la cama. Le dio luz y la recordó familiar: escocesa azul y roja. Sin poder contener la agitación fue, como pudo, hasta la ventana. Cuando la abrió no entró luz alguna. Como si la misma se hubiese consumado minutos antes cuando él comenzaba a disfrutaba el fernet en la habitación continua. “¡¡¡Viejo, la puta madre!!! ¡¡No te podes poner así!!”, dijo entre jadeos. “¿Que querías que hiciera? No se puede mantener esto así para siempre. Algún día tenía que pasar, no?”, trató de sonar convincente y lógico. La oscuridad de la habitación, si esto era posible, pareció contraerse aún mas. El olor dulzón volvió a impregnar sus fosas nasales. "Hace cinco años que esta todo tapado con sabanas. ¡¿Que carajo que queres que hagamos, la puta que lo parió!?”, gritó con fuerzas. La luz de la linterna tuvo un centellar intenso hasta que se apagó por completo. El sabor a fernet se le fue transformando en desagradable. Sintió áspera la garganta y falto de aire. Escuchó el cristal de la “Everredi” romper contra el piso. Nuevamente no pudo mover los pies. Golpeó fuerte en la loza con las rodillas pero contuvo el dolor. Si bien tenía la boca seca, sentía que tampoco podía tragar. Tenía la garganta cerrada y la nariz tapada con el dulce olor de la muerte. Golpeó con sus costillas derechas el vértice izquierdo de la cama de madera. Con el costado izquierdo golpeo el piso, cortándose el hombro con los vidrios de la linterna. Antes de cerrar los ojos definitivamente sintió voces que retumbaban en las paredes. El olor dulce se transformaba en jazmín nuevamente y la luz volvía a entrar por la puerta raída.
Su cuerpo lo encontró el personal de mudanzas la mañana siguiente. La cama estaba cubierta con una sabana blanca y todos los muebles cubiertos de tierra añeja. Sobre la mesa de la habitación de al lado, la botella de fernet terminada y un vaso de vidrio con agua hasta la mitad, algunos rastros de huellas viejas y marca de labios secos sobre el borde.
ACDC - Black Ice
Estuve escuchando el nuevo disco de ACDC, "Black Ice".
Como dijo Brian Johnson, extrañaba una banda que me haga "mover la patita".
Como dijo Brian Johnson, extrañaba una banda que me haga "mover la patita".
viernes, 17 de octubre de 2008
Muestras
Valeria esta preocupada y siente la angustia en su garganta. Le cuesta horrores mitigar sus viejos vicios. Siempre tuvo un carácter fuerte aunque también fue una buena persona.
Hoy en día, me comentaba, lucha por disimular sus angustias y dejar de generar en sus relaciones la sumisión o interés de siempre.
Espera algún día lograr el objetivo y dejar de sufrir en el intento. Quizás, ahí si, las muestras de afecto sean legítimas.
Hoy en día, me comentaba, lucha por disimular sus angustias y dejar de generar en sus relaciones la sumisión o interés de siempre.
Espera algún día lograr el objetivo y dejar de sufrir en el intento. Quizás, ahí si, las muestras de afecto sean legítimas.
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martes, 14 de octubre de 2008
Fracaso
"Se dedicará al silencio visto el fracaso de sus pensamientos.
Se recluirá en el vacío sus líneas dejadas marchitas.
Despreciará las rimas que en su momento colmaron sus oídos.
Comenzará a pensar que, quizás, sus gustos no son seguidos,
que sus trazos no son la línea de ninguno.
Dedicará algunos párrafos a aquel cuaderno raído,
Que no sabe de comentarios ni visitantes contados.
Lo hará por un tiempo, sin dudas, hasta que se convenza de lo contrario.
Y se intente, nuevamente, la buenaventura del convidado amigo".
Axel Centurión.
Se recluirá en el vacío sus líneas dejadas marchitas.
Despreciará las rimas que en su momento colmaron sus oídos.
Comenzará a pensar que, quizás, sus gustos no son seguidos,
que sus trazos no son la línea de ninguno.
Dedicará algunos párrafos a aquel cuaderno raído,
Que no sabe de comentarios ni visitantes contados.
Lo hará por un tiempo, sin dudas, hasta que se convenza de lo contrario.
Y se intente, nuevamente, la buenaventura del convidado amigo".
Axel Centurión.
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jueves, 2 de octubre de 2008
Noche de cata
Una exposición de vinos es peligrosa cuando uno no sabe nada de vinos o, mejor dicho, no se concurre guiado por la sed de conocimiento sino por únicamente por la sed.
La Exposición “Vinos y Bodegas” se celebra anualmente en la Sociedad Rural Argentina sobre la última parte del año y es una oportunidad para acercar al público masivo con el sector vitivinícola argentino. Quizás esa masividad hace que no se encuentren las mejores bodegas sino solo aquellas pequeñas, populares o flamantes que buscan ese público, seguramente no calificado como ABC1.
La primera experiencia que tuvieron los chicos fue aproximadamente en el año 2003. En aquella ocasión, Arturo Dieguez, “Palmera” Benvenutti, Filip Azcuenaga y Willy Schweinsteiger llegaron expectantes al sector indicado para la muestra anual. También estaba, como invitado de la comitiva, el monje benedictino Patrono Nayar, otrora profesor de Teología en la Universidad del Museo Social de alguno de los arriba mencionados.
El salón de grandes dimensiones, por supuesto, estaba elegantemente decorado luciendo sobre la alfombra colorada una enorme cantidad de puestos – en tamaños chicos, medianos y grandes -, integrados generalmente por un sommelier y un grupo señoritas que ofrecía el deleite de cada bodega.
Uno a uno, cada uno de los muchachos fue cambiando en el sector correspondiente su entrada por la copa establecida para la degustación.
La decepción ocasionada ante el escaso contenido que permitía la copa asignada fue aún mayor ante cada servicio de los stands existentes: ninguno de ellos superaba el dedo como medida a catar. Si bien, efectivamente, este era el objeto de la muestra, el conjunto de jóvenes aspiraba a otro tipo de atención, la cual pudieron obtener solo ante la repetición de pruebas y la aceleración en el recorrido.
El resto de la velada transcurrió entre el disimulo frente a los sommeliers que insistían con hablar de terruños, cepajes y barricas, y el descubrimiento de las promotoras que con el correr de la noche se hicieron mas agraciadas.
A dichas alturas, justo es decirlo, el monje ya había guardado prolijamente su hábito benedictino en su portafolio de cuerina negra.
Faltando poco para el cierre de la jornada, el grupo de jóvenes ya tenía detectada y clasificada la muestra de acuerdo a (i) puestos menos concurridos y ágiles en la degustación, (ii) los productos mas sabrosos, (iii) las mejores promotoras y (iv) los stands donde regalaban galletitas con cada una de las catas.
Puntualmente, a la hora asignada, de los diversos parlantes del gran salón surgió la voz amable que incitaba a los presentes a abandonar la muestra, invitándolos a regresar el día siguiente.
La imagen fue un tanto confusa, debe admitirse. Señores mayores de formal traje, jóvenes modernos de tonos bronceados y señoras paquetas con vestidos de noche, se tropezaban con el apuro de los jóvenes debutantes, quienes corrían de puesto en puesto exigiendo “la última degustación” o, en forma menos amable como dijo el Palmera, “¡¡¡dame el culito de la botella, culiao!!!”.
Fue comprensible el estupor de algunos sommeliers y la decepción de los organizadores que advirtieron la escena, lo que seguramente no engalanaba el acto promocional.
Prácticamente expulsados por el personal de seguridad, el grupo de jóvenes se dirigió al estacionamiento del complejo. Dispuestos ante la salida, y de frente a la barrera que franqueaba la misma, nuevamente la seguridad tuvo que intervenir recordándole al conductor que debía abonar el estacionamiento para superar la barrera. No obstante ello, el monje - enajenado con medio cuerpo sobre el asiento delantero y agitando los brazos - le prohibió la salida del vehículo a Filip al grito de “¡¡Arrancá pelotudo!! ¿¿¡¡No ves que te están boludeando!!?? ¡¡Tirales la barrera a la mierda!!”. Por suerte Filip, con el poco discernimiento que conservaba, logró acercarse hasta la cabina de pago y superar el incidente.
El regreso fue igual de caótico. Se supo después que Dieguez – quien había abandonado el grupo en el estacionamiento - terminó durmiendo media noche en una ligustrina de Plaza Italia; el monje, dejado en la puerta de su convento, se perdió entre los callejones oscuros del barrio de Barracas; Palmera fue amablemente invitado en su trabajo la mañana siguiente a que se tome el día por enfermedad o, al menos, regrese convenientemente aseado y sin los ojos inyectados en sangre; el auto de Filip evidenció las marcas inevitables del mareo alcohólico sobre su lateral derecho; y Willy no podía entender cuando se despertó la mañana siguiente porque había en el living de su casa un cartel de “Prohibido Estacionar” y otro de “Ceda el Paso”, ambos con sus bases de cemento incluidas.
La Exposición “Vinos y Bodegas” se celebra anualmente en la Sociedad Rural Argentina sobre la última parte del año y es una oportunidad para acercar al público masivo con el sector vitivinícola argentino. Quizás esa masividad hace que no se encuentren las mejores bodegas sino solo aquellas pequeñas, populares o flamantes que buscan ese público, seguramente no calificado como ABC1.
La primera experiencia que tuvieron los chicos fue aproximadamente en el año 2003. En aquella ocasión, Arturo Dieguez, “Palmera” Benvenutti, Filip Azcuenaga y Willy Schweinsteiger llegaron expectantes al sector indicado para la muestra anual. También estaba, como invitado de la comitiva, el monje benedictino Patrono Nayar, otrora profesor de Teología en la Universidad del Museo Social de alguno de los arriba mencionados.
El salón de grandes dimensiones, por supuesto, estaba elegantemente decorado luciendo sobre la alfombra colorada una enorme cantidad de puestos – en tamaños chicos, medianos y grandes -, integrados generalmente por un sommelier y un grupo señoritas que ofrecía el deleite de cada bodega.
Uno a uno, cada uno de los muchachos fue cambiando en el sector correspondiente su entrada por la copa establecida para la degustación.
La decepción ocasionada ante el escaso contenido que permitía la copa asignada fue aún mayor ante cada servicio de los stands existentes: ninguno de ellos superaba el dedo como medida a catar. Si bien, efectivamente, este era el objeto de la muestra, el conjunto de jóvenes aspiraba a otro tipo de atención, la cual pudieron obtener solo ante la repetición de pruebas y la aceleración en el recorrido.
El resto de la velada transcurrió entre el disimulo frente a los sommeliers que insistían con hablar de terruños, cepajes y barricas, y el descubrimiento de las promotoras que con el correr de la noche se hicieron mas agraciadas.
A dichas alturas, justo es decirlo, el monje ya había guardado prolijamente su hábito benedictino en su portafolio de cuerina negra.
Faltando poco para el cierre de la jornada, el grupo de jóvenes ya tenía detectada y clasificada la muestra de acuerdo a (i) puestos menos concurridos y ágiles en la degustación, (ii) los productos mas sabrosos, (iii) las mejores promotoras y (iv) los stands donde regalaban galletitas con cada una de las catas.
Puntualmente, a la hora asignada, de los diversos parlantes del gran salón surgió la voz amable que incitaba a los presentes a abandonar la muestra, invitándolos a regresar el día siguiente.
La imagen fue un tanto confusa, debe admitirse. Señores mayores de formal traje, jóvenes modernos de tonos bronceados y señoras paquetas con vestidos de noche, se tropezaban con el apuro de los jóvenes debutantes, quienes corrían de puesto en puesto exigiendo “la última degustación” o, en forma menos amable como dijo el Palmera, “¡¡¡dame el culito de la botella, culiao!!!”.
Fue comprensible el estupor de algunos sommeliers y la decepción de los organizadores que advirtieron la escena, lo que seguramente no engalanaba el acto promocional.
Prácticamente expulsados por el personal de seguridad, el grupo de jóvenes se dirigió al estacionamiento del complejo. Dispuestos ante la salida, y de frente a la barrera que franqueaba la misma, nuevamente la seguridad tuvo que intervenir recordándole al conductor que debía abonar el estacionamiento para superar la barrera. No obstante ello, el monje - enajenado con medio cuerpo sobre el asiento delantero y agitando los brazos - le prohibió la salida del vehículo a Filip al grito de “¡¡Arrancá pelotudo!! ¿¿¡¡No ves que te están boludeando!!?? ¡¡Tirales la barrera a la mierda!!”. Por suerte Filip, con el poco discernimiento que conservaba, logró acercarse hasta la cabina de pago y superar el incidente.
El regreso fue igual de caótico. Se supo después que Dieguez – quien había abandonado el grupo en el estacionamiento - terminó durmiendo media noche en una ligustrina de Plaza Italia; el monje, dejado en la puerta de su convento, se perdió entre los callejones oscuros del barrio de Barracas; Palmera fue amablemente invitado en su trabajo la mañana siguiente a que se tome el día por enfermedad o, al menos, regrese convenientemente aseado y sin los ojos inyectados en sangre; el auto de Filip evidenció las marcas inevitables del mareo alcohólico sobre su lateral derecho; y Willy no podía entender cuando se despertó la mañana siguiente porque había en el living de su casa un cartel de “Prohibido Estacionar” y otro de “Ceda el Paso”, ambos con sus bases de cemento incluidas.
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miércoles, 1 de octubre de 2008
Agosto de 1994
Con catorce años no se está seguro de muchas cosas. Sobre todo de aquellas que se viven por primera vez.
A poco de pasada la primera mitad del año, en cualquier pueblo comienza la temporada de cumpleaños de quince y es, para muchos precoces, la oportunidad – u obligación – de iniciarse en las artes nocturnas y del sexo opuesto. Nadie – prácticamente – ha escapado a esta época de la vida en la cual uno es impulsado por un montón de hormonas – que dicho sea de paso, se encargan de ingresarnos en una suerte de metamorfosis escandalosa, que incluye acné, dolores en las articulaciones, ortodoncias, alteraciones vocales, y otras manifestaciones non santas – a enfrentarse como un boludo inseguro frente a una suerte de vivencias desconocidas.
En el sector de chacras del pueblo estaba el salón de baile conocido como “El Castillo” (jamás existió confirmación alguna sobre si ese era su verdadero nombre). El ritual de siempre acompañó la velada: arribo al lugar alrededor de las 21.30 hs. (muñido de algún peluche o artefacto inservible comprado a las apuradas un par de horas antes en el centro del pueblo), cena sin alcohol, vals, y mucha ansiedad frente al tórrido grupo de jóvenes tan precoces como uno.
En aquel momento – recordemos la inexperiencia y el deseo por demostrar nuestra adolescencia – uno no repara demasiado en consecuencias, más solo en oportunidades que se presentan. Por ello, ante el escape masivo de la parentela que componía la mesa “mayor” hacia el sector de la pista ante los primeros acordes de Don Vivaldi, algún que otro joven aprovechó la ocasión para recolectar botellas de sidra existentes. Suficientes para que su virginal sangre pueda ser contaminada.
En este espacio en el cual se habla y no se dice, se quiere y no se anima, se recuerda la madurez inteligente de aquella mujer-adolescente de vestido celeste, castaña de pelo lacio y suficientes antecedentes, que encontró a aquel joven en similar tarea, proponiendo mejores experiencias.
Desde aquí, el recuerdo para su caminata gentil al jardín discreto con el objeto de hacerle tomar conciencia en unos pocos momentos que la suerte a veces no es tan esquiva y el primer beso siempre es un gran recuerdo.
A poco de pasada la primera mitad del año, en cualquier pueblo comienza la temporada de cumpleaños de quince y es, para muchos precoces, la oportunidad – u obligación – de iniciarse en las artes nocturnas y del sexo opuesto. Nadie – prácticamente – ha escapado a esta época de la vida en la cual uno es impulsado por un montón de hormonas – que dicho sea de paso, se encargan de ingresarnos en una suerte de metamorfosis escandalosa, que incluye acné, dolores en las articulaciones, ortodoncias, alteraciones vocales, y otras manifestaciones non santas – a enfrentarse como un boludo inseguro frente a una suerte de vivencias desconocidas.
En el sector de chacras del pueblo estaba el salón de baile conocido como “El Castillo” (jamás existió confirmación alguna sobre si ese era su verdadero nombre). El ritual de siempre acompañó la velada: arribo al lugar alrededor de las 21.30 hs. (muñido de algún peluche o artefacto inservible comprado a las apuradas un par de horas antes en el centro del pueblo), cena sin alcohol, vals, y mucha ansiedad frente al tórrido grupo de jóvenes tan precoces como uno.
En aquel momento – recordemos la inexperiencia y el deseo por demostrar nuestra adolescencia – uno no repara demasiado en consecuencias, más solo en oportunidades que se presentan. Por ello, ante el escape masivo de la parentela que componía la mesa “mayor” hacia el sector de la pista ante los primeros acordes de Don Vivaldi, algún que otro joven aprovechó la ocasión para recolectar botellas de sidra existentes. Suficientes para que su virginal sangre pueda ser contaminada.
En este espacio en el cual se habla y no se dice, se quiere y no se anima, se recuerda la madurez inteligente de aquella mujer-adolescente de vestido celeste, castaña de pelo lacio y suficientes antecedentes, que encontró a aquel joven en similar tarea, proponiendo mejores experiencias.
Desde aquí, el recuerdo para su caminata gentil al jardín discreto con el objeto de hacerle tomar conciencia en unos pocos momentos que la suerte a veces no es tan esquiva y el primer beso siempre es un gran recuerdo.
Si alguien encuentra a aquel joven - que llegó, confundido, a proponerle noviazgo a su generosa instructora - díganle que hoy lo evoco con una sonrisa y que la vida le dará cuantas más oportunidades necesite para ser quien ilustre.
En la noche
Juan Carlos usa tiradores y se sienta en diagonal al televisor en su sillón marrón percutido. Lleva puestas pantuflas – cuadriculadas – en los mismos tonos. Usa el pelo – sin gomina – para atrás. Su mujer camina de lado a lado en la cocina celeste mientras él espera que termine. Las noticias de las 19 hs llegan desde Córdoba al viejo Telefunken. Escucha el repiqueteo del cocer de la “costeleta” en la parrilla y siente salivar su paladar.
Dispuesta la mesa puntualmente a las 20 hs, se sienta – ahora de frente al televisor – y frota sus manos en señal de autoridad. Observa el plato de “Cabellos de Ángel” humeante delante de él. Toma el salero y lo sacude fuertemente un par de veces sobre el plato, mientras ponen delante de él su copa vacía con un cubito individual, todavía en su cubierta plástica. Rellena la copa de vino Toro y lo baja con un poco de soda.
Comienza a comer sin esperar compañía. Adelanta los labios para acercar la cuchara y emite un sonido ante cada bocado. Como todas las noches, la sopa no contiene ningún tipo de caldo que facilite su cocción: todo ha sido hervido, procesado y colado.
Mientras engulle, su mujer se levanta y se sienta continuamente al compás de la cocción de la carne y el puré. Ella no ingiere líquidos y, cada tanto, se queja de alguna noticia que escucha o de la poca sal que le permite ingerir el médico a su marido. Sin lugar a dudas, el sonido que se escucha en la mesa con mas frecuencia es “Pssst”.
Juan Carlos termina y le retiran el plato. Se frota nuevamente las manos y toma la mitad de su copa de vino. Toma la cuchara y se sirve dos veces el puré recién colocado. Lo prueba y repite el ritual anterior con el salero cuando su mujer se va a buscar la carne.
Su mujer coloca la “chuleta” más grande y jugosa en su plato, provocando la mezcla de la sangre cocida con el puré de papas. Ella toma la sal y la retira de la mesa. Él se queja y le exige su devolución, a pesar del reproche.
La cena transcurre en silencio hasta que cada uno termina su plato – ella ha comido prácticamente nada – y su mujer levanta la mesa. Luego de terminar la fruta que le pusieron delante, él apaga el televisor y vuelve a su sillón marrón. De la calle no se escucha sonido alguno, salvo algún ciclomotor ocasional.
Come alguna gomita de menta o silva algún tango por lo bajo, mientras ella prepara las bolsas de agua caliente. A las 21.45 hs., sin falta, se levanta y se va a dormir. Ella lo sigue, como siempre.
Dispuesta la mesa puntualmente a las 20 hs, se sienta – ahora de frente al televisor – y frota sus manos en señal de autoridad. Observa el plato de “Cabellos de Ángel” humeante delante de él. Toma el salero y lo sacude fuertemente un par de veces sobre el plato, mientras ponen delante de él su copa vacía con un cubito individual, todavía en su cubierta plástica. Rellena la copa de vino Toro y lo baja con un poco de soda.
Comienza a comer sin esperar compañía. Adelanta los labios para acercar la cuchara y emite un sonido ante cada bocado. Como todas las noches, la sopa no contiene ningún tipo de caldo que facilite su cocción: todo ha sido hervido, procesado y colado.
Mientras engulle, su mujer se levanta y se sienta continuamente al compás de la cocción de la carne y el puré. Ella no ingiere líquidos y, cada tanto, se queja de alguna noticia que escucha o de la poca sal que le permite ingerir el médico a su marido. Sin lugar a dudas, el sonido que se escucha en la mesa con mas frecuencia es “Pssst”.
Juan Carlos termina y le retiran el plato. Se frota nuevamente las manos y toma la mitad de su copa de vino. Toma la cuchara y se sirve dos veces el puré recién colocado. Lo prueba y repite el ritual anterior con el salero cuando su mujer se va a buscar la carne.
Su mujer coloca la “chuleta” más grande y jugosa en su plato, provocando la mezcla de la sangre cocida con el puré de papas. Ella toma la sal y la retira de la mesa. Él se queja y le exige su devolución, a pesar del reproche.
La cena transcurre en silencio hasta que cada uno termina su plato – ella ha comido prácticamente nada – y su mujer levanta la mesa. Luego de terminar la fruta que le pusieron delante, él apaga el televisor y vuelve a su sillón marrón. De la calle no se escucha sonido alguno, salvo algún ciclomotor ocasional.
Come alguna gomita de menta o silva algún tango por lo bajo, mientras ella prepara las bolsas de agua caliente. A las 21.45 hs., sin falta, se levanta y se va a dormir. Ella lo sigue, como siempre.
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lunes, 29 de septiembre de 2008
Franela
La lluvia cae sobre el parabrisas del Renault 12 blanco. La humedad ha empañado los vidrios y la situación no se resuelve pasando una franela. El aire acondicionado no fue incluido en este base del 89. La única opción es abrir la ventanilla delantera derecha, aunque el asiento reciba unas cuantas gotas.
El Polaco Goyeneche arrastra su voz rugosa en la estrofa final de “Garúa” y le da un acompañamiento perfecto a este comienzo de semana. Las luces coloradas y amarillas de los autos de adelante titilan incesantes en la autopista embotellada.
Las heridas de un fin de semana agitado se resienten cuando más duelen, pasando facturas que cuestionan el paso del tiempo y los excesos cometidos. Va a ser una semana larga, máxime si recién estamos en Septiembre.
Las gotas siguen golpeando el parabrisas, quizás con un poco más de violencia, y la franela sigue sin ser la solución al problema.
El Polaco Goyeneche arrastra su voz rugosa en la estrofa final de “Garúa” y le da un acompañamiento perfecto a este comienzo de semana. Las luces coloradas y amarillas de los autos de adelante titilan incesantes en la autopista embotellada.
Las heridas de un fin de semana agitado se resienten cuando más duelen, pasando facturas que cuestionan el paso del tiempo y los excesos cometidos. Va a ser una semana larga, máxime si recién estamos en Septiembre.
Las gotas siguen golpeando el parabrisas, quizás con un poco más de violencia, y la franela sigue sin ser la solución al problema.
viernes, 26 de septiembre de 2008
Poker
“Uno en la vida aspira a estar tranquilo”, me decía. “La valentía en estos casos esta en darse cuenta cuando las cosas precisan de una decisión y se actúa en consecuencia…soportando las consecuencias”. Asentí. Como si yo no estuviera, prosiguió: “Uno puede hacer concesiones, tener paciencia…también uno puede armar estrategias, jugar con la mente del otro y anticiparse”. Intenté tomar un sorbo de café pero todavía estaba muy caliente. “Pero uno en la vida quiere estar tranquilo”, reiteró, contestándose a si mismo. “La vida no es un poker donde uno tenga que andar descuajeringándose el cerebro todo el día. En definitiva, si las condiciones no se presentan agradables, es un problema de cambiar las condiciones y no que nos empiecen a agradar las condiciones, no?”. Como supe que era una pregunta retórica o que nuevamente la autoproclamaba, ni me molesté en sacar la vista del pocillo de café. “Lo importante es poder probar, animarse y, en definitiva, decidir. Nadie esta acorralado hasta que se da por vencido y si algo hemos aprendido de nuestros errores, es que la puerta se cierra cuando uno acepta” dijo, sin darse cuenta que me había quemado la lengua como un boludo.
Quedamos en silencio unos minutos hasta que pasó por la calle una morocha bastante buena que generó el comentario grosero de mi compañero.
Quedamos en silencio unos minutos hasta que pasó por la calle una morocha bastante buena que generó el comentario grosero de mi compañero.
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Desconfío de la vida
El vaso transpirado dejó una aureola de agua sobre la mesa de nerolite. El humo del cigarrillo nubla la vista cegada de maquillaje. El rouge de sus labios carmesí ha dejado una figura extraña en el pocillo de café sucio. Sus dedos rugosos ya no resaltan por el juego que hace el esmalte. Las pulseras gastadas solo pasan desapercibidas por los colores de su camisa. El pelo atado sobre el techo de su cabeza forma una maraña desordenada que la oscuridad del ambiente no termina de denunciar.
Suena “Desconfío de la vida” en la versión cantada por Vicentino. Termina el cigarrillo, prende otro y le piden un wiskey con soda. Lo cambia por un gin tonic que ni siquiera mira cuando llega. Madura la noche, sabe que sus valores cambian y no se puede perder el tiempo.
El cenicero consume el cigarrillo abandonado y la condensación del trago terminó de mojar el ticket de la cuenta.
Suena “Desconfío de la vida” en la versión cantada por Vicentino. Termina el cigarrillo, prende otro y le piden un wiskey con soda. Lo cambia por un gin tonic que ni siquiera mira cuando llega. Madura la noche, sabe que sus valores cambian y no se puede perder el tiempo.
El cenicero consume el cigarrillo abandonado y la condensación del trago terminó de mojar el ticket de la cuenta.
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jueves, 25 de septiembre de 2008
Golpes secos y gritos mudos
Cerré la puerta del ascensor y, cuando estaba por golpear la puerta, sentí el ruido seco a madera y el tronar de vidrios rotos. Escuché un insulto mudo como de quien se tapa la boca. Opté por quedarme en silencio y esperar lo siguiente. Durante cinco minutos creí haber contenido la respiración.
Entre irme y volver a lo que había ido, se me ocurrió pensar que no tenía nada por que sospechar. En definitiva, pudo haber sido un tropezón y un plato roto. Finalmente, toqué el timbre. Abrió la puerta y entré. No había señales extrañas. Solo el olor a velas apagadas. La sesión se desarrolló con normalidad, por lo que a poco de haber empezado me olvidé de mis temores. Pagué la consulta y me fui.
La semana entrante volví a escuchar el mismo ruido, pronto a golpear la puerta. La misma situación, que se resolvió de la misma manera. Temor, espera y normalidad. Lo mismo ocurrió las semanas siguientes. Para la octava sesión ya no me parecían extraños los golpes secos y gritos mudos.
Un día opté por contarle sobre lo que me pasaba segundo antes de golpear su puerta. Me respondió que era curioso que ello suceda, siendo yo su único paciente. Mientras me estaba yendo, me propuso charlarlo la semana siguiente. Cuando asentí con la cabeza, escuché el ascensor afuera que se detenía, y una sombra en movimiento sobre mis espaldas.
Entre irme y volver a lo que había ido, se me ocurrió pensar que no tenía nada por que sospechar. En definitiva, pudo haber sido un tropezón y un plato roto. Finalmente, toqué el timbre. Abrió la puerta y entré. No había señales extrañas. Solo el olor a velas apagadas. La sesión se desarrolló con normalidad, por lo que a poco de haber empezado me olvidé de mis temores. Pagué la consulta y me fui.
La semana entrante volví a escuchar el mismo ruido, pronto a golpear la puerta. La misma situación, que se resolvió de la misma manera. Temor, espera y normalidad. Lo mismo ocurrió las semanas siguientes. Para la octava sesión ya no me parecían extraños los golpes secos y gritos mudos.
Un día opté por contarle sobre lo que me pasaba segundo antes de golpear su puerta. Me respondió que era curioso que ello suceda, siendo yo su único paciente. Mientras me estaba yendo, me propuso charlarlo la semana siguiente. Cuando asentí con la cabeza, escuché el ascensor afuera que se detenía, y una sombra en movimiento sobre mis espaldas.
Golazo
"Avanza el número once por la izquierda del campo. Amaga el pase al centro de la cancha para luego tirarla larga, esperando enfrentar por fin al número 2. El 5 rival, sin embargo, lo empareja en su agitada carrera y le tira su metro noventa encima. Con un alarido enfermizo, el volante pretende la compasión del colegiado, quien levanta sus manos en aprobación del quite legítimo. El once masculla, en el suelo, la bronca y frustración de su obra robada.
El 5 gira con el balón, amaga el pase a la izquierda, y toca al 8 de su equipo. Este, volante de gran precisión, analiza como primera opción el cambio de frente. Empero, por el rabillo del ojo, ve la figura blanca en carrera del número 5, quien buscaba la descarga. Toque al volante central, dejando desairado al lateral izquierdo del oponente, quien ya había lanzado su fuste violento.
El 5, con un ligero toque a la derecha, elude al homónimo rival, levanta la cabeza y observa como el 9 se ofrece de pivote para la escalada ofensiva. Toca el 5 y va.
El 9 siente al seis rival en su espalda y consigue rodearlo de un movimiento. La pelota, sin embargo, sintió la presión de la marca y se adelanta más de lo debido. El dos contrincante se abre en vuelo horizontal, con sus piernas en tijeras para cortar la arremetida blanca. Casi desahuciado, el 9 piensa en obtener un foul como mejor opción. No obstante, el grito del 5, volando sobre su derecha, le hace cambiar de opinión. “Va a doler”, piensa.
La punta de su botín izquierdo, corona un pase al vacío hermoso, que se ve acompañado por el grito de dolor ante la patada anticipada.
Loca carrera del número 5, ya adelantado sobre la última zaga rival. El arquero arroja su anatomía sobre el balón, no antes del estiletazo del pie derecho del volante, en pase a la red. El 5 se arrodilla, golpea su pecho un par de veces, piensa en su mujer, y espera el abrazo de sus compañeros".
El 5 gira con el balón, amaga el pase a la izquierda, y toca al 8 de su equipo. Este, volante de gran precisión, analiza como primera opción el cambio de frente. Empero, por el rabillo del ojo, ve la figura blanca en carrera del número 5, quien buscaba la descarga. Toque al volante central, dejando desairado al lateral izquierdo del oponente, quien ya había lanzado su fuste violento.
El 5, con un ligero toque a la derecha, elude al homónimo rival, levanta la cabeza y observa como el 9 se ofrece de pivote para la escalada ofensiva. Toca el 5 y va.
El 9 siente al seis rival en su espalda y consigue rodearlo de un movimiento. La pelota, sin embargo, sintió la presión de la marca y se adelanta más de lo debido. El dos contrincante se abre en vuelo horizontal, con sus piernas en tijeras para cortar la arremetida blanca. Casi desahuciado, el 9 piensa en obtener un foul como mejor opción. No obstante, el grito del 5, volando sobre su derecha, le hace cambiar de opinión. “Va a doler”, piensa.
La punta de su botín izquierdo, corona un pase al vacío hermoso, que se ve acompañado por el grito de dolor ante la patada anticipada.
Loca carrera del número 5, ya adelantado sobre la última zaga rival. El arquero arroja su anatomía sobre el balón, no antes del estiletazo del pie derecho del volante, en pase a la red. El 5 se arrodilla, golpea su pecho un par de veces, piensa en su mujer, y espera el abrazo de sus compañeros".
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martes, 23 de septiembre de 2008
Diálogo de sordos
Algo le pasaba indudablemente. Ella no acreditaba otra posibilidad. Claudio lo negaba y proponía un diálogo feliz.
Ella, no obstante, no estaba convencida, incluso ante su insistencia. Los diálogos correctos pero cortantes del viernes y sábado. El silencio hasta el domingo a la tarde. ¿Que otra explicación podría haber a su ausencia?
Él rogaba que eviten la discusión. Estaba cansado de hacerlo. Había estado tranquilo todo el fin de semana y quería seguir así.
Marisa no. Transformó la charla en discusión y ésta en pelea. Claudio perdió la paciencia y le rogó que se dé cuenta que las cosas no eran como ella siempre quería. A veces tenía que hacerle caso.
Ella siguió preguntando por falta de amor, infidelidades y otras desventuras.
Él solo quería que le dejen de romper las pelotas y de dirigir la vida.
Ella al día de hoy todavía no se dió cuenta que el problema era de ella, y aún trata de averiguar si él se fue finalmente con otra “minita”.
Él la extraña. Pero esta más tranquilo.
Ella, no obstante, no estaba convencida, incluso ante su insistencia. Los diálogos correctos pero cortantes del viernes y sábado. El silencio hasta el domingo a la tarde. ¿Que otra explicación podría haber a su ausencia?
Él rogaba que eviten la discusión. Estaba cansado de hacerlo. Había estado tranquilo todo el fin de semana y quería seguir así.
Marisa no. Transformó la charla en discusión y ésta en pelea. Claudio perdió la paciencia y le rogó que se dé cuenta que las cosas no eran como ella siempre quería. A veces tenía que hacerle caso.
Ella siguió preguntando por falta de amor, infidelidades y otras desventuras.
Él solo quería que le dejen de romper las pelotas y de dirigir la vida.
Ella al día de hoy todavía no se dió cuenta que el problema era de ella, y aún trata de averiguar si él se fue finalmente con otra “minita”.
Él la extraña. Pero esta más tranquilo.
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miércoles, 17 de septiembre de 2008
Abrir los ojos
Abriré los ojos y lo sabré…
El frío de las sábanas lisas del costado izquierdo de mi cama me dirán que te fuiste.
Daré vuelta hacia ese lado y mi brazo extendido no encontrará obstáculos para su desplegar.
Sonará el despertador, una y otra vez, y no escucharé el recordatorio sobre la necesidad de mi baño. Mucho menos escucharé la ducha encendida, acusándome por el desperdicio del agua.
Saldré del baño y el silencio del departamento me golpeará de frente, todavía mojado.
La cocina no estará envuelta en olores de pan tostado ni café recién preparado.
Me cambiaré sin opiniones sobre el color de mi corbata ni expresiones sobre lo bonito que estoy.
Tomaré un café bebido y, de salida a la calle, no recibiré abrazo ni beso alguno. Mucho menos recordatorio sobre el perfume faltante.
Será casi de mediodía y no habrá a quien llamar para ver como va su mañana. Tampoco de media tarde.
Seguramente, no iré hasta casa para almorzar, dejándome acompañar por algún entremés de rotisería porteña.
Sobre el final de la tarde, nuevamente el golpe frontal de un departamento vacío, frío y en silencio.
No pelearé sobre el control remoto ni sobre mi apático rostro. No tendré que justificarme con cansancio alguno.
Llegada la hora de la serie favorita, me quedaré con ganas de recordarte tu parecido con el personaje principal. No escucharé tus envidias sobre su pelo o vestuario.
No habrá ganas de preparar cena especial, la que será ocupada por algún pábulo fugaz.
No habrá sillón abrazado, ni selección de película.
No habrá propuesta íntima ni helado repentino. Mucho menos tú espera en aquella cama, todavía vacía.
Solo tendré que calentar su lado derecho, apagar el televisor y volver a sentir que mi brazo izquierdo no encuentra a quien abrazar.
El frío de las sábanas lisas del costado izquierdo de mi cama me dirán que te fuiste.
Daré vuelta hacia ese lado y mi brazo extendido no encontrará obstáculos para su desplegar.
Sonará el despertador, una y otra vez, y no escucharé el recordatorio sobre la necesidad de mi baño. Mucho menos escucharé la ducha encendida, acusándome por el desperdicio del agua.
Saldré del baño y el silencio del departamento me golpeará de frente, todavía mojado.
La cocina no estará envuelta en olores de pan tostado ni café recién preparado.
Me cambiaré sin opiniones sobre el color de mi corbata ni expresiones sobre lo bonito que estoy.
Tomaré un café bebido y, de salida a la calle, no recibiré abrazo ni beso alguno. Mucho menos recordatorio sobre el perfume faltante.
Será casi de mediodía y no habrá a quien llamar para ver como va su mañana. Tampoco de media tarde.
Seguramente, no iré hasta casa para almorzar, dejándome acompañar por algún entremés de rotisería porteña.
Sobre el final de la tarde, nuevamente el golpe frontal de un departamento vacío, frío y en silencio.
No pelearé sobre el control remoto ni sobre mi apático rostro. No tendré que justificarme con cansancio alguno.
Llegada la hora de la serie favorita, me quedaré con ganas de recordarte tu parecido con el personaje principal. No escucharé tus envidias sobre su pelo o vestuario.
No habrá ganas de preparar cena especial, la que será ocupada por algún pábulo fugaz.
No habrá sillón abrazado, ni selección de película.
No habrá propuesta íntima ni helado repentino. Mucho menos tú espera en aquella cama, todavía vacía.
Solo tendré que calentar su lado derecho, apagar el televisor y volver a sentir que mi brazo izquierdo no encuentra a quien abrazar.
sábado, 30 de agosto de 2008
La historia de siempre
Subte, Línea B, Sábado 21.20:
- "Gordo, ¿Tengo bolsas debajo de los ojos?.
- "Los tenes hinchados".
- "Ay, que malo que sos!!".
"Para que carajo preguntas?", pensé y sonreí.
El pibe me miró y sonrió también, como si hubiese leido mi pensamiento.
- "Gordo, ¿Tengo bolsas debajo de los ojos?.
- "Los tenes hinchados".
- "Ay, que malo que sos!!".
"Para que carajo preguntas?", pensé y sonreí.
El pibe me miró y sonrió también, como si hubiese leido mi pensamiento.
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Pensamientos y misceláneas
jueves, 28 de agosto de 2008
Puto con traje
¿Queres saber porque no escribe más este “Puto con Traje”, conforme reclamaste?
“Puto con Traje” no tiene tiempo. Se lo han comido sus labores, que lo han dejado armado de desvelos, dejando a un lado pasatiempos.
“Puto con Traje” suma responsabilidades foráneas y deudas propias, por una monedas que también le son ajenas.
No tiene espacio ni ganas para sumarle líneas al viento, incrementando sus lamentos del desvarío obsoleto.
Sin embargo, “Puto con Traje” tiene sueños y más de un proyecto. Construye con desvelo los planes venideros, todos ellos forasteros y, en su mayoría, secretos.
“Puto con Traje” esta analizando contratiempos, abonando por el tiempo de la ayuda licenciada. “Puto con Traje” esta reviendo sus mochilas cargadas, todas ellas tan pesadas que le desvían sus columnas.
Ya pedirá su ayuda, “Puto con Traje”, para que lo saquen del fondo estricto, que entre un porfiado blanco y negro, de si mismo lo distanciaron.
“Puto con Traje” esta en silencio…pero se siente en movimiento.
“Puto con Traje” suma responsabilidades foráneas y deudas propias, por una monedas que también le son ajenas.
No tiene espacio ni ganas para sumarle líneas al viento, incrementando sus lamentos del desvarío obsoleto.
Sin embargo, “Puto con Traje” tiene sueños y más de un proyecto. Construye con desvelo los planes venideros, todos ellos forasteros y, en su mayoría, secretos.
“Puto con Traje” esta analizando contratiempos, abonando por el tiempo de la ayuda licenciada. “Puto con Traje” esta reviendo sus mochilas cargadas, todas ellas tan pesadas que le desvían sus columnas.
Ya pedirá su ayuda, “Puto con Traje”, para que lo saquen del fondo estricto, que entre un porfiado blanco y negro, de si mismo lo distanciaron.
“Puto con Traje” esta en silencio…pero se siente en movimiento.
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Pensamientos y misceláneas
martes, 29 de julio de 2008
Me hice canción
Un día dejé de escucharlos. No se porque. Bah, en realidad si lo se. El grito visceral del cantante ya no era de mi agrado en una etapa de exploración británica soft llamada Oasis o Coldplay.
Antes, junto con otra banda del conurbano, era mi primera expresión adolescente. Cuando a la mayoría de la gente el ataque musical juvenil (recordando los cassettes de Baglietto – Seru – Lerner de mi hermana y los posters melenudos con Bon Jovi, Rata Blanca e Iron Maiden de mi hermano) se le da por los 13 o 14 años, a mi – en aquel verano de 1997 – se me dio a los 16.
En esa etapa, fui rengo y piojoso. Compré discos, usé remeras, asistí a recitales e, incluso, compartí una larga ronda de cervezas con los miembros de una de esas bandas en un barcito ubicado en la rambla de Playa Unión, justo cuando la noche se caía y los huecos de los bolsillos no llenaban pretensiones de “El Alamo”.
Hoy, le golpeo la puerta a los 30 y camino de traje con zapatos lustrados. De rebelde solo tengo un recuerdo con el carnet vencido y me hundo en planes conservadores.
Pero el auricular trae, no se como, algunos acordes en vivo de la vieja banda y la piel emula la de un pollo. Camino por Colón y el frío de julio golpea mis orejas. El sobretodo flamea con el viento y mis pelos se revolean desordenados.
“Hey Hey My My, el rock and roll no morirá jamás”, canta el Chizzo y hasta me parece verlo ofreciéndome llenar mi vaso con cerveza.
Antes, junto con otra banda del conurbano, era mi primera expresión adolescente. Cuando a la mayoría de la gente el ataque musical juvenil (recordando los cassettes de Baglietto – Seru – Lerner de mi hermana y los posters melenudos con Bon Jovi, Rata Blanca e Iron Maiden de mi hermano) se le da por los 13 o 14 años, a mi – en aquel verano de 1997 – se me dio a los 16.
En esa etapa, fui rengo y piojoso. Compré discos, usé remeras, asistí a recitales e, incluso, compartí una larga ronda de cervezas con los miembros de una de esas bandas en un barcito ubicado en la rambla de Playa Unión, justo cuando la noche se caía y los huecos de los bolsillos no llenaban pretensiones de “El Alamo”.
Hoy, le golpeo la puerta a los 30 y camino de traje con zapatos lustrados. De rebelde solo tengo un recuerdo con el carnet vencido y me hundo en planes conservadores.
Pero el auricular trae, no se como, algunos acordes en vivo de la vieja banda y la piel emula la de un pollo. Camino por Colón y el frío de julio golpea mis orejas. El sobretodo flamea con el viento y mis pelos se revolean desordenados.
“Hey Hey My My, el rock and roll no morirá jamás”, canta el Chizzo y hasta me parece verlo ofreciéndome llenar mi vaso con cerveza.
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sábado, 26 de julio de 2008
La noche en que Cancún fue nuestra
Todas las noches lo mismo. Todos los colectivos de Cancún reinados por una veintena de veinteañeros americanos al grito de "U - S - A" o "show your tits" (la primera noche, incluso, me cuestioné por que carajo había dejado Buenos Aires). Los bares y boliches, también, respondían a ese patrón.
El miércoles, después de una buena noche en uno de esos antros, nos dispusimos a volver al hotel para "clavarnos" la típica hamburguesa. Buscamos la parada del bondi, esquivando taxistas al grito de "Hey, man, can I take you home?". "No, flaco, gracias".
Pagué mis $6 mexicanos como siempre y en el atiborrado bondi de yanquis opté por sentarme en las filas delanteras (no tenías ganas de lidiar con la mencionada banda). Los chicos se fueron para atrás.
El flaco que se sentaba a mi lado lucía un jersey de los Celtics de Boston y me hablaba de no se que mierda sobre el calor de México y Paul Pierce. Balbusié un par de "yeahs" para que no me rompa más las bolas.
Cuando estaba por darle fin a la conversación, escuche los acordes de una guitarra criolla. La bamba? "Si, es la bamba, la puta madre". Miré para atrás y estaban los chicos con un mexicano de un metro sesenta (ninguno supera esa medida), quien a cargo de una viola acústica pretendía hacerse de alguna moneda. No lo dudé. Tardé menos de un pensamiento en llegar al fondo.
Ahí me di cuenta que, en ese lugar, estaba latinoamerica: los chicos de Argentina, algunos mexicanos y un par de brasileros. Saltamos con "La Bamba" (a pesar que no nos representa tanto), golpeamos el techo del bondi y cantamos a morir.
El mexican, procurando inclinar la balanza un poco en favor de su bolsillo, interpretó un tema en inglés: Wonderwall de Oasis. La banda latina fue la única que cantó: "Today is gonna be the day that I gonna da ra da with you, by now you should so howwwww", etc.
El chango empezó a juntar monedas porque su función ya había terminado. La nuestra no. Cantamos "De música ligera" de Soda y, sobre todo (ahí perdí mi voz para el resto de la semana) "Yo no me sentaría a tu mesa" de los Fabulosos Cadillacs.
Para el final del tema, ya nos teníamos que bajar. No importaba. La noche ya había sido nuestra.
El miércoles, después de una buena noche en uno de esos antros, nos dispusimos a volver al hotel para "clavarnos" la típica hamburguesa. Buscamos la parada del bondi, esquivando taxistas al grito de "Hey, man, can I take you home?". "No, flaco, gracias".
Pagué mis $6 mexicanos como siempre y en el atiborrado bondi de yanquis opté por sentarme en las filas delanteras (no tenías ganas de lidiar con la mencionada banda). Los chicos se fueron para atrás.
El flaco que se sentaba a mi lado lucía un jersey de los Celtics de Boston y me hablaba de no se que mierda sobre el calor de México y Paul Pierce. Balbusié un par de "yeahs" para que no me rompa más las bolas.
Cuando estaba por darle fin a la conversación, escuche los acordes de una guitarra criolla. La bamba? "Si, es la bamba, la puta madre". Miré para atrás y estaban los chicos con un mexicano de un metro sesenta (ninguno supera esa medida), quien a cargo de una viola acústica pretendía hacerse de alguna moneda. No lo dudé. Tardé menos de un pensamiento en llegar al fondo.
Ahí me di cuenta que, en ese lugar, estaba latinoamerica: los chicos de Argentina, algunos mexicanos y un par de brasileros. Saltamos con "La Bamba" (a pesar que no nos representa tanto), golpeamos el techo del bondi y cantamos a morir.
El mexican, procurando inclinar la balanza un poco en favor de su bolsillo, interpretó un tema en inglés: Wonderwall de Oasis. La banda latina fue la única que cantó: "Today is gonna be the day that I gonna da ra da with you, by now you should so howwwww", etc.
El chango empezó a juntar monedas porque su función ya había terminado. La nuestra no. Cantamos "De música ligera" de Soda y, sobre todo (ahí perdí mi voz para el resto de la semana) "Yo no me sentaría a tu mesa" de los Fabulosos Cadillacs.
Para el final del tema, ya nos teníamos que bajar. No importaba. La noche ya había sido nuestra.
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"Cambiar es dificil, pero vivir es así. Morir es en vano"
Sufriste por eso, no? Imagino que si. Lo espero en realidad. No puedo creer que el pasado te pueda pasar tan limpio por tu costado. Es natural. No lo niegues. Es entendible. A mi me pasaría igual. A quien no?
Volvió para prometerte lo que nunca pudo cumplir. No deberías creerle pero lo haces. En definitiva, es lo que estabas esperando.
Ayer se mostraba distante frente a vos y hasta se daba el lujo de negarte. Pero hoy no. Hoy, viajó desde lejos para mostrarte que todavía le importa. Inventó una excusa para encontrarte y vos, en definitiva, lo sabes. Lo sabes, no?
A veces ceder es mejor que hacer el duro. Yo mismo hoy en día sufro por cambiar. Cambiar por algo que será mejor. Pero el cambio supone dolor, contrariedad y malestar. Calculo que en terapia todo será más fácil. Imagino que lo que hoy pienso como imposible, después de aquello todo será al revés...y estar mejor. Mejor. Mejor conmigo mismo. Mejor con los demás.
Te entiendo como te sentís. Yo siento lo mismo. Me da miedo pensar en que pueda tener el valor para afrontar eso que temo. Temo de mi mismo y de lo que puedo llegar a hacer.
En definitiva, todos queremos estar bien. Innegable. Pero que difícil es conseguirlo, no? Calculo que todos estamos en este tren, buscando. Mañana me contarás. Y yo también. Espero encontrarte feliz. Igual que yo.
Volvió para prometerte lo que nunca pudo cumplir. No deberías creerle pero lo haces. En definitiva, es lo que estabas esperando.
Ayer se mostraba distante frente a vos y hasta se daba el lujo de negarte. Pero hoy no. Hoy, viajó desde lejos para mostrarte que todavía le importa. Inventó una excusa para encontrarte y vos, en definitiva, lo sabes. Lo sabes, no?
A veces ceder es mejor que hacer el duro. Yo mismo hoy en día sufro por cambiar. Cambiar por algo que será mejor. Pero el cambio supone dolor, contrariedad y malestar. Calculo que en terapia todo será más fácil. Imagino que lo que hoy pienso como imposible, después de aquello todo será al revés...y estar mejor. Mejor. Mejor conmigo mismo. Mejor con los demás.
Te entiendo como te sentís. Yo siento lo mismo. Me da miedo pensar en que pueda tener el valor para afrontar eso que temo. Temo de mi mismo y de lo que puedo llegar a hacer.
En definitiva, todos queremos estar bien. Innegable. Pero que difícil es conseguirlo, no? Calculo que todos estamos en este tren, buscando. Mañana me contarás. Y yo también. Espero encontrarte feliz. Igual que yo.
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jueves, 17 de julio de 2008
Señales
Flor fantaseaba con el suicidio (me lo dijo un día en el colectivo).
Le daba vergüenza admitirlo y por eso me exigía silencio. Creo que sabía que solo pedía ayuda o de alguna forma forzar lo que quería.
Se sentía triste (seguro) pero intuyo que no perdía la esperanza de cambiar las cosas. Dijo, poco articuladamente, que se sentía desvalorada pero que también cansada de ser la causa de sus tristezas. Sabía que no podía pretender que la quieran como ella quería, ¡pero que bueno si así lo fuera!.
Supuse (por su llanto) que le dolían más las oposiciones de sus amigas ante sus reclamos que los reclamos en si.
Ya en el bar, con un wiskey de por medio, me volvió a decir que a veces imagina que si ella desaparece sabrán echarla de menos y arrepentirse de no acudir a su pedido de auxilio. En ese momento recuerdo que sus palabras me parecieron infantiles.
Supuse que Flor sabía que, en realidad, jamás iba a cumplir con su promesa (es fácil ver que no podría dejar atrás tantas cosas de su vida), pero le gustaba pensar que si. Sin embargo, de alguna forma quería que cada tanto sus amigas la hagan sentir que estaba viva. Que la querían. Que la valoraban. Dejar de pensar que ella estaba ahí solo porque ella así lo había forzado.
¡Carajo que cuesta reconocer los defectos! En definitiva, creí que sabía que todo se trataba de sus dramas y las vueltas que la hacían sentir así.
De alguna forma me reconoció que, en realidad, sus amigas la querían a su modo y ella no podía pretender cambiarlas. De hecho, aceptaba que nadie la podía cambiar a ella.
Sugerido un psicólogo, me contestó que no creía en eso. En definitiva, ¿Por qué habría de confiarle su vida a una mera opinión?
No se, mientras pagaba la cuenta y la invitaba a cambiar de bar, de alguna forma dejé de sentir desprecio por esta mina emocionalmente inestable, para mirarla finalmente con lástima. Pena por su estado, pena por su contrariedad. Pena por esos propios obstáculos que no la dejaban ser libre. Gozar de lo que tenía y buscar lo que es verdadero.
Llegados a la esquina, le inventé una excusa para volver a casa. La dejé en la parada del bondi y me volví pensando en otras cosas.
De Flor solo volví a saber hace una semana, cuando hojeando el Clarín, vi que algunos amigos citaban su nombre para darle una última despedida.
Le daba vergüenza admitirlo y por eso me exigía silencio. Creo que sabía que solo pedía ayuda o de alguna forma forzar lo que quería.
Se sentía triste (seguro) pero intuyo que no perdía la esperanza de cambiar las cosas. Dijo, poco articuladamente, que se sentía desvalorada pero que también cansada de ser la causa de sus tristezas. Sabía que no podía pretender que la quieran como ella quería, ¡pero que bueno si así lo fuera!.
Supuse (por su llanto) que le dolían más las oposiciones de sus amigas ante sus reclamos que los reclamos en si.
Ya en el bar, con un wiskey de por medio, me volvió a decir que a veces imagina que si ella desaparece sabrán echarla de menos y arrepentirse de no acudir a su pedido de auxilio. En ese momento recuerdo que sus palabras me parecieron infantiles.
Supuse que Flor sabía que, en realidad, jamás iba a cumplir con su promesa (es fácil ver que no podría dejar atrás tantas cosas de su vida), pero le gustaba pensar que si. Sin embargo, de alguna forma quería que cada tanto sus amigas la hagan sentir que estaba viva. Que la querían. Que la valoraban. Dejar de pensar que ella estaba ahí solo porque ella así lo había forzado.
¡Carajo que cuesta reconocer los defectos! En definitiva, creí que sabía que todo se trataba de sus dramas y las vueltas que la hacían sentir así.
De alguna forma me reconoció que, en realidad, sus amigas la querían a su modo y ella no podía pretender cambiarlas. De hecho, aceptaba que nadie la podía cambiar a ella.
Sugerido un psicólogo, me contestó que no creía en eso. En definitiva, ¿Por qué habría de confiarle su vida a una mera opinión?
No se, mientras pagaba la cuenta y la invitaba a cambiar de bar, de alguna forma dejé de sentir desprecio por esta mina emocionalmente inestable, para mirarla finalmente con lástima. Pena por su estado, pena por su contrariedad. Pena por esos propios obstáculos que no la dejaban ser libre. Gozar de lo que tenía y buscar lo que es verdadero.
Llegados a la esquina, le inventé una excusa para volver a casa. La dejé en la parada del bondi y me volví pensando en otras cosas.
De Flor solo volví a saber hace una semana, cuando hojeando el Clarín, vi que algunos amigos citaban su nombre para darle una última despedida.
martes, 15 de julio de 2008
Las Plazas
Las plazas se abren y me miran inquisitivas.
¿De que lado estas? ¿Aquí o allá?
Sin dudas que estaré allí donde la libertad diga su nombre.
Me encontrarán en donde un precio no compre mi boleto.
En el país en el que uno mas uno es dos, y el esfuerzo no se paga con lamentos.
Sin dudas búsquenme allí, del lado de la paciencia, el sacrificio y la diligencia.
Donde la tierra se siente bien adentro. Donde la paz no es un maquillaje.
Por que solo yo seré responsable de mis éxitos y fracasos, y no por caprichos de los cansinos.
Despejen mi camino para que pueda recorrerlo tranquilo. Sin dudas no lo haré solo, y espero que lo hagan todos. Abran las vías de esta Argentina pidiendo que arranquemos
…y no pretender que nos lleven en colectivo.
¿De que lado estas? ¿Aquí o allá?
Sin dudas que estaré allí donde la libertad diga su nombre.
Me encontrarán en donde un precio no compre mi boleto.
En el país en el que uno mas uno es dos, y el esfuerzo no se paga con lamentos.
Sin dudas búsquenme allí, del lado de la paciencia, el sacrificio y la diligencia.
Donde la tierra se siente bien adentro. Donde la paz no es un maquillaje.
Por que solo yo seré responsable de mis éxitos y fracasos, y no por caprichos de los cansinos.
Despejen mi camino para que pueda recorrerlo tranquilo. Sin dudas no lo haré solo, y espero que lo hagan todos. Abran las vías de esta Argentina pidiendo que arranquemos
…y no pretender que nos lleven en colectivo.
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lunes, 14 de julio de 2008
Corriendo el tiempo galopa para verte
Te extrañe, ¿sabías que te extrañe?
Pasaba la gente a mi lado, divertida y sonriente.
Y solo veía tus pupilas marcadas en las luces del torrente.
La arena blanca, sumisa bajo mi espalda,
Y sus hebras entre mis dedos, buscaban tus memorias.
Corriendo el tiempo galopa para verte.
La distancia y sus silencios, cobijan decisiones.
Te extrañe, pero creo que ya lo sabías.
Pasaba la gente a mi lado, divertida y sonriente.
Y solo veía tus pupilas marcadas en las luces del torrente.
La arena blanca, sumisa bajo mi espalda,
Y sus hebras entre mis dedos, buscaban tus memorias.
Corriendo el tiempo galopa para verte.
La distancia y sus silencios, cobijan decisiones.
Te extrañe, pero creo que ya lo sabías.
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Orgullo y sensibilidad
Si el dolor aqueja tu pecho, pero el silencio ajeno es su respuesta. Si estas buscando una mirada amiga que te pregunte que pasa y solo son pasos que se alejan. Podes buscar culparte a ti mismo y proponer una amnistía. Pero sigue golpeando tus pupilas y el agua escurre por tus mejillas. Si piensas que todos deben estar en lo cierto y ser solo vos quien se equivoca, mordiéndote los labios para callar la bronca.
La espera no es ayuda cuando los que gritan son mudos, y la sensibilidad no es una buena amiga.
La soledad del rencor es tan vacía como la del introvertido.
No todos los problemas se arreglan con el tiempo y quizás es bueno buscar apoyo.
Seguramente el orgullo no sea una salida.
La espera no es ayuda cuando los que gritan son mudos, y la sensibilidad no es una buena amiga.
La soledad del rencor es tan vacía como la del introvertido.
No todos los problemas se arreglan con el tiempo y quizás es bueno buscar apoyo.
Seguramente el orgullo no sea una salida.
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lunes, 7 de julio de 2008
Carrete Tour 2008 - Cancun
Me fui de vacaciones y se ve que la ocurrencia se vino conmigo.
Para familiares, amigos y chusmas, aconsejo seguir las alternativas del Carrete Tour 2008 desde esta direccion...
http://recopla.wordpress.com/
Sds.
Para familiares, amigos y chusmas, aconsejo seguir las alternativas del Carrete Tour 2008 desde esta direccion...
http://recopla.wordpress.com/
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Psilocybe mexicana
Cancún muestra su reflejo tal cual se puede ver en algún canal de entretenimientos americanos: Yanquis eufóricos, humedad y excesos. La península artificial, construída sobre arena blanca importada, emula un espejo de Las Vegas y no es más que un Bariloche para veinteañeros.
Digamos que supimos arremangar nuestros documentos y jugar a que nuestros cuerpos no pasen las facturas que siempre llegan a nuestros domicilios.
Callemos algunas historias solo para saber que son nuestras. Dejémoslas solo como tesoros de quienes cursaron la aventura para darle un poco de emoción a esta vida laxa de lunes a viernes con horarios de oficina.
Juguemos a que podemos dejarnos llevar por nuestras fantasías y cortar con ataduras que empezaban a anudar nuestras muñecas.
Pensemos que tendremos otras oportunidades - sobre todo en vacas flacas - de mostrarnos tan amigos y juremos que no las desaprovecharemos.
Brindemos - porque eso es lo que hoy hacemos - con el plástico repetible de una barra sobre el agua, con jugos consumibles de nuestra juventud y perseverancia.
Miremos nuestras coyunturas y entendamos diferencias, conociendo desde luego cual es la vieja madera.
Cancún, como dije, es una isla artificial dentro de un poblado azteca, sumiso y moreno. Cancún esta plagado de humedad, yanquis y excesos. También está para probarnos, a veces, de que estamos hechos.
Digamos que supimos arremangar nuestros documentos y jugar a que nuestros cuerpos no pasen las facturas que siempre llegan a nuestros domicilios.
Callemos algunas historias solo para saber que son nuestras. Dejémoslas solo como tesoros de quienes cursaron la aventura para darle un poco de emoción a esta vida laxa de lunes a viernes con horarios de oficina.
Juguemos a que podemos dejarnos llevar por nuestras fantasías y cortar con ataduras que empezaban a anudar nuestras muñecas.
Pensemos que tendremos otras oportunidades - sobre todo en vacas flacas - de mostrarnos tan amigos y juremos que no las desaprovecharemos.
Brindemos - porque eso es lo que hoy hacemos - con el plástico repetible de una barra sobre el agua, con jugos consumibles de nuestra juventud y perseverancia.
Miremos nuestras coyunturas y entendamos diferencias, conociendo desde luego cual es la vieja madera.
Cancún, como dije, es una isla artificial dentro de un poblado azteca, sumiso y moreno. Cancún esta plagado de humedad, yanquis y excesos. También está para probarnos, a veces, de que estamos hechos.
lunes, 30 de junio de 2008
The Godfather (o del como perder a un amigo)
- Seguramente tengas algo para decirme
- No se.
- Bueno pero habrás pensado algo de todo esto.
- Si, pero no es lo que queres escuchar.
- Bueno, no importa. Es que quiero escuchar algo al menos.
- Nada de lo que estas esperando te voy a decir en este momento. Solamente que espero que hagamos un borrón y cuenta nueva.
- Ya te dije que eso no es posible. Por lo menos necesito que entiendas.
- Es que no soy culpable de nada y me parece que eso ya no es relevante.
- No se.
- Creo que es importante que te des cuenta que quiero volver a ser como antes.
- Ya nada es como antes. Menos ahora. Esperaba de tu parte una señal y sin duda que las has dado. No en el sentido que yo quería. En el contrario. Ahora no me sirve tu pedido. No es fácil cerrar heridas, y menos cuando se insiste en agrandarla. Si fuera posible cortar aquí en un apretón de mano, lo haría. Lamentablemente tendré que ver tu cara en cada fiesta familiar, domingo y feriado. Créeme. En otras condiciones, el punto final hubiese estado puesto hace rato. Ahora tendré que tragar saliva en cada conversación de la familia y guardarme las ganas de cagarte a trompadas.
- Es tu decisión.
- Esta tomada.
- No se.
- Bueno pero habrás pensado algo de todo esto.
- Si, pero no es lo que queres escuchar.
- Bueno, no importa. Es que quiero escuchar algo al menos.
- Nada de lo que estas esperando te voy a decir en este momento. Solamente que espero que hagamos un borrón y cuenta nueva.
- Ya te dije que eso no es posible. Por lo menos necesito que entiendas.
- Es que no soy culpable de nada y me parece que eso ya no es relevante.
- No se.
- Creo que es importante que te des cuenta que quiero volver a ser como antes.
- Ya nada es como antes. Menos ahora. Esperaba de tu parte una señal y sin duda que las has dado. No en el sentido que yo quería. En el contrario. Ahora no me sirve tu pedido. No es fácil cerrar heridas, y menos cuando se insiste en agrandarla. Si fuera posible cortar aquí en un apretón de mano, lo haría. Lamentablemente tendré que ver tu cara en cada fiesta familiar, domingo y feriado. Créeme. En otras condiciones, el punto final hubiese estado puesto hace rato. Ahora tendré que tragar saliva en cada conversación de la familia y guardarme las ganas de cagarte a trompadas.
- Es tu decisión.
- Esta tomada.
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sábado, 21 de junio de 2008
Pamela
Puede ser que esta noche lo pueda decir.
Tantas veces probé escribirlo y recién hoy
Lo intento realmente.
En realidad, solo te quiero decir,
Que voy a estar ahí.
Cuando sea. Cuando lo necesites.
En tus nervios, en tus sueños,
En tus días y tus noches.
Vendrás a buscarme dormida,
necesitando de un salvavidas.
Para darte abrazos de cinco minutos
y hacerte reír hasta dormir.
Si una mañana tuya, tiene mil luces,
pasaré mi vida haciendo feliz la tuya.
Solo te puedo dar lo que soy. Nada más.
También lo que seré. Algún día.
Y darte un abrazo de cinco minutos,
como en aquel aeropuerto.
Y jurarte que es para siempre.
Hoy es para siempre.
Tantas veces probé escribirlo y recién hoy
Lo intento realmente.
En realidad, solo te quiero decir,
Que voy a estar ahí.
Cuando sea. Cuando lo necesites.
En tus nervios, en tus sueños,
En tus días y tus noches.
Vendrás a buscarme dormida,
necesitando de un salvavidas.
Para darte abrazos de cinco minutos
y hacerte reír hasta dormir.
Si una mañana tuya, tiene mil luces,
pasaré mi vida haciendo feliz la tuya.
Solo te puedo dar lo que soy. Nada más.
También lo que seré. Algún día.
Y darte un abrazo de cinco minutos,
como en aquel aeropuerto.
Y jurarte que es para siempre.
Hoy es para siempre.
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Secreto
"Tengo algo para decir. Pero no lo puedo expresar. Es algo que me raspa la garganta y se traba al salir. Es algo que no puedo decir, en realidad. A veces puede ser que brote, pero solo cuando nadie lo escucha. Tiene un silencio propio de lo que no puede ser oído, repetitivamente. Me busca, me acosa, me condena. Las veces que alguien, accidentalmente, lo escuchó solo pudo censurarlo.
Es por eso que hoy en día solo vive en este texto, esperando que lo dejen salir. Comparto con tantos pensamientos propios, aquello que del secreto nos ocupa. Vivo por eso, entonces, ya que al momento de ser publico termino mi existencia.
Es por eso que vivo, tranquilo, en el cadalso".
Fausto Rudel.
Es por eso que hoy en día solo vive en este texto, esperando que lo dejen salir. Comparto con tantos pensamientos propios, aquello que del secreto nos ocupa. Vivo por eso, entonces, ya que al momento de ser publico termino mi existencia.
Es por eso que vivo, tranquilo, en el cadalso".
Fausto Rudel.
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Manteca
Un amigo se va a las Americas.
Se va a probar suerte.
Se va a crecer.
Solo voy a decir que te voy a extrañar.
Cada vez que vaya a comer sushi.
Cada vez que estemos en el circulo central,
De una cancha de futbol.
Y sobre un silla en la mesa,
Y tu camiseta la use un flaco cualquiera.
Voy a pensar que no estas vos,
Y ese lugar no se puede ocupar.
Sencillamente por que sos unico,
Como todos y cada uno de mis amigos.
Y tus rabietas, y tus gustos por la musica.
Aquí te esperaremos,
Riendo, comiendo, jugando…recordando.
Algun dia volveras, por un tiempo,
O para siempre.
Se va a probar suerte.
Se va a crecer.
Solo voy a decir que te voy a extrañar.
Cada vez que vaya a comer sushi.
Cada vez que estemos en el circulo central,
De una cancha de futbol.
Y sobre un silla en la mesa,
Y tu camiseta la use un flaco cualquiera.
Voy a pensar que no estas vos,
Y ese lugar no se puede ocupar.
Sencillamente por que sos unico,
Como todos y cada uno de mis amigos.
Y tus rabietas, y tus gustos por la musica.
Aquí te esperaremos,
Riendo, comiendo, jugando…recordando.
Algun dia volveras, por un tiempo,
O para siempre.
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lunes, 2 de junio de 2008
sábado, 31 de mayo de 2008
El Palmera
“Maldito coche negro”, “Amor de papel”, Cachumba, Jean Carlos y otros. En lo del Ruso (como tantas otras veces) estamos en una previa violenta (hice fajitas regado con buen vino) y suena el cuarteto motivador. No puedo evitar pensar en el Palmera.
Sus ojos cerrados, las rodillas flexionadas en un movimiento de caderas, con la bailarina de turno en una covacha de mala muerte. El fernet en una mano y la Negra en la otra. Transpirando. Moviendo. Ganando.
Hace un año y pico que se volvió a sus pagos de la Docta. Hace un año y pico que me falta algo acá al costado izquierdo del pecho.
Entiendo el motivo: La Nati, la paz, y alejarse del humo de la calle porteña y la locura del gran estudio contable. Pero acá quedamos nosotros, un poco güachos, un poco tristes.
En Noviembre será cuestión de tirarte al cielo y pedir que cada tanto la vida nos deje verte. En Noviembre, estaremos felices por tu casamiento. Y por vos también. Que tanto hoy como desde hace un año y medio te extrañamos, queriendo lo mejor para vos.
Esperemos, también, que esa noche te veamos con los ojos cerrados, las rodillas flexionadas en un movimiento de caderas, fernet en la mano, transpirando, moviendo, ganando.
Sus ojos cerrados, las rodillas flexionadas en un movimiento de caderas, con la bailarina de turno en una covacha de mala muerte. El fernet en una mano y la Negra en la otra. Transpirando. Moviendo. Ganando.
Hace un año y pico que se volvió a sus pagos de la Docta. Hace un año y pico que me falta algo acá al costado izquierdo del pecho.
Entiendo el motivo: La Nati, la paz, y alejarse del humo de la calle porteña y la locura del gran estudio contable. Pero acá quedamos nosotros, un poco güachos, un poco tristes.
En Noviembre será cuestión de tirarte al cielo y pedir que cada tanto la vida nos deje verte. En Noviembre, estaremos felices por tu casamiento. Y por vos también. Que tanto hoy como desde hace un año y medio te extrañamos, queriendo lo mejor para vos.
Esperemos, también, que esa noche te veamos con los ojos cerrados, las rodillas flexionadas en un movimiento de caderas, fernet en la mano, transpirando, moviendo, ganando.
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lunes, 26 de mayo de 2008
Mujeres Milicia
"Ya lo dije muchas veces: junto a las mujeres, la vida es una milicia; una milicia que debiera ser obligatoria para la juventud, pues completa la educación y forma el carácter; por ellas triunfamos de nuestras debilidades y, lo que es mas importante, aprendemos a cuidar el detalle personal, a tender la cama, a preparar el té".
Adolfo Bioy Casares.
“Todas las mujeres son iguales”.
Adolfo Bioy Casares.
“Todas las mujeres son iguales”.
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jueves, 22 de mayo de 2008
Molesto
Jugué con el reflejo del sol en mi reloj sobre tu cara, sabiendo que te molesta. Me divierte fastidiarte cuando estas absorta en tus cosas, sobre todo cuando tengo ganas de ti. Sin embargo, amo verte concentrada en otras cosas. Ambigüedades sobre como uno puede amar extremos.
Acaricié tu cuello con los dedos pulgar e índice, en forma de “L”, hacia arriba y abajo. Vi cerrar tus ojos y perder tu apunte por un instante. Deseé que lo apoyes, definitivamente, sobre la mesa ratona del living. Besé tus mejillas para ver si lo conseguía. Me rendí cuando tus ojos verdes volvieron a abrirse.
Me entretuve con los pelos rubios detrás de tus oídos por un momento. Sentí tu piel de gallina en mis yemas. Vi como tus hombros se tiraban hacia atrás.
Quise empezar un masaje pero te levantaste cuando la pava hizo su ruido de hervor. Volviste con tu té de las cuatro y media. Te acomodaste en el sillón, pero ya sobre el otro extremo. El apunte volvió a llevarse tu atención.
Besé tu frente y salí a caminar. Me fui pensando cuanto te falta para rendir la última materia.
Acaricié tu cuello con los dedos pulgar e índice, en forma de “L”, hacia arriba y abajo. Vi cerrar tus ojos y perder tu apunte por un instante. Deseé que lo apoyes, definitivamente, sobre la mesa ratona del living. Besé tus mejillas para ver si lo conseguía. Me rendí cuando tus ojos verdes volvieron a abrirse.
Me entretuve con los pelos rubios detrás de tus oídos por un momento. Sentí tu piel de gallina en mis yemas. Vi como tus hombros se tiraban hacia atrás.
Quise empezar un masaje pero te levantaste cuando la pava hizo su ruido de hervor. Volviste con tu té de las cuatro y media. Te acomodaste en el sillón, pero ya sobre el otro extremo. El apunte volvió a llevarse tu atención.
Besé tu frente y salí a caminar. Me fui pensando cuanto te falta para rendir la última materia.
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martes, 20 de mayo de 2008
Amor a primera vista (no molestes...)
Fue amor a primera vista. Sin duda. No es la primera vez que me pasa, pero si la primera vez que termina en mi cama. Esa noche fue única. Decidimos dejarnos llevar y a los dos días ya se había traído sus cosas.
Al comienzo, solo fueron celos sobre mis amigos y se mostró algo molesta con ciertas mañas (propias de las mujeres, pensé). Cuando empezó por corregir mis dicciones o a cuestionarme con moralinas seudo-psicológicas no pensé que fuera tan grave. Después de todo, no existe el amor perfecto.
Pero al mes, cuando ya se sentía comoda en la casa, desarrolló su más alto y perfeccionado sentido para hinchar las pelotas. El solo sentir que entraba al departamento, era un golpe en la paciencia.
Hace una semana que cambié la llave y hoy tengo turno con mi analista para ver que hay detrás de mi obsesión por el amor a primera vista.
Al comienzo, solo fueron celos sobre mis amigos y se mostró algo molesta con ciertas mañas (propias de las mujeres, pensé). Cuando empezó por corregir mis dicciones o a cuestionarme con moralinas seudo-psicológicas no pensé que fuera tan grave. Después de todo, no existe el amor perfecto.
Pero al mes, cuando ya se sentía comoda en la casa, desarrolló su más alto y perfeccionado sentido para hinchar las pelotas. El solo sentir que entraba al departamento, era un golpe en la paciencia.
Hace una semana que cambié la llave y hoy tengo turno con mi analista para ver que hay detrás de mi obsesión por el amor a primera vista.
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viernes, 16 de mayo de 2008
Caminata
Se miraron en la esquina. Él bien vestido. Ella mejor. Él disimuló que no estaba interesado – a pesar que todos los tipos que están esperando el semáforo junto a ellos no paraban de mirarle el culo – poniéndose los auriculares del mp3. Ella lo miró y se quedó parada a pesar que el semáforo ya les había dado verde.
Él caminó un par de cuadras, pensando que el disco que había puesto iba realmente bien con la mañana y su estado de ánimo. Sin embargo, puso el volumen muy bajo ya que todavía le duraba un poco el mal humor vespertino. Se olvidó de ella.
Llegó a una avenida y otra vez el semáforo lo detuvo. Miró hacia su izquierda y la vio, quien justo estaba volviendo su cabeza para el frente. Él se detuvo un poco mas a mirarla (dio un paso para atrás para poder hacerlo mejor y no ser tan obvio). Se dio cuenta que ya no estaban acompañados como en el otro semáforo. Se puso a pensar que carajo le podía decir a las 9 de la mañana en una esquina perdida de Buenos Aires.
Como si ese ella pudiese oler ese pensamiento, dejó de mirarlo – histérica - y comenzó a caminar ni bien puesto el semáforo en verde. El se quedó pensando lo que le pudo haber dicho.
A mitad de cuadra, él ya la había alcanzado y sobrepasado. Decidió cruzar a mitad de cuadra. Se había hinchado las pelotas de hacerse mala sangre por algo que no iba a ocurrir.
Llegó a la esquina y dobló a la derecha. Caminó una cuadra más y dobló a la izquierda. La música seguía baja pero él ya pensaba en las dos o tres cosas del laburo que tenía que hacer esa mañana.
Paró en un kiosco a comprar cigarrillos. Cuando terminó de pedirle al kioskero los Camel Box, vio como pasaba ella atrás de él. Cuando se encontraron en la siguiente esquina con semáforo, ella sacó un celular y marcó un número. El bajó el volumen del mp3.
“Hola, Cande. Eli. Si…Bien. Estoy en Rosario. Acabo de salir de la entrevista…Mas o menos… Si. Me dijeron que me llaman…Y, no se. Calculo que en una semana, mas o menos”. Luz verde. Comenzaron a caminar. El mas despacio de lo acostumbrado y ella uno o dos pasos atrás de él.
“Y, ahora? No se… Estoy caminando, yendo para el Río que me dijeron que es muy lindo… ¿Chicos? Y, no se, no pude ver mucho, pero lo que vi hasta ahora me ha gustado bastante – sonrió -…jajaja…Buenos, después te cuento…Ahora no puedo decirte nada. No, nada…Si…Tengo que hacer tiempo hasta las 6 de la tarde… Si. A esa hora…En Chevallier…Y, no se. Serán más o menos tres horas por autopista. Si queres, cuando llegue a casa te llamo y salimos a comer algo…No, no creo que lo llame. No tengo ganas de seguir dándole tiempo…. Okay. Okay… Dale, nena. Te mando un besote”. Colgó.
“Hola Enrique, si, mirá: no voy a poder ir hoy. Me surgió algo y me tengo que quedar a resolverlo – la miró y sonrió -…Calculo que a la seis de la tarde…Bueno, lo vemos el lunes…Si. No se como voy a encararlo todavía pero no te hagas problema….Después te cuento. …No, no se… No me esperes mejor…Chau”.
Colgó, mientras se paraba delante de ella. Sonrieron.
Él caminó un par de cuadras, pensando que el disco que había puesto iba realmente bien con la mañana y su estado de ánimo. Sin embargo, puso el volumen muy bajo ya que todavía le duraba un poco el mal humor vespertino. Se olvidó de ella.
Llegó a una avenida y otra vez el semáforo lo detuvo. Miró hacia su izquierda y la vio, quien justo estaba volviendo su cabeza para el frente. Él se detuvo un poco mas a mirarla (dio un paso para atrás para poder hacerlo mejor y no ser tan obvio). Se dio cuenta que ya no estaban acompañados como en el otro semáforo. Se puso a pensar que carajo le podía decir a las 9 de la mañana en una esquina perdida de Buenos Aires.
Como si ese ella pudiese oler ese pensamiento, dejó de mirarlo – histérica - y comenzó a caminar ni bien puesto el semáforo en verde. El se quedó pensando lo que le pudo haber dicho.
A mitad de cuadra, él ya la había alcanzado y sobrepasado. Decidió cruzar a mitad de cuadra. Se había hinchado las pelotas de hacerse mala sangre por algo que no iba a ocurrir.
Llegó a la esquina y dobló a la derecha. Caminó una cuadra más y dobló a la izquierda. La música seguía baja pero él ya pensaba en las dos o tres cosas del laburo que tenía que hacer esa mañana.
Paró en un kiosco a comprar cigarrillos. Cuando terminó de pedirle al kioskero los Camel Box, vio como pasaba ella atrás de él. Cuando se encontraron en la siguiente esquina con semáforo, ella sacó un celular y marcó un número. El bajó el volumen del mp3.
“Hola, Cande. Eli. Si…Bien. Estoy en Rosario. Acabo de salir de la entrevista…Mas o menos… Si. Me dijeron que me llaman…Y, no se. Calculo que en una semana, mas o menos”. Luz verde. Comenzaron a caminar. El mas despacio de lo acostumbrado y ella uno o dos pasos atrás de él.
“Y, ahora? No se… Estoy caminando, yendo para el Río que me dijeron que es muy lindo… ¿Chicos? Y, no se, no pude ver mucho, pero lo que vi hasta ahora me ha gustado bastante – sonrió -…jajaja…Buenos, después te cuento…Ahora no puedo decirte nada. No, nada…Si…Tengo que hacer tiempo hasta las 6 de la tarde… Si. A esa hora…En Chevallier…Y, no se. Serán más o menos tres horas por autopista. Si queres, cuando llegue a casa te llamo y salimos a comer algo…No, no creo que lo llame. No tengo ganas de seguir dándole tiempo…. Okay. Okay… Dale, nena. Te mando un besote”. Colgó.
“Hola Enrique, si, mirá: no voy a poder ir hoy. Me surgió algo y me tengo que quedar a resolverlo – la miró y sonrió -…Calculo que a la seis de la tarde…Bueno, lo vemos el lunes…Si. No se como voy a encararlo todavía pero no te hagas problema….Después te cuento. …No, no se… No me esperes mejor…Chau”.
Colgó, mientras se paraba delante de ella. Sonrieron.
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lunes, 12 de mayo de 2008
Alemanes del Volga
Los alemanes del Volga (alemán: Wolgadeutsche o Russlanddeutsche) eran alemanes étnicos que vivían en las cercanías del Volga en la región sur europea de Rusia, alrededor de Saratov y al sur, manteniendo el idioma alemán, la cultura alemana, sus tradiciones e iglesias, todas cristianas: católicos, luteranos, protestantes y menonitas.
Comenzaron a emigrar desde Alemania a Russia en el año 1763, especialmente de las zonas de Hesse, el Palatinado y Baviera, aceptando una invitación de la emperatriz Catalina II de Rusia de afincarse en las tierras del bajo Volga. Allí fundaron en 1764 la primera aldea (Dobrinka) a la que llegaron cinco años más tarde un centenar, totalizando cerca de 30.000 habitantes en esa primera colonización. Al lado oeste del Volga se lo llamó Bergseite (lado montañoso) y al lado este Wiesenseite (lado llano). Así, las colonias se identifican como las que son de la Bergseite o de la Wiesenseite.
Las profesiones de los alemanes asentados en el Volga eran muy diversas, ya que varios de ellos eran farmacéuticos, médicos, abogados, ingenieros, profesores, como así también zapateros, herreros, panaderos, demás artesanos y una mayoría de agricultores que buscaban un lugar de paz para vivir, ya que Alemania estaba padeciendo el largo sufrimiento de las guerras napoleónicas. Sin embargo, al llegar a Rusia fueron obligados a confinarse por completo a las actividades del campo, y sólo unos pocos pudieron dedicarse a su profesión o a vivir de lo que habían estudiado tal como lo deseaban, al mismo tiempo que se les impedía la salida del territorio y debieron jurar fidelidad a su majestad imperial. De esta manera, los alemanes entendieron que sólo vivirían para trabajar, y durante varias generaciones los ancianos murieron sin haber conocido el esparcimiento. Confiaron en que si lograban llevar una vida sumamente austera y podían cumplir con todas las privaciones que se imponían, sus hijos podrían gozar de una mejor condición, lo que les permitiría hacer valer sus derechos.
El riguroso abocamiento al trabajo por parte de los alemanes y su intransigente sentido del deber, hicieron que ni ellos ni sus descendientes se permitieran la ociosidad, como tampoco gozar de comodidades que se basaran en acortar las jornadas de trabajo, y durante muchos años se habían prohibido la celebración de fiestas, con excepción de los ritos religiosos que eran cumplidos con suma adhesión por toda la comunidad.
Como consecuencia de eso, al cumplirse el primer siglo de la colonización alemana en el Volga, las espigas de trigo cubrían una superficie mayor a la de la Suiza actual, y los alemanes del Volga se convirtieron en importantes terratenientes. No obstante, nunca delegaron las tareas rurales, y de esta manera las familias que se encontraban en mejor posición económica continuaron trabajando sus campos para poder enviar a sus hijos a estudiar a universidades de Alemania. Una vez graduados, a muchos les era prohibido regresar de nuevo a Rusia para ver a sus padres y tomar contacto con sus seres más directos, por lo que varias familias se desesperanzaron y creyeron que ya nada podían hacer.
La eficiencia que lograron durante todos sus propios gobiernos, la adhesión total al trabajo, y los contratos de radicación y colonización favorecieron el desarrollo de las colonias y ciudades. A los descendientes de los primeros pobladores les aseguraban quedar exentos "eternamente" de la mayoría de las obligaciones que tenían los propios habitantes de Rusia, incluida la de prestar servicio militar. La alta tasa de natalidad, junto con la continua inmigración, multiplicó notablemente la población alemana en el Volga, al punto que entre 1838 y 1880 sólo la cantidad de aldeas alemanas que se encontraban circundantes al río ascendía a 583. Conservaron con extrema rigurosidad el idioma alemán y el cúmulo de tradiciones heredadas de sus familias y maestros, y no se daban casamientos mixtos entre rusos y alemanes. De esta manera, mantuvieron intacto el legado antropológico y cultural de sus ancestros.
No obstante los logros que habían alcanzado, en 1864 las penurias se agudizaron debido a las pérdidas de los privilegios otorgados por Catalina la Grande. Esto provocó que fuertes contingentes de alemanes comenzaran a emigrar hacia América a partir de 1872. Más tarde, con el advenimiento del comunismo soviético, muchos alemanes fueron perseguidos a causa de su fe cristiana y la gran mayoría fue deportada a gulags y otros campos de concentración en Siberia, lo que derivó prácticamente en su exterminio en masa.
Alentados por la experiencia de estos connacionales, los alemanes que pudieron sobrevivir protagonizarían la última oleada emigratoria. Sus destinos fueron Canadá, Estados Unidos, y más tarde América del Sur con Brasil, Uruguay y Argentina.
Para aquellos alemanes que decidieron quedarse en el Volga, llegaron a tener su propia república (la República Autónoma de los Alemanes del Volga de la Unión Soviética), pero fue en 1941 que por decreto de Stalin, les fue borrada del mapa (Ukase del 28 de agosto de 1941). Absolutamente todo el territorio les fue confiscado, y las viviendas fueron ocupadas por comunistas rusos. Los alemanes del Volga nunca más pudieron regresar a la zona, y los pocos sobrevivientes debieron emigrar como desposeídos.
Luego, en septiembre de 1955, durante el gobierno de Nikita Jrushchov, la Unión Soviética firmó un decreto a través del cual se reconoció públicamente que el trato dado a los alemanes del Volga había sido totalmente infundado, garantizando de esta manera amnistía a los sobrevivientes que quedaran en Rusia. A pesar de ser reconocidos como víctimas, fueron obligados a firmar ciertos trámites en donde renunciaban a todos sus derechos de propiedad y de herencia, y de volver al territorio de su antigua república.
Como consecuencia de la vida impuesta en los campos de concentración, la generación de sobrevivientes de alemanes del Volga que quedó en Rusia creció sin familia y sin escuela. Las familias alemanas fueron diezmadas, los niños que podían producir eran rápidamente obligados a desarrollar trabajos forzados, y se les prohibió la educación. En el marco de estas necesidades, los sobrevivientes se vieron obligados a firmar renuncias que vulneraban aun más su dignidad humana en otros aspectos pero ponían fin a la persecución. A diferencia de otros pueblos víctimas de genocidio, los alemanes del Volga nunca fueron indemnizados.
El 29 de agosto de 1964 un segundo decreto admitía abiertamente la culpa del gobierno soviético de la persecución y genocidio de un pueblo inocente. No obstante eso, ninguno de sus derechos les fue restituído hasta la actualidad.
Volviendo a aquellos que inmigraron, y focalizándonos en los que llegaron a Argentina, lo hicieron merced a una ley del entonces Presidente argentino Nicolás Avellaneda. La primera colonia se estableció en Hinojos, cerca de Olavarría, en la Provincia de Buenos Aires el 5 de enero de 1878 y otros lo hicieron en el departamento entrerriano de Diamante, el 24 de enero del mismo año, fundando General Alvear. Más tarde lo fueron haciendo en el resto de las provincias. La población total de descendientes de alemanes del Volga en la Argentina está estimada en algo más de 1.200.000 habitantes.
Hoy encontramos descendientes de alemanes del Volga en los pueblos que se formaron en base a dichas colonias y en ciudades cercanas a estas. La mayor parte de la población de las ciudades de Crespo en la Provincia de Entre Ríos y Coronel Suárez en la Provincia de Buenos Aires está compuesta por descendientes de alemanes del Volga.
Comenzaron a emigrar desde Alemania a Russia en el año 1763, especialmente de las zonas de Hesse, el Palatinado y Baviera, aceptando una invitación de la emperatriz Catalina II de Rusia de afincarse en las tierras del bajo Volga. Allí fundaron en 1764 la primera aldea (Dobrinka) a la que llegaron cinco años más tarde un centenar, totalizando cerca de 30.000 habitantes en esa primera colonización. Al lado oeste del Volga se lo llamó Bergseite (lado montañoso) y al lado este Wiesenseite (lado llano). Así, las colonias se identifican como las que son de la Bergseite o de la Wiesenseite.
Las profesiones de los alemanes asentados en el Volga eran muy diversas, ya que varios de ellos eran farmacéuticos, médicos, abogados, ingenieros, profesores, como así también zapateros, herreros, panaderos, demás artesanos y una mayoría de agricultores que buscaban un lugar de paz para vivir, ya que Alemania estaba padeciendo el largo sufrimiento de las guerras napoleónicas. Sin embargo, al llegar a Rusia fueron obligados a confinarse por completo a las actividades del campo, y sólo unos pocos pudieron dedicarse a su profesión o a vivir de lo que habían estudiado tal como lo deseaban, al mismo tiempo que se les impedía la salida del territorio y debieron jurar fidelidad a su majestad imperial. De esta manera, los alemanes entendieron que sólo vivirían para trabajar, y durante varias generaciones los ancianos murieron sin haber conocido el esparcimiento. Confiaron en que si lograban llevar una vida sumamente austera y podían cumplir con todas las privaciones que se imponían, sus hijos podrían gozar de una mejor condición, lo que les permitiría hacer valer sus derechos.
El riguroso abocamiento al trabajo por parte de los alemanes y su intransigente sentido del deber, hicieron que ni ellos ni sus descendientes se permitieran la ociosidad, como tampoco gozar de comodidades que se basaran en acortar las jornadas de trabajo, y durante muchos años se habían prohibido la celebración de fiestas, con excepción de los ritos religiosos que eran cumplidos con suma adhesión por toda la comunidad.
Como consecuencia de eso, al cumplirse el primer siglo de la colonización alemana en el Volga, las espigas de trigo cubrían una superficie mayor a la de la Suiza actual, y los alemanes del Volga se convirtieron en importantes terratenientes. No obstante, nunca delegaron las tareas rurales, y de esta manera las familias que se encontraban en mejor posición económica continuaron trabajando sus campos para poder enviar a sus hijos a estudiar a universidades de Alemania. Una vez graduados, a muchos les era prohibido regresar de nuevo a Rusia para ver a sus padres y tomar contacto con sus seres más directos, por lo que varias familias se desesperanzaron y creyeron que ya nada podían hacer.
La eficiencia que lograron durante todos sus propios gobiernos, la adhesión total al trabajo, y los contratos de radicación y colonización favorecieron el desarrollo de las colonias y ciudades. A los descendientes de los primeros pobladores les aseguraban quedar exentos "eternamente" de la mayoría de las obligaciones que tenían los propios habitantes de Rusia, incluida la de prestar servicio militar. La alta tasa de natalidad, junto con la continua inmigración, multiplicó notablemente la población alemana en el Volga, al punto que entre 1838 y 1880 sólo la cantidad de aldeas alemanas que se encontraban circundantes al río ascendía a 583. Conservaron con extrema rigurosidad el idioma alemán y el cúmulo de tradiciones heredadas de sus familias y maestros, y no se daban casamientos mixtos entre rusos y alemanes. De esta manera, mantuvieron intacto el legado antropológico y cultural de sus ancestros.
No obstante los logros que habían alcanzado, en 1864 las penurias se agudizaron debido a las pérdidas de los privilegios otorgados por Catalina la Grande. Esto provocó que fuertes contingentes de alemanes comenzaran a emigrar hacia América a partir de 1872. Más tarde, con el advenimiento del comunismo soviético, muchos alemanes fueron perseguidos a causa de su fe cristiana y la gran mayoría fue deportada a gulags y otros campos de concentración en Siberia, lo que derivó prácticamente en su exterminio en masa.
Alentados por la experiencia de estos connacionales, los alemanes que pudieron sobrevivir protagonizarían la última oleada emigratoria. Sus destinos fueron Canadá, Estados Unidos, y más tarde América del Sur con Brasil, Uruguay y Argentina.
Para aquellos alemanes que decidieron quedarse en el Volga, llegaron a tener su propia república (la República Autónoma de los Alemanes del Volga de la Unión Soviética), pero fue en 1941 que por decreto de Stalin, les fue borrada del mapa (Ukase del 28 de agosto de 1941). Absolutamente todo el territorio les fue confiscado, y las viviendas fueron ocupadas por comunistas rusos. Los alemanes del Volga nunca más pudieron regresar a la zona, y los pocos sobrevivientes debieron emigrar como desposeídos.
Luego, en septiembre de 1955, durante el gobierno de Nikita Jrushchov, la Unión Soviética firmó un decreto a través del cual se reconoció públicamente que el trato dado a los alemanes del Volga había sido totalmente infundado, garantizando de esta manera amnistía a los sobrevivientes que quedaran en Rusia. A pesar de ser reconocidos como víctimas, fueron obligados a firmar ciertos trámites en donde renunciaban a todos sus derechos de propiedad y de herencia, y de volver al territorio de su antigua república.
Como consecuencia de la vida impuesta en los campos de concentración, la generación de sobrevivientes de alemanes del Volga que quedó en Rusia creció sin familia y sin escuela. Las familias alemanas fueron diezmadas, los niños que podían producir eran rápidamente obligados a desarrollar trabajos forzados, y se les prohibió la educación. En el marco de estas necesidades, los sobrevivientes se vieron obligados a firmar renuncias que vulneraban aun más su dignidad humana en otros aspectos pero ponían fin a la persecución. A diferencia de otros pueblos víctimas de genocidio, los alemanes del Volga nunca fueron indemnizados.
El 29 de agosto de 1964 un segundo decreto admitía abiertamente la culpa del gobierno soviético de la persecución y genocidio de un pueblo inocente. No obstante eso, ninguno de sus derechos les fue restituído hasta la actualidad.
Volviendo a aquellos que inmigraron, y focalizándonos en los que llegaron a Argentina, lo hicieron merced a una ley del entonces Presidente argentino Nicolás Avellaneda. La primera colonia se estableció en Hinojos, cerca de Olavarría, en la Provincia de Buenos Aires el 5 de enero de 1878 y otros lo hicieron en el departamento entrerriano de Diamante, el 24 de enero del mismo año, fundando General Alvear. Más tarde lo fueron haciendo en el resto de las provincias. La población total de descendientes de alemanes del Volga en la Argentina está estimada en algo más de 1.200.000 habitantes.
Hoy encontramos descendientes de alemanes del Volga en los pueblos que se formaron en base a dichas colonias y en ciudades cercanas a estas. La mayor parte de la población de las ciudades de Crespo en la Provincia de Entre Ríos y Coronel Suárez en la Provincia de Buenos Aires está compuesta por descendientes de alemanes del Volga.
(Fte: Wikipedia.com)
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domingo, 4 de mayo de 2008
Cada domingo (Superclásico)
Hay que tener ganas de complicarse la vida de esta manera, eh? De por si, ya tiene sus bemoles y luchas como para, encima, andar agregándole motivos de preocupación. Es como si uno, de una forma masoquista, disfrute del nervio y la tensión. Estar preocupándose por motivos – unos lo sabe, concientemente – vanos (Este Palacio no le hace un gol ni al arco iris).
Crisis cardíacas, taquicardias, uñas masacradas, caída del cabello, etc., se dan lugar como consecuencia del balompié. ¿Y que necesidad hay? Ninguna (Pero fue full Bassi, fue full...¡¡¡la reputa que te parió!!!).
Esta crispación nerviosa tiene su pico periódicamente en partidos importantes: desenlaces de campeonato, instancias finales de copas y clásicos rivales. Y para un hincha xeneise – como el suscriptor – ¿qué partido más importante que el “Superclásico” frente a River Plate? Ninguno (Ay que dormidito que esta Román hoy, che. ¡Vamos carajo que hay que ganar!)
Allí es cuando este sufrimiento asciende a su cumbre. Uno podría recostarse en la acostumbrada paternidad para sentirse un poco más tranquilo que el rival, pero no. No es así. Uno termina sufriendo como un condenado. Faltando una semana para el match, uno ya empieza a sumar temperatura (Y encima yo me vengo a sentar en este bar lleno de gallinas. ¿Quién carajo me mando?) y llega al partido pretendiendo sentarse tranquilo y relajado a disfrutar del espectáculo, esperando que "sus" muchachos hagan un buen papel. Trantando de convencerse que esto no es la muerte de nadie y que se puede ganar y perder, con iguales posibilidades. Pero no, empieza el partido y ya, con el primer lateral cedido, las piernas se empiezan a mover, la mesa empieza a sentir los golpes de puño y "Gerlo, muerto, ¡¡¡¡sos horrible!!!!!".
Pasan los minutos y uno se putea a uno mismo por ser tan fanático y hacer depender a sus emociones de un juego, eso, simplemente un juego. Y por si fuera poco, ese juego no depende de uno, de su destreza, talento y pericia. Depende de once tipos que ni saben de mi sufrimiento, mis uñas y mis nervios (Ahi "ta", Battaglia...¡¡¡¡goooooooooooooooooollllll!!!!!! Vamos carajo ahora, vamos que los matamos. Termino abrazado con el viejo de la mesa de al lago, con el mozo que largo la bandeja a la mierda. "Ole ole, ole ole ola, que las gallinas no nos ganan nunca mas").
Y es así siempre. Cada domingo...y es una linda forma de complicarse la vida.
Crisis cardíacas, taquicardias, uñas masacradas, caída del cabello, etc., se dan lugar como consecuencia del balompié. ¿Y que necesidad hay? Ninguna (Pero fue full Bassi, fue full...¡¡¡la reputa que te parió!!!).
Esta crispación nerviosa tiene su pico periódicamente en partidos importantes: desenlaces de campeonato, instancias finales de copas y clásicos rivales. Y para un hincha xeneise – como el suscriptor – ¿qué partido más importante que el “Superclásico” frente a River Plate? Ninguno (Ay que dormidito que esta Román hoy, che. ¡Vamos carajo que hay que ganar!)
Allí es cuando este sufrimiento asciende a su cumbre. Uno podría recostarse en la acostumbrada paternidad para sentirse un poco más tranquilo que el rival, pero no. No es así. Uno termina sufriendo como un condenado. Faltando una semana para el match, uno ya empieza a sumar temperatura (Y encima yo me vengo a sentar en este bar lleno de gallinas. ¿Quién carajo me mando?) y llega al partido pretendiendo sentarse tranquilo y relajado a disfrutar del espectáculo, esperando que "sus" muchachos hagan un buen papel. Trantando de convencerse que esto no es la muerte de nadie y que se puede ganar y perder, con iguales posibilidades. Pero no, empieza el partido y ya, con el primer lateral cedido, las piernas se empiezan a mover, la mesa empieza a sentir los golpes de puño y "Gerlo, muerto, ¡¡¡¡sos horrible!!!!!".
Pasan los minutos y uno se putea a uno mismo por ser tan fanático y hacer depender a sus emociones de un juego, eso, simplemente un juego. Y por si fuera poco, ese juego no depende de uno, de su destreza, talento y pericia. Depende de once tipos que ni saben de mi sufrimiento, mis uñas y mis nervios (Ahi "ta", Battaglia...¡¡¡¡goooooooooooooooooollllll!!!!!! Vamos carajo ahora, vamos que los matamos. Termino abrazado con el viejo de la mesa de al lago, con el mozo que largo la bandeja a la mierda. "Ole ole, ole ole ola, que las gallinas no nos ganan nunca mas").
Y es así siempre. Cada domingo...y es una linda forma de complicarse la vida.
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viernes, 2 de mayo de 2008
Almagro melancolía
La pared repleta de estantes hasta el techo – alto, muy alto – no impedía, de cualquier manera, que se puedan ver las paredes celestes, húmedas, descascaradas e imperfectas (¿Cómo estarán las paredes del Almacén de Ramos Generales de Don Enrique en Espartillar, Provincia de Buenos Aires?). Varias botellas viejas, sucias, de ginebra Bolls y otras bebidas daban la imagen perfecta (como las que me regaló el abuelo, no?).
Sobre el mostrador, una caja registradora por lo menos cincuentenaria (también tenía una, mucho mas cuidada). Un par de guitarras criollas y el cantante de voz grave. “Uno”, “Azulejo” y otros se fueron dando a medida que se consumía el vaso de fernet (Siempre con su radio vieja escuchando los tangos que sonaban desde LU2, Radio Bahía Blanca, mientras detrás, la abuela hacía la comida).
Esquina melancolía en Almagro para la parada en la noche que algún bohemio del grupo pensó apropiado.
Algunos personajes acompañaban la pequeña sala: el barman de pelos heavies - la conexión con el presente, supongo-, las parejitas que movían los labios al compás del juglar de turno y las mesas completas de botellas – nuevas y vacías – en un ambiente turbio por el humo del cigarrillo permitido (Supongo que hoy estará cargado de tierra, cubiertos en sus muebles con sábanas blancas y telas de arañas por cada rincón del salón).
Entre copla y copla, el replique de los asistentes era incesante, aunque veíase interrumpido rápidamente en cuanto aquella voz marcaba el comienzo de una nueva melodía.
Fue una sensación instantánea. Casi como tropezarse con uno mismo. Con la infancia perdida y los recuerdos felices. Almagro y su viejo bar, repleto de botellas rancias, me hizo confundir por un momento y esperar que detrás de aquella barra raída aparezca el abuelo Enrique, enfundando en su gamulan enorme, su gorra gris, bigotes gruesos y porte inmenso.
Sobre el mostrador, una caja registradora por lo menos cincuentenaria (también tenía una, mucho mas cuidada). Un par de guitarras criollas y el cantante de voz grave. “Uno”, “Azulejo” y otros se fueron dando a medida que se consumía el vaso de fernet (Siempre con su radio vieja escuchando los tangos que sonaban desde LU2, Radio Bahía Blanca, mientras detrás, la abuela hacía la comida).
Esquina melancolía en Almagro para la parada en la noche que algún bohemio del grupo pensó apropiado.
Algunos personajes acompañaban la pequeña sala: el barman de pelos heavies - la conexión con el presente, supongo-, las parejitas que movían los labios al compás del juglar de turno y las mesas completas de botellas – nuevas y vacías – en un ambiente turbio por el humo del cigarrillo permitido (Supongo que hoy estará cargado de tierra, cubiertos en sus muebles con sábanas blancas y telas de arañas por cada rincón del salón).
Entre copla y copla, el replique de los asistentes era incesante, aunque veíase interrumpido rápidamente en cuanto aquella voz marcaba el comienzo de una nueva melodía.
Fue una sensación instantánea. Casi como tropezarse con uno mismo. Con la infancia perdida y los recuerdos felices. Almagro y su viejo bar, repleto de botellas rancias, me hizo confundir por un momento y esperar que detrás de aquella barra raída aparezca el abuelo Enrique, enfundando en su gamulan enorme, su gorra gris, bigotes gruesos y porte inmenso.
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lunes, 28 de abril de 2008
Sacrificio
El baño era pequeño, oscuro, sucio y mojado. Sus azulejos eran de un azul ocre del cual chorreaba la humedad condensada. La única luz estaba oculta tras el durloc de la deficiente separación de cubículos. El piso, regado de un dudoso líquido, también mostraba el deterioro de una construcción golpeada en su revoque. La música retumbaba las paredes, y el grito de los ocasionales ebrios lo incomodaban en su encierro. El humo propio del cigarro y la noche se mezclaban con el calor de aquel recinto enclaustrado.
Salió. Disimuló un poco su transpiración. Saludo a lo lejos un par de conocidos. Se sintió observado al principio, aunque logró pensar lo contrario una vez mimetizado en la muchedumbre. Buscó a su amigo. Lo encontró un poco más allá de la primera columna. Estaba charlando con un par de pichones - como le gusta decir -, siempre con la cerveza en la mano. Se le paró adelante haciéndolo retroceder unos centímetros. Le acercó la boca al oído y le dijo:
“Haber cagado en ese baño y no haberme ido a casa demuestra, sin lugar a dudas, lo mucho que te quiero. Feliz cumpleaños, Pajero”. El otro se rió primero, y lo abrazó después.
Salió. Disimuló un poco su transpiración. Saludo a lo lejos un par de conocidos. Se sintió observado al principio, aunque logró pensar lo contrario una vez mimetizado en la muchedumbre. Buscó a su amigo. Lo encontró un poco más allá de la primera columna. Estaba charlando con un par de pichones - como le gusta decir -, siempre con la cerveza en la mano. Se le paró adelante haciéndolo retroceder unos centímetros. Le acercó la boca al oído y le dijo:
“Haber cagado en ese baño y no haberme ido a casa demuestra, sin lugar a dudas, lo mucho que te quiero. Feliz cumpleaños, Pajero”. El otro se rió primero, y lo abrazó después.
viernes, 18 de abril de 2008
Monada
(Foto de los integrantes de la barra brava de River prohibidos de acceso al Monumental).
Deberíamos rever ese concepto que dice que los hinchas riverplatenses son todos rubiecitos y los xeneises morenitos, no?
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Balompié,
Pensamientos y misceláneas
jueves, 17 de abril de 2008
El fútbol es un resultado
A raíz de las muchas opiniones vertidas últimamente respecto del desempeño del Club Atlético River Plate desde la asunción a la dirección técnica del Sr. Simeone, he de decir – a pesar de mi conocido fanatismo por el conjunto xeneise – que no puedo dejar de resaltar su andanada triunfadora.
Puede optar por criticar a quienes del mismo cuadro riverplatense ahora resaltan la punta del campeonato cuando se hacen llamar a si mismos defensores del fútbol vistoso o paladar negro. No sería la primera vez que critique la hipocresía, en cualquiera de sus formas.
Prefiero defender lo hecho hasta aquí por el otrora aguerrido mediocampista de la selección nacional toda vez que comparto con su dirección técnica la idea principal – a mi modo de ver – detrás del querido deporte del balompié: el fútbol es un resultado.
“¡No!” exclamaran muchos defensores de las letras y el idilio futbolístico, quienes comenzaran a esgrimir por su locuaz y verborrágico estilo las palabras aprendidas de sus maestros falsarios. Evocaran a Holanda del 74, parafrasearan al flaco Menotti, e intentaran citar a Cappa, Córdoba o tantos otros.
Simplemente a ellos podré decirles que desde el fondo de mi corazón desearía que las cosas fueran como ellos dicen. Un mundo maravilloso donde la belleza es mejor que la eficacia y lo hermoso es el ideal a seguir. Pero no. Y creo que ni para ellos eso es posible. Y verán porque…
No se como vive todo el mundo la pasión del fútbol, pero me arriesgo a decir que aquel que lo vive con el interés propio de la actividad, experimenta los partidos con la emoción conveniente al que arriesga algo. Así como no se le puede pedir una sonrisa a al salir el nueve a quien apostó al doble cero en la ruleta, no puede pretenderse de quien alienta a su equipo que piense líricamente en la belleza del juego antes que en la consecución de los objetivos de su conjunto.
Durante los noventa minutos, el hincha vive el partido con sufrimiento. No dispone de uñas prolijas en virtud de la compulsión nerviosa. Tiene inconvenientes con su vecino porque no puede evitar gritar un gol sobre la hora, jugándose el partido en horario de siesta dominical. Termina abrazado a cualquier desconocido de dudosa suerte en la tribuna eufórica de gol. Hay muchos ejemplos.
Por todo esto, el fútbol es un resultado. Se debe ganar. Si o si. Esa necesidad se debe como correlato a lo sufrido y pendiente del hincha tras el alambre. Como justificativo para su inversión pasional. Como aliciente a las pérdidas físicas experimentadas a lo largo de la hora y media de emoción futbolera. Como retribución si se quiere.
Obviamente que jugando lindo hay mas oportunidades en la conquista, pero eso no siempre es así. El mencionado Menotti se ha cansado de fracasar en los últimos treinta años al no revisar su programa de objetivos.
No se pretende justificar a ciertas prácticas antideportivas como se ha visto en alguna ocasión detrás de un alfiler de gancho o un bidón de laxante, pero si se quiere resaltar como con la filosofía vista se puede hacer feliz a mucha gente. Y eso es lo que vale.
Lo ha hecho el Sr. Bianchi conmigo. Lo hace el Sr. Simeone para otros.
Puede optar por criticar a quienes del mismo cuadro riverplatense ahora resaltan la punta del campeonato cuando se hacen llamar a si mismos defensores del fútbol vistoso o paladar negro. No sería la primera vez que critique la hipocresía, en cualquiera de sus formas.
Prefiero defender lo hecho hasta aquí por el otrora aguerrido mediocampista de la selección nacional toda vez que comparto con su dirección técnica la idea principal – a mi modo de ver – detrás del querido deporte del balompié: el fútbol es un resultado.
“¡No!” exclamaran muchos defensores de las letras y el idilio futbolístico, quienes comenzaran a esgrimir por su locuaz y verborrágico estilo las palabras aprendidas de sus maestros falsarios. Evocaran a Holanda del 74, parafrasearan al flaco Menotti, e intentaran citar a Cappa, Córdoba o tantos otros.
Simplemente a ellos podré decirles que desde el fondo de mi corazón desearía que las cosas fueran como ellos dicen. Un mundo maravilloso donde la belleza es mejor que la eficacia y lo hermoso es el ideal a seguir. Pero no. Y creo que ni para ellos eso es posible. Y verán porque…
No se como vive todo el mundo la pasión del fútbol, pero me arriesgo a decir que aquel que lo vive con el interés propio de la actividad, experimenta los partidos con la emoción conveniente al que arriesga algo. Así como no se le puede pedir una sonrisa a al salir el nueve a quien apostó al doble cero en la ruleta, no puede pretenderse de quien alienta a su equipo que piense líricamente en la belleza del juego antes que en la consecución de los objetivos de su conjunto.
Durante los noventa minutos, el hincha vive el partido con sufrimiento. No dispone de uñas prolijas en virtud de la compulsión nerviosa. Tiene inconvenientes con su vecino porque no puede evitar gritar un gol sobre la hora, jugándose el partido en horario de siesta dominical. Termina abrazado a cualquier desconocido de dudosa suerte en la tribuna eufórica de gol. Hay muchos ejemplos.
Por todo esto, el fútbol es un resultado. Se debe ganar. Si o si. Esa necesidad se debe como correlato a lo sufrido y pendiente del hincha tras el alambre. Como justificativo para su inversión pasional. Como aliciente a las pérdidas físicas experimentadas a lo largo de la hora y media de emoción futbolera. Como retribución si se quiere.
Obviamente que jugando lindo hay mas oportunidades en la conquista, pero eso no siempre es así. El mencionado Menotti se ha cansado de fracasar en los últimos treinta años al no revisar su programa de objetivos.
No se pretende justificar a ciertas prácticas antideportivas como se ha visto en alguna ocasión detrás de un alfiler de gancho o un bidón de laxante, pero si se quiere resaltar como con la filosofía vista se puede hacer feliz a mucha gente. Y eso es lo que vale.
Lo ha hecho el Sr. Bianchi conmigo. Lo hace el Sr. Simeone para otros.
Anestesiado
Según apareció publicado en Infobae digital, un vecino de la localidad rusa de Vólogda ingresó en el hospital de dicha ciudad con un cuchillo de cocina clavado en la espalda. El instrumento tenía aproximadamente 15 centímetros de longitud, habiendo transpasado tejidos blandos, rozando incluso levemente la pared pulmonar.
Al parecer, el responsable del hecho fue un vigilante de seguridad y compañero de trabajo de la víctima quien le había clavado el cuchillo. El herido contó que habían pasado la tarde bebiendo en la garita de vigilancia y en algún momento llegaron "a las manos".
Lo curioso del hecho fue que, al día siguiente y amanecido con resaca, la víctima volvió a su hogar y se acostó a dormir la siesta, reparando su mujer varias horas después que un objeto extraño sobresalía de la espalda de su marido.
El hombre en cuestión, Yuri Lialin, manifestó que había sentido algo incomodo al acostarse, pero que no había reparado que era un cuchillo.
A partir de esto, no creo que ninguna historia de borrachos pueda sorprenderme.
Al parecer, el responsable del hecho fue un vigilante de seguridad y compañero de trabajo de la víctima quien le había clavado el cuchillo. El herido contó que habían pasado la tarde bebiendo en la garita de vigilancia y en algún momento llegaron "a las manos".
Lo curioso del hecho fue que, al día siguiente y amanecido con resaca, la víctima volvió a su hogar y se acostó a dormir la siesta, reparando su mujer varias horas después que un objeto extraño sobresalía de la espalda de su marido.
El hombre en cuestión, Yuri Lialin, manifestó que había sentido algo incomodo al acostarse, pero que no había reparado que era un cuchillo.
A partir de esto, no creo que ninguna historia de borrachos pueda sorprenderme.
jueves, 10 de abril de 2008
El Alamo: adiós a un mito
Van a tirar abajo un pedazo de mi adolescencia. De la de mis hermanos. De los padres de mis amigos. De sus tíos. De gente grande y más reciente también.
“El Alamo” cierra sus puertas para nunca mas darle la bienvenida en temporada estival a una nueva generación de precoces jaraneros.
Atrás quedarán aquellas noches de licencia en el boliche de la playa. Salir de su oscuridad y chocarse con el sol de frente, sobre el cielo azul y el mar celeste. Atrás quedará el recuerdo del rebusque en la arena fría junto a la compañera de turno.
Atrás quedaran sus rincones oscuros. Su barra repleta. Sus baños húmedos y los reservados duros. Atrás queda su techo de paja y su pista guerrera. La boca baldeada con cerveza de botella. Amigos, historias, memorias. Todas se caen con sus paredes de cemento.
Atrás quedo yo, abrazándome al recuerdo de aquellos años y sus buenos momentos.
“El Alamo” cierra sus puertas para nunca mas darle la bienvenida en temporada estival a una nueva generación de precoces jaraneros.
Atrás quedarán aquellas noches de licencia en el boliche de la playa. Salir de su oscuridad y chocarse con el sol de frente, sobre el cielo azul y el mar celeste. Atrás quedará el recuerdo del rebusque en la arena fría junto a la compañera de turno.
Atrás quedaran sus rincones oscuros. Su barra repleta. Sus baños húmedos y los reservados duros. Atrás queda su techo de paja y su pista guerrera. La boca baldeada con cerveza de botella. Amigos, historias, memorias. Todas se caen con sus paredes de cemento.
Atrás quedo yo, abrazándome al recuerdo de aquellos años y sus buenos momentos.
jueves, 3 de abril de 2008
El Ruso: mujeres desnudas por él
Las chicas lo miran a él. Siempre lo miran a él. El grupo es grande y con variedad, pero ellas insisten con él.
Rubio, estatura normal, ojos claros, cara angulosa y barba de un par de días. Todo dicho para ellas. Cada vez que alguien un paneo por la pista, alguna lo esta mirando. Y él hace como que no le importa (está acostumbrado).
Pero al resto si. La banda se pone loca, y hasta alguno hace un chiste con tajearle la cara. Tienen que salir con pico y pala a la periferia para rescatar un empate sobre la hora.
Él ahora baila con la rubiecita del grupo. Gran cuello, hermosa espalda y mejor final. La da vuelta, la hace girar. Ella se marea un poco pero se ríe. Y él controla la situación. Alguno del grupo quiere sacar a bailar a alguna amiga de la blonda pero no…están las cuatro, contra la barra, mirando a la pareja como baila. En realidad lo miran a él. Y en las caras se le puede leer un “¿no es divino?”. Están contentas por su amiga, pero también deseosas que la largue de una vez y saque a alguna de ellas.
Se escucha de fondo: “¡Ruso, la puta que te parió! ¡Vamos a trajearle la cara al hijo de putas este!”. Alguno se ríe. Otros no.
El Ruso se aburre de la rubia, la suelta y va para la barra a buscar una cerveza. Cinco minutos de sana competencia en la pista. Codazos, empujones, tiros, puteadas. Sudor. Vuelve el Ruso…vuelve la guerra de trincheras en la periferia, piensan todos, buscando las sobras del Ruso.
Él se acerca de nuevo al grupo de chicas. La Rubita deja su vaso en la barra como para poder agarrar la mano que seguramente él le iba a tender. Las otras pusieron cara de “que suerte…”. Pero no…se acerca a la más alta. La mas linda del grupo (si, mas que la rubia), quien le dice que si sin dudarlo, sin darse cuenta que la blonda la miraba con cara de sorpresa.
Momento de cumbias y reggeatones…el Ruso usa las tácticas de siempre, hasta que consigue que sea ella quien lo abrace desde atrás. Todo dicho. De eso al beso quedan escasos segundos.
Ahora si la banda, viendo que la esperanza de ellas se esfumó, gana terreno de juego y empieza a sacar al resto del grupo, menos a la rubia que sigue mirando con odio a su amiga. Algunos ganan. Otros no. Se escucha por ahí un “¡¡¡Buena, Ruso!!!” de alguno.
Mientras se escapa la noche por la salida de emergencia, ellas avisan que se van. Todas juntas obviamente. La Banda se reúne en la barra y esperan que el Ruso vuelva a abrir caminos en la pista.
Rubio, estatura normal, ojos claros, cara angulosa y barba de un par de días. Todo dicho para ellas. Cada vez que alguien un paneo por la pista, alguna lo esta mirando. Y él hace como que no le importa (está acostumbrado).
Pero al resto si. La banda se pone loca, y hasta alguno hace un chiste con tajearle la cara. Tienen que salir con pico y pala a la periferia para rescatar un empate sobre la hora.
Él ahora baila con la rubiecita del grupo. Gran cuello, hermosa espalda y mejor final. La da vuelta, la hace girar. Ella se marea un poco pero se ríe. Y él controla la situación. Alguno del grupo quiere sacar a bailar a alguna amiga de la blonda pero no…están las cuatro, contra la barra, mirando a la pareja como baila. En realidad lo miran a él. Y en las caras se le puede leer un “¿no es divino?”. Están contentas por su amiga, pero también deseosas que la largue de una vez y saque a alguna de ellas.
Se escucha de fondo: “¡Ruso, la puta que te parió! ¡Vamos a trajearle la cara al hijo de putas este!”. Alguno se ríe. Otros no.
El Ruso se aburre de la rubia, la suelta y va para la barra a buscar una cerveza. Cinco minutos de sana competencia en la pista. Codazos, empujones, tiros, puteadas. Sudor. Vuelve el Ruso…vuelve la guerra de trincheras en la periferia, piensan todos, buscando las sobras del Ruso.
Él se acerca de nuevo al grupo de chicas. La Rubita deja su vaso en la barra como para poder agarrar la mano que seguramente él le iba a tender. Las otras pusieron cara de “que suerte…”. Pero no…se acerca a la más alta. La mas linda del grupo (si, mas que la rubia), quien le dice que si sin dudarlo, sin darse cuenta que la blonda la miraba con cara de sorpresa.
Momento de cumbias y reggeatones…el Ruso usa las tácticas de siempre, hasta que consigue que sea ella quien lo abrace desde atrás. Todo dicho. De eso al beso quedan escasos segundos.
Ahora si la banda, viendo que la esperanza de ellas se esfumó, gana terreno de juego y empieza a sacar al resto del grupo, menos a la rubia que sigue mirando con odio a su amiga. Algunos ganan. Otros no. Se escucha por ahí un “¡¡¡Buena, Ruso!!!” de alguno.
Mientras se escapa la noche por la salida de emergencia, ellas avisan que se van. Todas juntas obviamente. La Banda se reúne en la barra y esperan que el Ruso vuelva a abrir caminos en la pista.
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lunes, 31 de marzo de 2008
Cripta
Vas y miras. Volves y otra vez. Tenes tiempo de pensar. En nada. Y lo haces.
Miras por la ventana y llueve. De arriba a abajo y adentro tuyo también.
Queres volver atras y, lógico, no podes. Tenes algo en la mano que no lo podes jugar.
Parece que el tiempo es para siempre y se va a acabar. Solo vos y tu tiempo para pensar.
A partir de ahí no hay vuelta atras. Ya lo dijiste. Pero puede ser que ande. No sabes.
Esperas algun recreo pero no va a haber. Lo sabes. Queres salir a jugar. Y volver. Sin recordar.
La llegada esta ahí, pero todos siguen corriendo. Salvo vos. Y no queres ser el primero. No otra vez. No esta vez.
Miras por la ventana y llueve. De arriba a abajo y adentro tuyo también.
Queres volver atras y, lógico, no podes. Tenes algo en la mano que no lo podes jugar.
Parece que el tiempo es para siempre y se va a acabar. Solo vos y tu tiempo para pensar.
A partir de ahí no hay vuelta atras. Ya lo dijiste. Pero puede ser que ande. No sabes.
Esperas algun recreo pero no va a haber. Lo sabes. Queres salir a jugar. Y volver. Sin recordar.
La llegada esta ahí, pero todos siguen corriendo. Salvo vos. Y no queres ser el primero. No otra vez. No esta vez.
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domingo, 30 de marzo de 2008
Testigo
Zulma (tenía toda la cara) tomó el pocillo de café y me miró. Lo hizo inquisitivamente. De vuelta el pocillo. De nuevo yo. “Son treinta mangos a la basura”, pensé. “Sos una persona muy indecisa; te cuesta tomar decisiones”, me dijo con su cocoliche árabe – español. “¿Entiendes?”, remató – no era una pregunta tanto como una imposición - como lo haría a lo largo de varios pasajes de nuestra conversación de diez minutos. “Eres una persona emocionalmente inestable a la que le cuesta decidirse, ¿no es así?”, esta vez si me preguntó. “No, la verdad es que no, todo lo contrario”, contradije. “No suelo tomarme mucho tiempo para para tomar mis decisiones, las cuales no tardo en poner en práctica a la brevedad, bien o mal”. Uno abajo Zulma.
“Has tenido una experiencia muy fuerte – retomó - con un familiar en una casa de montaña y ese es tu sueño. Y lo conseguirás. Tendrás una casa parecida”. Volví a contradecirla. Dos a cero desde el vestuario para la vidente.
Después de ese arranque, no se puede esperar mucho más de una persona que te lee la borra del café en un restaurante de comida árabe. Aceptamos con mi vieja la propuesta tal lo indicaba la carta, un poco tentados por una curiosidad alimentada por un ambiente oriental.
En resumidas cuentas, aparentemente, y de acuerdo al capricho de algunas figuras aparecidas en el fondo de una tacita con “café oriental”, mi vida se verá modificada en los próximos meses de la siguiente forma:
(i) Comenzaré a viajar con frecuencia hacia el sur (primero era el exterior, después una zona con mucho agua, hasta que le dije era de la costa de Chubut), a raíz de una propuesta de trabajo – la que estoy esperando según dijo – originada por gente joven.
(ii) Ese amigo por el cual siento dolor, sabe de su error y esta pensando en disculparse a través de un tercero. Allí, según Zulma, no debo anteponer mi acostumbrado orgullo.
(iii) Tengo dudas – nuevo error - ante mi inminente proyecto afectivo. De acuerdo al concejo de la adivina, debo confiar en ella, quien es una buena chica, aunque conviene educarla en mis intereses.
(iv) Alguna vieja conocida se acercará a saber como estoy, “sin propósitos de lucro o afines”.
Sinceramente, no me convenció demasiado el rictus vidente. Sin embargo, “Las brujas no existen, pero que las hay, las hay” dice el dicho y, sin ir mas lejos, otra bruja – galesa esta – me leyó en varias ocasiones las hebras del te – si, si, las hebras del te, aunque cueste creer – y no erró mucho en adivinar diversos fenómenos de mi vida: mi veloz carrera universitaria, mi actual novia, varias de mis experiencias laborales, etc.
Quedan aquí, por tanto, estas líneas de testigo, veedoras de una realidad que, por un rato, descansó en el fondo de una sucia tasa de café. Veremos…
“Has tenido una experiencia muy fuerte – retomó - con un familiar en una casa de montaña y ese es tu sueño. Y lo conseguirás. Tendrás una casa parecida”. Volví a contradecirla. Dos a cero desde el vestuario para la vidente.
Después de ese arranque, no se puede esperar mucho más de una persona que te lee la borra del café en un restaurante de comida árabe. Aceptamos con mi vieja la propuesta tal lo indicaba la carta, un poco tentados por una curiosidad alimentada por un ambiente oriental.
En resumidas cuentas, aparentemente, y de acuerdo al capricho de algunas figuras aparecidas en el fondo de una tacita con “café oriental”, mi vida se verá modificada en los próximos meses de la siguiente forma:
(i) Comenzaré a viajar con frecuencia hacia el sur (primero era el exterior, después una zona con mucho agua, hasta que le dije era de la costa de Chubut), a raíz de una propuesta de trabajo – la que estoy esperando según dijo – originada por gente joven.
(ii) Ese amigo por el cual siento dolor, sabe de su error y esta pensando en disculparse a través de un tercero. Allí, según Zulma, no debo anteponer mi acostumbrado orgullo.
(iii) Tengo dudas – nuevo error - ante mi inminente proyecto afectivo. De acuerdo al concejo de la adivina, debo confiar en ella, quien es una buena chica, aunque conviene educarla en mis intereses.
(iv) Alguna vieja conocida se acercará a saber como estoy, “sin propósitos de lucro o afines”.
Sinceramente, no me convenció demasiado el rictus vidente. Sin embargo, “Las brujas no existen, pero que las hay, las hay” dice el dicho y, sin ir mas lejos, otra bruja – galesa esta – me leyó en varias ocasiones las hebras del te – si, si, las hebras del te, aunque cueste creer – y no erró mucho en adivinar diversos fenómenos de mi vida: mi veloz carrera universitaria, mi actual novia, varias de mis experiencias laborales, etc.
Quedan aquí, por tanto, estas líneas de testigo, veedoras de una realidad que, por un rato, descansó en el fondo de una sucia tasa de café. Veremos…
jueves, 20 de marzo de 2008
Los mismos errores
La puerta del ascensor se cerró con violencia y The Offspring sonaba bastante fuerte en sus auriculares. Pensó que debía irse de esa habitación para poder calmar sus nervios en la calle, solo, acompañado por su música. “Así es, amiga mía: las cosas son en ambos sentidos y sino no son para ningún lado”. Caminó hasta un cyber y empezó a buscar pasajes para Resistencia. Sabía que era una conducta extrema pero por lo menos quería tener los datos en las gateras.
Volvió al departamento y la encontró con la misma actitud desafiante. “Tendría que haber confirmado los pasajes”, pensó. Volvieron a discutir, ahora con más violencia. Se acordó de la misma escena hace cuatro años cuando pelearon después de haber visto “Alguien tiene que ceder” en el cine. No podía creer la obstinación de ella y la violencia de él. Nadie podía llevarlo hasta semejante punto de ira como ella. Lo mismo sucedía del otro rincón del cuadrilátero.
Se saltearon el almuerzo. La hermana tuvo que hacerse unos sándwiches de Criollitas y queso, ya que no tenía mano para la cocina. Ellos, permanecieron en el living, a veces discutiendo, otras en silencio. Parecía que pasaban horas entre diálogo y diálogo, pero solo eran minutos cargados de tensión.
Se hizo la noche – la hermana volvió a comer lo mismo – y él decidió irse solo a tomar una cerveza. No volvió a dormir. Regresó al mediodía del otro día. Tocó timbre y nadie lo atendió. Fue a la Terminal y tomó el primer colectivo que salía para el Chaco. Llegó a su departamento, tiró todas las flores secas y adornos que había colocado ella y colgó unos carteles viejos de publicidades de cerveza. Ella nunca más lo llamó. Él tampoco. Las cosas ya no iban para ningún lado.
(NdA: inspirado en la letra del tema "Denial, Revisited", The Offspring)
Volvió al departamento y la encontró con la misma actitud desafiante. “Tendría que haber confirmado los pasajes”, pensó. Volvieron a discutir, ahora con más violencia. Se acordó de la misma escena hace cuatro años cuando pelearon después de haber visto “Alguien tiene que ceder” en el cine. No podía creer la obstinación de ella y la violencia de él. Nadie podía llevarlo hasta semejante punto de ira como ella. Lo mismo sucedía del otro rincón del cuadrilátero.
Se saltearon el almuerzo. La hermana tuvo que hacerse unos sándwiches de Criollitas y queso, ya que no tenía mano para la cocina. Ellos, permanecieron en el living, a veces discutiendo, otras en silencio. Parecía que pasaban horas entre diálogo y diálogo, pero solo eran minutos cargados de tensión.
Se hizo la noche – la hermana volvió a comer lo mismo – y él decidió irse solo a tomar una cerveza. No volvió a dormir. Regresó al mediodía del otro día. Tocó timbre y nadie lo atendió. Fue a la Terminal y tomó el primer colectivo que salía para el Chaco. Llegó a su departamento, tiró todas las flores secas y adornos que había colocado ella y colgó unos carteles viejos de publicidades de cerveza. Ella nunca más lo llamó. Él tampoco. Las cosas ya no iban para ningún lado.
(NdA: inspirado en la letra del tema "Denial, Revisited", The Offspring)
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Cuentos
lunes, 17 de marzo de 2008
Lunes de un hombre gris
El hombre del trajecito gris encara la mañana. Corbata azul con pintas blancas. Las ojeras y su rostro pálido le hacen juego. Zapatos sin lustrar, algo gastados y el maletín que le regalaron en una conferencia de seguros marítimos. El lunes siempre lo trata mal, y hoy no es la excepción. El primer día de la semana laboral tiene mezcla de bronca y agotamiento (como los domingos de tristeza y decaimiento), con algo de resignación.
“Por lo menos no esta lloviendo”, se reconforta, mientras intenta que el 17 no le golpee la nuca con el espejo retrovisor. No comprende como, a las 8.50 de la mañana, ya haya olor a Falafel en el puesto de Maipu y Lavalle. Reconoce algunos pungas y los esquiva. Choca con dos o tres personas sin darse cuenta, ni al hacerlo ni después. La peatonal ahora tiene la imagen urbana del despertar violento. Todos corren, con caras pálidas y ojeras tristes. Todos miran para abajo. Nadie sonríe. Tampoco se miran.
El lunes tiene algo de violento y agotador, vuelve a pensar. Tiene ganas de volverse a su casa. No hay fin de semana que lo encuentre renovado. El hombre del trajecito gris termina programando planes que lo agotan más. Pero, piensa, que eso es lo único que lo hace sentir que todavía esta vivo y separado de su atuendo de lunes y su interminable monotonía.
Camina dos cuadras más, llega a 9 de Julio y Buenos Aires ya ruge al ritmo de la furia vehicular. Cruza Cerrito. Saluda al portero. Tercer piso ascensor. Gruñe – saluda al entrar. Se sienta frente al monitor y abre la página de La Nación, como siempre, pensando en lo que falta para el fin de semana.
“Por lo menos no esta lloviendo”, se reconforta, mientras intenta que el 17 no le golpee la nuca con el espejo retrovisor. No comprende como, a las 8.50 de la mañana, ya haya olor a Falafel en el puesto de Maipu y Lavalle. Reconoce algunos pungas y los esquiva. Choca con dos o tres personas sin darse cuenta, ni al hacerlo ni después. La peatonal ahora tiene la imagen urbana del despertar violento. Todos corren, con caras pálidas y ojeras tristes. Todos miran para abajo. Nadie sonríe. Tampoco se miran.
El lunes tiene algo de violento y agotador, vuelve a pensar. Tiene ganas de volverse a su casa. No hay fin de semana que lo encuentre renovado. El hombre del trajecito gris termina programando planes que lo agotan más. Pero, piensa, que eso es lo único que lo hace sentir que todavía esta vivo y separado de su atuendo de lunes y su interminable monotonía.
Camina dos cuadras más, llega a 9 de Julio y Buenos Aires ya ruge al ritmo de la furia vehicular. Cruza Cerrito. Saluda al portero. Tercer piso ascensor. Gruñe – saluda al entrar. Se sienta frente al monitor y abre la página de La Nación, como siempre, pensando en lo que falta para el fin de semana.
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